Álex De la Iglesia ya había presentado su nuevo film este año en Berlín.
EFECIUDAD DE PANAMÁ.- ¿De qué es capaz un padre de familia que lleva varios años desempleado y que es humillado cada vez que va a pedir trabajo? Por ejemplo, de intentar convertir un accidente que lo deja al borde de la muerte en un acontecimiento mediático para venderlo al mejor postor. Ése es el argumento de "La chispa de la vida", la última película del director español Álex de la Iglesia, que cierra hoy el primer Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá).
Sin embargo, a pesar de que la mayor parte del film transcurre de noche en el anfiteatro romano de la ciudad española de Cartagena y con su protagonista tirado en el suelo con un hierro clavado en la cabeza, los chispazos de humor aparecen una y otra vez en medio del drama para iluminar una trama que es una crítica despiadada de la política y los medios en la actual crisis española.
"No es que mezclo géneros de forma consciente, simplemente siento que la vida es así", afirmó De la Iglesia en entrevista con un grupo reducido de medios en Panamá. "No confío en los géneros porque no confío en las personas. Nadie es un western, nadie es una comedia, nadie es un drama. En un mismo día tienes momentos de belleza y honestidad y otros ridículos. La vida es una confusión de sentimientos angustiosa".
El director de películas como "El día de la bestia" y "La comunidad" confesó que si bien como espectador adora que le separen los géneros, a él le es imposible hacerlo. "Creo que la labor del cine es separar los sentimientos en géneros para hacer la vida más soportable. Pero yo no puedo cuando ruedo: cuando estoy haciendo una comedia estoy deseando destrozarla, y si hago un drama intento quebrarlo en el momento más emocionante", manifestó.
Eso es lo que sucede en "La chispa de la vida": mientras Roberto (José Mota), un ex publicista desempleado agoniza con un hierro clavado en el cerebro, su hijo, un adolescente gótico que parece salido de una película de vampiros, pisa por error un tablón y le incrusta más el hierro en la cabeza. Mientras la esposa de Roberto, Luisa (Salma Hayek) intenta mantener alejados a los periodistas que quieren captar la agonía de su esposo, una mujer le pregunta desde un balcón al agonizante Roberto si quiere comer tortilla. "¿Qué es un chiste? Es una verdad insultante que genera risa. Si te causa gracia es porque te desconcierta tanto que te obliga a reírte", afirmó.
Sin embargo, "La chispa de la vida" es, al igual que "Balada triste de trompeta", algo más oscura que películas anteriores de De la Iglesia, como "Muertos de risa" o "El crimen ferpecto". "No sé si mis últimas películas son más oscuras, son más sinceras", apuntó. "Yo trabajo haciendo películas y ya me da igual todo, quiero hacer las películas que me gustan pase lo que pase. Igual no son mejores, pero hago lo que quiero", añadió.
El ex presidente de la Academia de Cine española confesó que decidió contar esta suerte de "tragicomedia clásica griega" no sólo porque rodar una película en la que el protagonista está echado en el suelo sin poder moverse suponía un desafío ("Uno ya tiene una edad y le interesan los proyectos que suponen algún ejercicio técnico interesante"), sino porque le resultaba muy cercana.
"Yo me siento una persona atrapada en una especie de realidad en la que parece que soy libre y sin embargo sé que si cambio mi manera de comportarme un milímetro muero", afirmó. "Estamos circunscritos a un guión muy cerrado, a una situación inamovible. Parece que la vida es una especie de farsa absurda en la que los personajes entran y salen delante de tu cara".
Esta farsa es, en "La chispa de la vida", la crisis económica que azota a España. Apenas Roberto cae en el anfiteatro, los medios informan (erróneamente) que quiso suicidarse por la crisis. Y Roberto decide convertirse en el payaso de esa farsa y vender su historia a los medios a través de un representante sin escrúpulos que le asegura que ganará el dinero suficiente para no trabajar más en toda su vida.
Para De la Iglesia, la crisis en Europa ha sido generada por "gente que quiere comprar barato un país o un continente". "Hay gente dispuesta a comprar a bajo precio no ya terrenos, sino países. Y la mejor manera de comprarlo barato es decir que no funciona. El Partenón estará a la venta ahora, imagino".
Pero sobre todo, la crisis española y de otros países europeos es para el cineasta un problema moral y ético. "Lo peor es que todos, como en un teatro, asistimos a una gigantesca injusticia y no hacemos nada. Están destruyendo todo lo que amamos y dejamos que ocurra porque estamos como drogados. No hay una reacción ante eso, no hay una patada", apuntó.
En cuanto a una posible salida, De la Iglesia no duda: "La salida es la dignidad. Los perjudicados, los que sienten el dolor de la crisis, tienen que unirse y plantar cara, con la honestidad que da el sufrir. El sufrimiento es la única marca de dignidad que existe ya".