SANTIAGO.- Fines de los años ochenta. Las protestas sociales aumentan y crece la presión internacional por un gobierno democrático en Chile. Los familiares de detenidos desaparecidos sacan la voz en las calles de Santiago para hacer una pregunta que para muchos aún permanece sin respuesta: "¿Dónde están?".
Bajo este contexto, recrear en la película "No" el proceso creativo tras la propaganda opositora a Pinochet, pudo tener una alta carga dramática, así como también una tensión constante. Sin embargo, Pablo Larraín optó por suavizar este periodo con un humor agudo, sarcástico y críticas a la clase política de todos los sectores, recurso que, a juicio de su protagonista, Gael García Bernal, no fue fácil.
"Es complicado, porque esta película, antes de que se hiciera, a ciertas personas les podía causar muchísimo resquemor que también fuese comedia, pero siento que es una de las virtudes de la cinta y de Pablo Larraín”, afirma el mexicano en conversación con Emol, a sólo días del estreno de la cinta que triunfó en la última versión de Cannes.
El actor explica que "no era cuestión de reírnos, o de burlarnos", sino de recoger en la pantalla grande el sentido de una campaña "que iba para arriba, que era energética", pero que aún no logra recibir el reconocimiento que merece.
"Cómo influyó la campaña (en la caída a Pinochet) es algo que el mundo entero no sabe. Se habla poco, se recuerda poco también. Mucha gente que le tocó vivir eso sí recuerda que hubo una campaña 'particular' de plebiscito, pero digamos que no es tan valorada como debería serlo. Creo que ahora habrá una especie de vuelta gracias a la película", dice el actor principal de la historia.
En el guión de Pedro Peirano, García Bernal es el exitoso publicista René Saavedra, un chileno hijo de exiliados que, casi sin darse cuenta, se convierte en el cerebro de la campaña televisiva del "No".
En palabras del actor, René "representa a las personas que de alguna manera transcurren de la apatía política hacia la política en un sentido más concreto, pasan a convertirse en operador... Esa transición de personas que hace ocho años sentían que no podían cambiar las cosas directamente, de pronto sienten ahora que tienen el poder".
El protagonista de "La ciencia del sueño" había estado en el país en ocasiones anteriores, grabando junto a Walter Salles ("Diarios de motocicleta"), pero jamás colaborando con un director chileno. Esta nueva experiencia fue para él un descubrimiento, que lo llevó a comprender el interés por los derechos humanos en los cineastas, especialmente en Larraín, quien abordó el tema en sus dos últimas producciones ("Tony Manero" y "Post Mortem").
"Yo no tenía la dimensión del profundo dolor que había causado la dictadura aquí. No me había dado cuenta del dolor que acarrea. Entonces ninguna discusión, ninguna película en torno a eso me parece reiterativo. Se tiene que hablar, se tiene que hacer... es creatividad en torno a cómo lograr purgar el dolor", concluye.