SANTIAGO.- La imaginería, las noticias y su propio esmero han ayudado a definir a Lady Gaga como una personalidad excéntrica e irreverente, que trabaja religiosamente para romper con moldes y convencionalismos. Pero también la han levantado como una profesional del espectáculo con aspiraciones al borde de lo mórbido, que no sabe de restricciones a la hora de plantear sus desafíos.
Todo eso es lo que esta noche mostró la neoyorquina en su debut en Santiago, en el marco del grandilocuente tour "The born this way ball", una verdadera conjunción de recursos destinados a desarrollar un show con aspiraciones simplemente absolutas.
Todo vale en ese afán, partiendo por la construcción de su ya famoso castillo modular y de tres niveles, tan estético como funcional. Una estructura que se pliega y se abre según la ocasión, y por la que circulan músicos, bailarines y la propia Gaga, con todo a su disposición para desarrollar su espectáculo soñado.
Apenas lo luce en la apertura con "Highway Unicorn (Road to Love)", su ceremoniosa introducción a bordo de un unicornio, senda que sigue en la performance solitaria de "Government Hooker". Hasta ahí el fuego aún se está avivando, y termina de prender recién en el tercer corte, "Born this way", el tema que dio nombre al disco que hoy promociona (y que interpreta entero), y que la puso en la polémica por su innegable parecido con "Express yourself" (Madonna).
"Bloody Mary", con aires de "mansión siniestra" y Gaga moviéndose como un espectro; "Bad romance" con el primer coro, y "Just dance" con el despliegue total de la escenografía, regalan los siguientes peaks, pero entre un tránsito que también se muestra algo irregular.
Porque mientras otros con menos presupuesto se permiten derrochar LED, la estadounidense sólo dispone de un par de pantallas en los costados, de tamaño apenas suficiente para un estadio como el Nacional y para los estándares de hoy.
Y aunque se esmera por encender al público con éxitos discotequeros, vestuario y despliegue escénico, tampoco se frena a la hora de sus intervenciones, que pecan de exceso de palabrería en su afán por erigirse como una estrella que ama a todos, que se debe a sus "monsters" y que sueña con el mundo mejor que todos queremos.
En esos momentos todo languidece, pero es tal la cantidad de ases bajo la manga que Stefani Germanotta tiene, que pronto lo resuelve. Para eso están "Telephone", "Judas", "Bad kids" y "Poker face", entre otras que la han elevado como la nueva emperatriz de las pistas de baile.
Allí también Gaga aprovecha de mostrar sus méritos, que no se limitan sólo a un enfermizo sentido del espectáculo: En esos y otros de los temas que recrea en más de dos horas de show, la artista demuestra que es una cantante entrenada y solvente, con un dominio artístico que le permitirá pelear el trono que anhela si es que lima sus bordes más irregulares.
Pero eso no debe ser algo que le interese demasiado hoy: Lady Gaga está en la cúspide impulsada por una mezcla de menores, incondicionales y seguidores con simples ganas de divertirse, que aún se conforman con su presencia más que con sus potencialidades. Tal como los cerca de 40 mil que hoy vinieron a Ñuñoa.