Una imagen de ''El príncipe del desierto'', que ya está en la cartelera local.
ArchivoSANTIAGO.- Mientras en su cabeza gira un postergado proyecto para llevar al cine la vida de Boabdil, reconocido como el último rey de Granada, el actor español Antonio Banderas se comenzó a ambientar en el mundo árabe con su más reciente estreno, la cinta "El príncipe del desierto" ("Black Gold"), que ya está en la cartelera nacional.
"Siempre me han interesado los temas relacionados con la cultura árabe. De hecho, llevo tiempo intentando poner en marcha un proyecto sobre la vida de Boabdil, que al mismo tiempo me permitiría reflexionar sobre al bipolaridad que existe en el mundo sobre una cultura que quizá sea la gran desconocida para nosotros los occidentales", explica Banderas.
El actor español pasó un día hablando con el director Jean-Jacques Annaud y finalmente se convenció de interpretar a Emir Nesib, un personaje al que no califica ni de bueno ni de malo, sino que como "un hombre que se enfrenta a una situación límite que lo pone a prueba".
"Es el rey de un reino de miseria que un buen día descubre que está pisando sobre oro", explica. "Probablemente esa sea la historia de algunos dictadores, que se van enganchando en el brillo de una riqueza que en principio puede ser beneficiosa, pero que termina intoxicándolos y haciéndoles pagar un precio a medida que van pasando del 'nosotros' al 'yo'", añade Banderas.
Si bien el actor se siente atraído por la cultura árabe, y estudió bastante de ella para preparar su personaje, asegura que la película en realidad no es sobre ese mundo, sino que "es sobre el dinero como factor desestabilizador, distorsionador de la realidad y corruptor del ser humano".
Durante el rodaje en Túnez, Banderas se apegó a lugareños para aprender sus costumbres, como la forma de saludar o rezar. Su vínculo con ese país se reafirmó cuando, en pleno rodaje de la película, comenzó una verdadera revolución en el país.
"Lo vivimos con mucha emoción a medida que fueron saltando los acontecimientos. Recuerdo que cuando llegué Túnez la cara del dirigente Ben Ali estaba por todas partes, y parecía ser un personaje intocable y amado por su pueblo; pero al mes y medio estaba ya fuera del país", recuerda. "Toda revolución no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un sitio", reflexiona el artista.
El paso por Túnez permitió volver a experimentar la "vieja forma" de filmar, con miles de extras y camellos reales en vez de recreaciones diitales. "Hay una escena en la que estoy viendo de lejos a un ejército, y recuerdo que fue como si lo estuviera viviendo de verdad, ya que se me ponían los pelos de punta. Es algo que creo que nunca volveré a experimentar", explica Banderas.