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Fuego en los Andes

19 de Octubre de 2012 | 16:31 |
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No hay dudas de que Ángelo Pierattini es un tipo trabajólico. Desde que dejó el abrigo que presuponía Weichafe, el guitarrista no ha dejado de publicar discos y en particular los últimos años, periodo en el que su producción ha avanzado con vértigo, casi como si Pierattini vomitara literalmente canciones. La mejor prueba de ello es que en sólo dos años, el otrora Weichafe sacó a la calle cuatro registros: Vampiros (2010), Pierattini III (2011), el epé Canción universal (2011) y su más reciente elepé, Fuego en los Andes (2012).

Esta cercanía temporal entre un trabajo y otro no significa que musicalmente exista un parentesco. Mientras que en Pierattini III y Canción universal prima una suerte de grito primitivo, en el que se refleja a través de la guitarra el acontecer nacional, además de temáticas más introspectivas propias del guitarrista, con Fuego en los Andes, el músico se la juega por entregar un discurso más universal y lo acompaña de un concepto sonoro que exploró en Vampiros, disco en el que acompañó a sus clásicas guitarras tipo Neil Young con sonidos de sintetizadores.

La diferencia radica en que, mientras que Vampiros aún constituía una búsqueda, en Fuego en los Andes Pierattini encuentra al final de la jornada. Los temas de índole introspectivo, como "Que simple vibra nuestro amor", van de la mano con "Fuego en los Andes" y ambas ejemplifican este paso enorme que ha dado el guitarrista para hallar su voz. Si en el primer tema mencionado, que además inicia este trabajo, los juegos de teclados son predominantes, en el segundo corte la guitarra conduce y esos mismos sintetizadores, que antes lideraban, ahora acompañan con el cálido sonido del hammond.

En el medio de esto, no encontramos con el Pierattini de siempre en "Desayuno chino" junto al que innova, como en el caso de "La paz de perros". Asimismo, también existe espacio para la intimidad del formato acústico en "Los ruiles", elemento que el guitarrista ya había explorado en otra oportunidad. Y si de un sonido más de raíz, la ranchera "Alma desierta", con la colaboración de Carlos Cabezas, demuestra lo atento que Pierattini está a los sonidos de la actualidad, particularmente, la predilección por los sintetizadores, y cómo estos ayudan a su propio lenguaje. Así se aprecia en los temas que cierran Fuego en los Andes: "Calavera" y "Sed de mal".

Lo que prima en el cuarto registro de Ángelo Pierattini es la madurez. Una que le favorece como compositor, eliminando ciertos excesos y presentando un registro, su cuarto elepé, en el que da rienda suelta a sus ambiciones sin ser víctima de éstas. Ya sea a nivel lírico como sonoro, Fuego en los Andes representa un avance estilístico completo, sin transar con el medio, y esa cualidad lo hace un disco de especial atención y elogio.

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