Todo se movió y es mejor quedarse quieto
pronto saldrá el sol
y algún daño repondremos
terco como soy
me quedo aquí
La tinta no secó
y en palabras dije muchas cosas
pero en mi corazón todavía queda
tanto por decir
tanto por decir
tanto por decir
no me voy...
me quedó aquí
En más de una ocasión, el propio Gustavo Cerati evitó reconocerse como un gran letrista. Dueño de un sentido único para ensamblar sonidos con milimétrico calce, nunca ocultó que para él siempre fueron más importantes los sonidos, las texturas y la carga emotiva, antes que los mensajes. Éstos podían venir luego o no, pero no servirían de mucho si para ello había que sacrificar un fraseo sutil y elegante, en favor de la supuesta contundencia de una idea.
Así, más allá de los significados, las palabras de Cerati se las arreglaron como pocas para transmitir seducción, inmensidad, nostalgia, ironía, sentido lúdico o romanticismo, con singular efectividad. Sin embargo, pronto cargarían consigo mucho más que eso también. Porque este artista mayúsculo, tal vez incluso sin proponérselo, construyó de todos modos algunos versos que volaron por sí mismos, y que desde hace exactos dos años comenzaron a encontrar nueva vida, para mantenerlo más presente que nunca en la memoria de sus fans.
Algunas frases parecen premoniciones; otras, cuerdas atadas a una esperanza que nadie quiere soltar. Menos hoy.
Ya van dos años desde que un fulminante accidente cerebrovascular llegara como una ola gigante a la vida de uno de los mayores talentos que ha parido el rock latinoamericano. 730 días desde que se iniciara en Venezuela esa seguidilla de diagnósticos —cual más terrible que el anterior—, indicando que el invencible líder de Soda Stereo caminaba ahora sobre una fragilidad extrema, y que aunque intentáramos tapar el sol con un dedo, una verdad se aproximaba como avalancha: Si lograba salir de ésta, difícilmente Cerati volvería a ser el mismo.
Cerca de un mes después de ese fatídico 15 de mayo de 2010, los médicos anunciaban el cese de los reportes periódicos, ya que a pesar de todos los esfuerzos el músico se había estabilizado en una fase que se dejó caer con aplastante peso: Un estado de coma profundo, devenido luego en un sueño maldito del que hasta hoy no parece haber salida.
Las vigilias a la luz de las velas se expandieron por toda Latinoamérica, con las afueras del Instituto Fleni y la Clínica Alcla como sedes centrales. Para entonces, y desde el minuto uno, la frase "Fuerza Cerati" ya estaba bien instalada como idea fuerza en redes sociales, y los 140 caracteres se transformaron en espacio para que el consuelo circulara en forma de todo tipo de versos.
Hoy son estos mismos los que siguen tejiendo la ilusión, como hicieron los del comienzo de este texto en su propia familia, con motivo del primer cumpleaños del artista en su condición actual. "La tinta no secó y en palabras dije muchas cosas, pero en mi corazón todavía queda tanto por decir, que no me voy, me quedo aquí", rescataron desde "Me quedo aquí".
La frase hoy se alza como una de las más estremecedoras y emotivas de Ahí vamos (2007), escrita por un Cerati que parece hablar desde este presente en penumbras, para reafirmar que este calvario no ha sido ni será en vano. "Del mismo dolor, vendrá un nuevo amanecer" ("Adiós"), preferirán otros.
"No está mal sumergirme otra vez, ni temer que el río sangre y calme, sé bucear en silencio", dice una cita de "Zona de promesas" que se propaga en busca de una explicación a todo esto, aunque los más optimistas siempre opten por ese coro luminoso, que en vivo reclamaba brazos en alto: "Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa".
El ejercicio puede remitir al pacto perenne entre un adolescente y su libreta, pero es lo único a lo que hoy pueden aferrarse esos miles de fanáticos que lanzan un "por qué" al viento, sin que éste devuelva una respuesta. Sí, en cambio, una frase contenedora y cálida puede asomar en la voz del propio Cerati, mientras que de su cuerpo estático emergen las señales a las que su entorno aún se aferra: Un leve cambio en sus pulsaciones cuando hombres como Leo García o Ricardo Mollo le cantan guitarra en mano; un movimiento distinto en sus órbitas cuando sus hijos lo saludan con cariño; una sujeción firme a la mano de Lilian Clark, cada vez que esa admirable mujer le toma la suya.
Pero en el suplicio inexplicable en que esto se tornó, la adición de todos esos factores aún no logra cuajar en una suma: Dos años después, el artista sigue estable en esa latencia a la que sólo se puede maldecir, sumergido en este sueño que ya superó cualquier margen que alguien haya podido aventurar. La esperanza de un futuro distinto, sin embargo, no quiere decaer en quienes lo admiran; menos en quienes lo aman. Tal vez por eso es que, aunque tenue, la llama de Cerati se mantiene encendida, y miles aún se ilusionan con que eso pueda ser suficiente para que este estado de "siempre es hoy" tenga un final de una vez por todas, y que pronto llegue el momento en que el mañana también pueda abrirse paso.
—Sebastián Cerda