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El árbol de la vida

Es un disco de versiones de Violeta Parra, pero en él Javiera Parra y su banda son tan o más fieles a su propia identidad de música pop, que a la tradición de revisar a un clásico.

25 de Julio de 2012 | 18:50 |


Javiera Parra ya había dado una señal significativa cuando hace once años eligió una composición de Violeta Parra para contribuir como solista al compilado Después de vivir un siglo (2001): grabó "La lavandera", una de las melodías más bellas, pero también inadvertidas, en la obra enorme de la autora. Ahora ese gesto parece un anticipo. Una impresión inicial del nuevo disco de Javiera y los Imposibles, esta vez como grupo, es que, salvo la tonada "La jardinera", ellos escogen canciones en general menos expuestas de Violeta Parra para abordar parte de su repertorio. El árbol de la vida es primero la invitación a un descubrimiento.

Para este retrato posible de Parra el grupo elige, por ejemplo, los rasgos de dolor de "Qué he sacado con quererte" y "Una copla me ha cantado", que se escuchan acá como canciones hermanas de sangre, y los trazos contingentes de "Me gustan los estudiantes", "Según el favor del viento", "Arauco tiene una pena" y "Santiago, penando estás", que es una protesta ante la pérdida de memoria histórica pronunciada ya en los años '60. Más allá de sus diferencias temáticas, todas ellas comparten en sus versiones originales la intensidad con que la autora componía y cantaba por igual sobre penas de amor o denuncia social.

Hay varios caminos para recrear una canción, como se oye aquí. Uno es alterar las melodías. Javiera Parra suele modificar e incluso simplificar la entonación de líneas como "Son aves que no se asustan de ánimas ni policías" (en "Me gustan los estudiantes"), o "El niño me causa espanto / ya no es aquel querubín" (en "Santiago, penando estás"), y sobre todo en "Las mariposas alegres / de ver al tierno angelito" (entre muchas otras de "El rin del angelito"). Cambiar los acordes es una segunda opción que funciona mucho mejor y crea transformaciones más profundas, y en ese sentido se oyen los sucesivos cambios de tonalidad de "Rin del angelito", o la armonía nueva hacia el final de "Run Run se fue pa'l norte", entre varios casos. Ésas son dos canciones del LP final Las últimas composiciones de Violeta Parra (1966), el mismo que incluye los himnos absolutos "Gracias a la vida" y "Volver a los diecisiete", pero del que Los Imposibles eligen estas otras dos obras igualmente inmensas.

La opción más evidente es cambiar los timbres. Violeta Parra hizo sus canciones con instrumentos acústicos; éste en cambio es un disco de guitarras eléctricas, teclados, efectos de sonido y softwares, y ahí están el revestimiento electrónico con que "Dos palomitas" queda "modernizada", o la electricidad de guitarras con que finaliza "Santiago, penando estás". Un cuarto recurso es transformar el compás, y estos dos últimos, los instrumentos y el compás, terminan de reafirmar aquí el carácter de Javiera y los Imposibles. Ésta es una banda pop, y por lo tanto un efecto de los arreglos de El árbol de la vida es que las canciones quedan normalizadas para los códigos rítmicos del pop convencional. No sólo es que "La jardinera" pase de ser una tonada en tres tiempos a una canción en cuatro tiempos. Sobre todo se nota en esos compases misteriosos de descifrar y rebeldes de domesticar con que Violeta Parra imaginó "En los jardines humanos", "Qué he sacado con quererte", "Según el favor del viento", "Una copla me ha cantado", "Santiago, penando estás" o "Dos palomitas", creaciones originales que desafían a las matemáticas, y que aquí quedan sujetas a la cuadratura estándar de una canción de la radio.

Es en este nivel donde queda claro que este grupo es más fiel a sí mismo que al supuesto "deber ser" de un disco de recreaciones de Violeta Parra. Justo cuando en los últimos años el péndulo de cierta música juvenil chilena volvió a inclinarse por los instrumentos acústicos y las tendencias folclorizadas, Javiera y los Imposibles prefieren responder a su historia previa, con canciones tocadas, producidas y hasta pronunciadas como la música pop: El mejor ejemplo de esa pronunciación es el par de versos iniciales de "Rin del angelito", esa forma de modular las vocales propia de muchos cantantes pop chilenos. Así como Javiera Parra dio una señal anticipada en 2001, el grupo completo ya había dado una señal similar un año antes con su disco AM (2000). No hay nada que ver entre Violeta Parra y un compilado de hits de Gianni Bella o Franco Simone, salvo que este grupo tradujo esas dos fuentes a su lenguaje propio.

De hecho una forma de escuchar El árbol de la vida es teniendo en consideración las versiones originales, pero tampoco es indispensable. Los discos también son registros de su época, y haber iniciado esta lista de canciones con "Me gustan los estudiantes" es una instantánea nada de gratuita sobre las luchas sociales retratadas por Violeta Parra en los '60 y re-tratadas por Javiera Parra en 2012. Una es la abuela y la otra es la nieta, como es bien sabido, pero la mejor de estas versiones incluso logra dar un nuevo sentido a ese parentesco. Ese ritmo de vals en acordeón con que parte la tercera canción no es para "Qué pena siente el alma" ni mucho menos, sino para una reinvención de "En los jardines humanos" que es conmovedora. En momentos como ése es como si las dos se dieran la mano. Una para entregar una canción original, y la otra para crear a partir de eso algo nuevo por completo. No una versión. Otra canción.

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