SANTIAGO.- Apenas en la partida del concierto de reencuentro de Lucybell, las más emblemáticas escenas acumuladas en dos décadas de historia pasan en una rápida sucesión: Están los últimos años, con el trío actual interpretando la reciente "Ave Fénix"; luego, el origen, con Claudio Valenzuela, Gabriel Vigliensoni, Marcelo Muñoz y Francisco González, recordando la matriz de "Caballos de histeria".
Pero ya en el tercer corte de esta velada arriba un conjunto que permanecerá inalterable, con los seis músicos que han pasado por el grupo (que hoy completan Eduardo Caces y Cote Foncea) alternando posiciones. ¿El futuro? Quién sabe, pero en vista de los resultados no queda más que decir "ojalá".
Porque este Lucybell histórico, que esta noche en el Centro Cultural Amanda logró condensar sus 21 años de circo, reúne en su composición inédita todo lo que un fan de tomo y lomo tal vez siempre soñó: Están los nombres que iniciaron la aventura, y están también aquellos que entraron luego no para reemplazar, sino para escribir nuevas páginas; está la sutileza del viejo orden, junto a la potencia del nuevo; y están los clásicos de ayer y anteayer, pero con un sello que sólo podría caber en un nuevo hoy.
Así quedó demostrado desde "Sálvame la vida", una canción de Lúmina (2004) que no grabaron ni Muñoz, ni Vigliensoni ni Foncea, pero que con los seis en escena hace circular en corriente los nuevos aires que hoy la recubren, especialmente en el coro.
En "Mataz", en tanto, la puesta en escena original (con Muñoz en guitarra y González en bajo) se ve ahora reforzada, sobre todo en el vuelo de los matices electrónicos que Vigliensoni porta como marca registrada.
Luego sigue "Milagro", de Amanece (2000), con un bache de Muñoz en la guitarra acústica que fue tapado como sólo pueden hacerlo aquellos que ni siquiera necesitan mirarse para salir jugando: Valenzuela sostiene un poco más la nota y todos hacen como que aquí nada hubiera pasado, para dar la largada a otro tema en que todo se combina, y que timbran las armonías vocales que Foncea trajo consigo.
El sello, entonces, es tan reconocible como original. No es exactamente el cuarteto de Peces (1995), Viajar (1996) ni del llamado "disco rojo" (Lucybell, 1999); tampoco es el primer o el segundo trío. En cambio, sí parece ser la historia completa que hoy se reúne, decidida a dar una mirada hacia adentro, pero también hacia adelante. Se nota en el reencuentro con las atmósferas de "Cuando respiro en tu boca", así como en el goce generalizado en que todos se embarcan con "Fe".
Al frente de todo esto, Claudio Valenzuela acude nuevamente a esos culebreos vocales que ya le son tan propios, y su teatralidad habitual pasa a segundo plano cuando lágrimas auténticas brotan de sus ojos, al dedicar "Carnaval" a su padre recién fallecido.
Es uno de los momentos más emotivos de una noche en que esa etiqueta cabe en cada rendija, y que "Mil caminos" resume con fidelidad en el cierre: Los que hoy están, los que se fueron en 1999 y el que partió en 2005, juegan un rol claro en la actuación, sin rellenos para la foto.
Bajo el escenario, mientras tanto, los fans de ayer y los de hoy celebran en sus respectivos modos, y terminan de imprimir una postal que en su anverso, por lo pronto, tiene dos mensajes claros: Que este sexteto merece una vida más larga que la gira de celebración que hoy largó, y que la cita del 23 de junio en el Teatro Caupolicán asoma simplemente como imperdible.