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Fiesta británica

Con la batuta de Tim Booth por delante, el septeto de Manchester invitó a quien quisiera a formar parte de su entrañable ceremonia, en la que revivieron el sonido que los transformó en fieles representantes del pop de factura inglesa.

03 de Mayo de 2012 | 14:11 |
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Tim Booth no cree ni un poco en el frontman lejano e inalcanzable. Lo demuestra no sólo bajando del escenario, sino también subiendo al público a éste.

Cristián Soto L.

Habían tenido un primer paso por Chile en el acotado espacio que permite una tarde en Lollapalooza. Sólo 60 minutos que fueron suficientes para demostrar el arrastre que aquí tiene una banda como James y, de paso, dejar en claro el peso en el cartel de ese primer festival, que pudo darse el lujo de tener a los de Manchester entre sus "actores secundarios". Fue un show en el que los éxitos pasaron como bocados, y en el que la adrenalina no había alcanzado a bajar cuando el otro escenario de la elipse del Parque O'Higgins iniciaba las actividades.

Por eso es que algo pendiente parecía haber quedado entre los hombres liderados por el carismático Tim Booth y sus seguidores locales, deuda que el sábado 28 de abril terminó de saldarse en un Teatro Caupolicán prácticamente a tope.

Ante cerca de cinco mil personas, el septeto británico inició su presentación poco después de las 21 horas, y de inmediato señaló el camino: Antes de 15 minutos, ya habían despachado éxitos como "She's a star" y "I know what I'm here for", mientras que Booth ya había cumplido con su ritual habitual de saludar personalmente al público.

Pero esos primeros momentos fueron también la hoja de ruta, ya que pese a contar con un nutrido borde decididamente melancólico, los ingleses optaron por echar mano al lado más pop y luminoso de su repertorio. Así, temas como "Tell her I said so" revivieron los años más coloridos de la invasión británica, sólo con excepciones como la íntima "Dust motes" o la sentida "Getting away with it (All messed up)", que de todos modos generó uno de los momentos más efervescentes en la primera despedida.

Aunque sin acercarse hasta entonces al desborde, la actitud fue una constante en el público, y encontró su mayor caldo de cultivo en el carácter lúdico de Booth y del trompetista Andy Diagram. Entre ambos montaron un show aparte: El primero, en su baile entusiasta con una fanática en el escenario, sus constantes bajadas al borde de la reja, y el remate con la interpretación de "Say something" en plena galería, absolutamente mezclado entre el público. La maniobra la había estrenado Diagram minutos antes, trompeta en mano y vestido con una camiseta de la selección chilena de fútbol, con el nombre de la banda en la espalda.

El resumen configura una postal sencillamente entrañable, que de todos modos no hubiera sido tal sin el despliegue generoso y solvente de los siete en escena, desde el registro intacto de Booth (impreso en la memoria auditiva de los fans del brit pop), hasta el diálogo de cuerdas de Larry Gott y Saul Davies, y los golpes secos de David Baynton-Power en la batería.

Una fiesta con cerca de 20 fanáticos sobre el escenario, con orden estricta de bailar y no de sacarse fotos, cerró la noche con "Laid", en lo que constituyó el broche de oro para una de las mejores jornadas en vivo en lo que va de año.

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