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¡Uno!

No deja de ser rock corporativo, pero en el primer disco de su nueva trilogía la banda estadounidense al menos vuelve a sonar como si fuera punk rock para las masas.

30 de Septiembre de 2012 | 14:58 |
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Fue en los mismos días de la salida del nuevo disco de Green Day, casi como si hubiera sido una acción promocional: "Fuck this shit. Voy a tocar una fucking canción nueva", dijo de improviso en un festival en Las Vegas el 21 de septiembre el cantante Billie Joe Armstrong, al interrumpir la última canción de su lista, bien podrido porque la organización lo obligó a terminar el show en un minuto. "¿Un fucking minuto más? ¿He estado aquí desde 1988 y me van a dar un minuto? No soy el fucking Justin Bieber, motherfuckers. Déjenme mostrarles lo que significa un fucking minuto", dijo y en realidad en menos de un minuto hizo pedazos su guitarra Gibson Les Paul amarilla sobre el escenario. Y sería un cliché punk anecdótico salvo por dos detalles. Uno es que luego de eso el grupo anunció que Armstrong está yendo "a rehabilitación", otro cliché en la forma de vida de ricos y famosos del rock. Y otro es que su argumento es válido: Green Day lleva desde 1988 en esto y ahí está el noveno disco de su carrera para probarlo.


En todo caso el efecto de ese disco, en vez de seguir avanzando en la dirección de sus álbumes más recientes, es recuperar el sonido que hizo famoso el trío de Armstrong (voz y guitarra), Mike Dirnt (bajo) y Tré Cool (batería). Es obvio que hoy Green Day es una banda de rock corporativa como pocas en este negocio, y en uno de sus discos previos, el exitoso American idiot (2004), lo habían acentuado al internarse en mega hits grandilocuentes como "Boulevard of broken dreams" y sobre todo "Wake me up when september ends". Pero acá hay algo de la frescura que habían perdido en esos "discos conceptuales" y "óperas rock". En ¡Uno! (2012), que es parte de una anunciada trilogía que incluirá luego ¡Dos! (2012) y ¡Tré! (2013), Green Day vuelve a sonar como una banda de rock en vez de una banda de hits a ritmo de baladas. Estas canciones se inscriben en dos velocidades principales: una ligera y una más rápida sin llegar a ser hardcore, tal como lo dictaron en sus cinco primeros hits de los '90, "Basket case", "Welcome to paradise", "She", "When I come around" y "Longview", y tal como parte ahora ¡Uno! con "Nuclear family" y "Stay the night".


El pulso siempre impecable de Tré Cool en la batería y el consabido estilo ajustado con que Mike Dirnt toca sus líneas de bajo sigue siendo el respaldo para la voz y la guitarra de Billie Joe Armstrong en ese punk rock melódico que transformaron en un negocio millonario hace más de quince años. "Sweet 16", por ejemplo, una de las nuevas canciones, no haría ningún ruido en la banda sonora de alguna serie de TV estadounidense. Pero Green Day también se puede desmarcar de su molde en el ritmo elástico y atrayente que construyen en "Troublemaker" y bajar la velocidad para tocar "Kill the DJ", el segundo single, una canción provocadora cuya letra es bastante menos obvia que su título y en la que prueban mimetizarse justamente con algo así como un ritmo disco. Tras sus primeros años en el underground, fue sorpresivo ver a este trío aparecer a gran escala en el festival Woodstock '94 como una reencarnación del punk setentero entre el panorama del "rock alternativo", el grunge y la estética Lollapalooza de los '90. Luego de eso pueden haberse transformado en el puente para toda una saga de bandas posteriores que tuvieron más de California que de espíritu punk original –Blink 182, etcétera–, pero Green Day tiene una escuela más distintiva. Es la que sacan a relucir de nuevo en este disco. Y que de hecho coincide con el currículum que Armstrong tiró encima en Las Vegas, en otras palabras, eso sí: con menos palabrotas.

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