NUEVA YORK.- La sofisticación que impregnó la vida personal de la millonaria y filántropa neoyorquina Brooke Astor se ofreció al público a través de los cuadros, las figuras de porcelana y las esculturas de bronce con las que decoró sus residencias, y que se subastaron en la Gran Manzana.
Hasta 1.500 obras de arte, muebles y joyas de la acaudalada neoyorquina (1902-2007) fueron puestas a la venta por la casa de subastas Sotheby's, que acercó de este modo el estilo y la belleza de que se rodeó Brooke Astor, presentes, por ejemplo, en un óleo del orientalista John Frederick Lewis (1804-1876), que se vendió por 1,6 millones de dólares.
Ésta fue la pieza que alcanzó un precio más elevado de todas las que se ofrecieron ayer y que sumaron una recaudación de 8,7 millones de dólares, aunque la venta de la colección de una de las figuras más destacadas y conocidas de la alta sociedad de Nueva York proseguirá hoy.
Uno de los artículos más cotizados fue otra obra de arte, en este caso un dibujo del paisajista veneciano Canaletto (1697-1768), que se vendió por 1,2 millones de dólares, el doble del precio en el que estaba valorado.
La afición de Astor por el arte la hizo atesorar a lo largo de su vida, tanto en su lujoso departamento de Park Avenue como en su finca del condado de Westchester (Nueva York), decenas de pinturas, entre las que figuraban varias de Tiepolo, una de las cuales se vendió por 722.500 dólares.
Esta pasión por las artes decorativas se encarnó también en piezas de porcelana y de laca orientales, algunas de la dinastía Qing, que alcanzaron un precio de 200.500 dólares, así como espejos pintados, por los que se pagaron hasta 194.500 dólares, y jarrones japoneses del siglo XVII, con un valor de 170.500 dólares.
Ese mismo precio alcanzó una figurita de bronce tibetana, fechada entre los siglos XIV y XV, que superó así con creces todas las expectativas, ya que estaba tasada únicamente en 12.000 dólares.
Gran parte de esta colección de arte oriental fue adquirida durante los años en los que Astor vivió en Beijing junto a su padre, el general John Russell.
Otra de las grandes motivaciones de la multimillonaria, quien recibió de su tercer marido el apellido por el que se la conoció en la alta sociedad neoyorquina, fueron los animales, lo que se plasmó en sus cuadros, en los que los perros se convirtieron en una temática recurrente, y en esculturas y figuritas.
Un exponente de esto es una pequeña pieza de bronce y mármol, obra de Herbert Haseltine, que representa a un cerdo y cuyo precio ascendió a 50.000 dólares.
Tampoco faltaron en la subasta artículos de diversos juegos de vajilla y cubertería de plata, así como abundantes piezas de mobiliario, entre las que figuraban mesas y butacas estilo Luis XVI, múltiples relojes, candelabros o un retrato de la propia Astor, que se vendió por 22.500 dólares.
Una parte importante de la venta la engrosan las piezas de joyería que tan características fueron a la filántropa, célebre por sus generosas obras de caridad y su compromiso con causas benéficas, por ejemplo, un collar de esmeraldas y diamantes, y un anillo engastado con las mismas piedras preciosas.
Otra de las alhajas más sobresalientes es un broche de diamante, coral y rubí con forma de león inspirado en las esculturas que flanquean la Biblioteca Pública de Nueva York, una de las instituciones que se beneficiarán de lo recaudado en la subasta, junto al Museo de Arte Metropolitano, las escuelas de Nueva York y el Animal Medical Center.
Después de su fallecimiento, la herencia de Astor fue causa de gran controversia, hasta el punto de que su único hijo, Anthony Marshall, fue condenado en 2009 a tres años de cárcel por haber estafado a su madre en sus últimos años de vida, aprovechando que padecía mal de Alzheimer.