De cierta forma, hay que agradecer el tiempo que se tomó la dupla compuesta por Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala para concretar la nueva entrega de The Mars Volta. Su último apronte, Octahedron (2009), resultó ser el punto álgido de un momento musical llevado casi por régimen tiránico por el guitarrista, quien sólo el año pasado llegó a editar once álbumes con su nombre, alternándose entre aspiraciones solistas y colaboraciones, ya sea con próceres de la música de vanguardia como Damo Suzuki, o héroes de la guitarra como John Frusciante.
Estos tres años que transcurrieron a la salida de Noctourniquet corroboran el encanto de Rodríguez-López con los sonidos más “normales”, así como también el ejercicio de paciencia de Bixler-Zavala con su compañero. Bajo esta mirada, el séptimo trabajo de la banda se entiende como un esfuerzo de calmar en algo las aguas siempre turbulentas, tanto en lo musical como en lo grupal, en las que navega el grupo.
De esta forma es que cortes como “Dyslexicon” y “Molochwalker” se juntan con lo más temprano de la discografía de Mars Volta. Vale decir, con sonidos más saturados que hacen guiños constantes a formas cercanas al rock progresivo. Asimismo, temas como “Empty vessels make the loudest sound” e “In absentia”, los más largos de este registro, son los que revelan las ambiciones siempre vanguardistas que presenta el grupo, las cuales explotan en composiciones como la que inicia el cedé, “The whip hand”, o “Imago”. Y aunque esta dispersión puede ser nociva, para The Mars Volta significa un regreso a la búsqueda constante, inherente a su ADN musical.
Habrá que esperar si la reunión de At the drive-in no pospone o cancela este esperado y celebrado retorno a las formas más arriesgadas que propone el grupo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala.
—Felipe Kraljevich M.