Solar

"Araucana", tema con que Crisálida abre Solar, deja en claro dos puntos: primero, que el conjunto nacional es un dominador absoluto de los códigos del rock progresivo moderno, haciéndolos una suerte de especie única dentro de la fauna rockera criolla y en segundo término, que este conocimiento es clave para poder construir temas en los que se puede reconocer, sin mucho aspaviento, el sello característico del quinteto nacional.

A la altura de un cuarto disco en estudio –quinto, si consideramos el epé Contacto (1998)– este logro sobrepasa a cualquiera que viniese después. O mejor expresado, engrandece cualquier meta que Crisálida consiga de acá en más.

Con el primer tema, está más que claro que la agrupación nacional puso todo en la palestra. La voz de Cinthia Santibáñez, en el intertanto de este trabajo y el anterior, Raco (2009), ha crecido una enormidad. Asimismo, el nivel de arreglos en las composiciones también da muestras de un notorio avance. Basta escuchar "Atacama", sobre en lo que respecta a pianos y vientos, para tener el cuadro de una banda que crece. También tenemos al frente a un grupo que busca expandirse, como prueba "Bajo tierra" y su sonido mucho más moderno.

En Solar, Crisálida expresa su tino para estructurar ya sea canciones como también, y quizás más importante aún, matices y colores. La banda pasa desde momentos llenos de potencia, como en la mencionada "Bajo tierra", a instantes más suaves y atmosféricos. Es el caso de, por ejemplo, "Mantra" y "Mitos", composiciones en las que se notan los años de circo del grupo. De la misma forma, en canciones más extensas como "Solar (pachakuti)" se pueden apreciar ambas maneras de composición, dando como resultado un sonido que, si bien en su forma está llamado a entrar de lleno en el extranjero, en el fondo conserva una identidad nacional atribuible sólo a lectura que Crisálida hace de ésta. Y ese sentido global que posee Solar es el que destaca por sobre todas las cosas.