Liderados por el carismático Jarvis Cocker, los británicos Pulp registraron el momento más alto de Primavera Fauna 2012.
Juan Eduardo LópezPrometía ser uno de los festivales más determinantes de este segundo semestre en Chile, y tras una jornada intensa y extensa como pocas en nuestra cartelera, la conclusión para los asistentes a Primavera Fauna debe tener matices: La aspiración se cumplió en parte, con cierre en azul, por cierto, pero con una lista de detalles que es urgente revisar de cara a las versiones siguientes del evento.
Merecer que el público siga confiando en la marca a futuro, es algo que esta vez el festival le debe únicamente a lo ocurrido en los escenarios, y en específico a unos cuantos nombres. En esta línea, sin dudas que la delantera la lleva Pulp, quienes no sólo ofrecieron el mejor show de la jornada, sino también uno de los mejores de la temporada en nuestro país.
De la mano de Jarvis Cocker —un frontman como pocos en el abanico del pop, condición que ya había demostrado en 2008, pero que ahora llevó varios pasos adelante—, la banda británica logró tocar la fibra de los asistentes, gracias a un repertorio plagado de éxitos ("Do you remember the first time?", "Disco 2000", "Common people", "This is hardcore", etc.), que resisten casi intacto el paso del tiempo, y que limitar a la nostalgia sería reduccionista y mezquino.
De ello dio cuenta la asistencia a la presentación, fácilmente un cien por ciento de las diez mil personas que llegaron hasta Espacio Broadway, algo que todos los demás integrantes de la parrilla estuvieron lejos de lograr. Por el contrario, en las horas previas primó el zapping, alternando los escenarios principales no tanto con el secundario (un irregular sector electrónico), sino más bien con agregados extra musicales: Básicamente vida social y la búsqueda de una esquiva sombra. En ese afán de capturar las atenciones, poco pudieron hacer rellenos como el de los brasileños Bonde do Role, cuyos objetivos están más cerca de lo lúdico que de lo artístico.
Pero de ésos fueron los menos, porque además de Pulp las tarimas principales también tuvieron otras propuestas de altura, partiendo por los norteamericanos Dinosaur Jr. El trío lució el peso de sus pergaminos, al alero de una fórmula eléctrica que apunta a la administración del ruido, y a un salvajismo que no llega a la anarquía.
Esa sabiduría es la misma que hizo escuela en las siguientes generaciones del rock llamado alternativo (principalmente el grunge), en un recuento tan fundacional como el que levantó Jorge González con el recuerdo de Corazones, el cuarto disco de Los Prisioneros. Acompañado sólo de Cecilia Aguayo —relevo de Claudio Narea a principios de los 90— y de Uwe Schmidt —un nombre clave en la electrónica local—, González recreó las nueve canciones de ese álbum casi con total fidelidad.
Sólo la renovada textura de algunas programaciones aportadas por Schmidt ("Corazones rojos"), o la delgadez de la que otros temas no alcanzaron a recuperarse, tras pasar 20 años apartadas de los repertorios de González, entregaron variantes en uno y otro sentido, en una sesión que de todos modos sirvió para devolver a Corazones al lugar que se merece: Sin contrapesos, es la placa que puede ubicarse como piedra angular del pop chileno moderno.
The Walkmen ratificando su lugar como el otro gran crédito a bordo, José González instalando una isla con su propuesta sentida e íntima, Little Boots invitando a una amena fiesta, Illya Kuryaki y Bomba Estéreo con la cuota de poder latino, y The Virgins afirmándose como nombre por atender en el indie, fueron otros de los momentos rescatables.
Estos últimos, no obstante, fueron víctimas del mayor bochorno técnico de la jornada, cuando debieron permanecer sobre el escenario sin sonido, durante más de tres minutos. Dinosaur Jr. también padeció este tipo de problemas, aunque por el lado de las luces: Su actuación terminó absolutamente en penumbras.
El resto de las fallas, en tanto, las tuvo que soportar el público, y no fueron pocas. Porque llegar avanzada la tarde hasta la Ruta 68 o irse en el cierre, fue un verdadero parto, sobre todo para los que optaron por los buses. Los sandwiches pudieron ser muy gourmet, pero adquirirlos costaba fácilmente una hora en fila. Para usar los baños, en tanto, también hubo que ejercitar la paciencia, mientras que los que tuvieron el infortunio de quedar atrás en Pulp, no pudieron apreciar mucho: La única pantalla disponible estaba sólo a la vista de las primeras filas y del desproporcionado sector vip, cuya ubicación al medio y junto a las torres dejó a su suerte a todo el resto de la audiencia.
Si se mejoran esos aspectos, será un salto definitivo. El line-up ya fue un notorio avance respecto de la primera edición, y pudo dejar a Primavera Fauna al borde de la graduación. Sin embargo, para conseguirla aún se necesita un poco más de trabajo, y bastante más de empatía.