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Como se templan los metales

"A punta de fuego y golpes", describe la cantante chilena acerca del sentido de su nuevo disco, Templanza: una palabra con resonancias poéticas, musicales y vitales, y un disco que estrecha lazos con Argentina y Brasil.

07 de Diciembre de 2012 | 19:46 |

Hay más de un viaje implícito en la historia del reciente disco de Francesca Ancarola. En los créditos figuran unos estudios llamados Paraná y otros de nombre Ipanema en Buenos Aires. Se escuchan músicos de Brasil y Argentina en algunas canciones, entre ellos el pianista argentino Carlos Aguirre, socio fiel de la cantante en ese país. Y hay un encuentro clave de hace tres años entre ella y la compositoria brasileña Léa Freire, que fue quien abrió la compuerta para que Ancarola tuviera al filo del fin de 2012 un nuevo disco titulado Templanza.

Es el octavo registro de esta compositora e intérprete chilena, que empezó a grabar en 1997 y que desde antes ha incursionado tanto en la música contemporánea y el canto lírico como en el repertorio latinoamericano, el jazz y la raíz folclórica, además de grabar discos de repertorio diverso o álbumes temáticos dedicados al bolero, al catálogo de Víctor Jara y a las canciones para la infancia. Éste último es el caso de su disco anterior, Arrullos (2008), compartido con el citado Carlos Aguirre, pianista de la provincia de Entre Ríos y una de las principales figuras de la música de fusión con raíz folclórica en su país.

Carlos Aguirre vuelve a estar presente ahora en al menos dos formas en Templanza. Suyos son los pianos que oyen en las canciones "Lo que más me gusta" y "Brisas". Y el sello por el que ha sido editado el álbum es Shagrada Medra, la disquera independiente creada por el pianista en Argentina. Son lazos con Francesca Ancarola que se relacionan con ese disco previo compartido entre ambos y que se suman al ritmo natural de los años recientes en la vida de la cantante.

-Sí, hay una sensibilidad que queda a flor de piel en el proceso de Arrullos con respecto a ser mamá, a compartir el tiempo, el espacio y las preocupaciones de un hogar con tratar de impulsar el trabajo de uno -explica ella-. Entonces este disco tiene harto tiempo de maceración, en los conchos de tiempo que quedan para crear, que es poco y nada. Había un himno súper apotéosico del terremoto con unas décimas y unos versos de Elicura (el poeta Elicura Chihuailaf), pero éste es más bien un disco de sólo canciones.
 
Una foto de diez años, más o menos
 
Nunca antes había habido una pausa de cuatro años en los discos de Francesca Ancarola, que son una trilogía inicial entre Que el canto tiene sentido (1998), Pasaje de ida y vuelta (2000) y Jardines humanos (2002), el álbum Sons of the same sun (2003) publicado en EE.UU., el repertorio de boleros de Contigo aprendí (2004), las versiones de Víctor Jara para grupo de jazz de Lonquén (2006) y el mencionado Arrullos (2008). Templanza (2012) consiste en seis canciones propias, dos colaboraciones y dos versiones de otros autores, y recoge un período largo de composiciones de la cantante.

-Es una foto de diez años, más o menos -calcula ella. Y entre las canciones, "Desnudas del alba" es una de las más tempranas, al igual que "Corazón mendigo" ("Es un estudiar y estar un poco pegada con la Chabuca Granda, con el vals peruano", define la autora). "Amanda dibuja el día" data de los años de Lonquén, y algunas de las canciones de esta misma época quedaron en Arrullos, como "Ojos de botones". Pero el detonante es la melodía que da el título al disco. "Templanza", la canción, es una letra de Francesca Ancarola sobre una música de la compositora brasileña Léa Freire, a quien conoció en 2009 en Sao Paulo. Y ya antes de escrita la letra, la música venía con una dedicatoria definida.

"(… a Liliana Herrero)", se lee ahora en el cuadernillo del disco: la canción es para la cantante de raíz folclórica argentina Liliana Herrero, reconocida por los doce discos que ha grabado desde 1987 hasta la fecha, los primeros de los cuales contaron con la colaboración de un joven Fito Páez a fines de los años '80, y víctima de torturas durante la dictadura argentina, agrega Francesca Ancarola.

-Léa (Freire) me contó que esa música tenía que ver con el transformar los dolores, ser capaz de trascender al sufrimiento, así como los bronces a punta de golpes y de calor se van endulzando. A mí me hizo sentido además después de pasar experiencias como Lonquén, de saber lo terrible que es todo el tema de los desaparecidos, pero que existe la capacidad de no quedarse en la amargura, de evolucionar hacia una templanza. Pero yo entré como por la ventana a esta música.

-Porque no estaba la letra.
-Estaba sólo la música y ella quería que yo hiciera la letra con esa analogía, que hablara de que la vida no tiene por qué ser amarga después de los dolores. Y fue un problema porque no era mi historia, no soy Liliana Herrero, pero después de insistir e insistir la logré sacar.

-Era complejo el encargo: no sólo escribir una letra con un tema dado, sino además mantener la dedicatoria de la música original. Ahora la canción completa quedó dedicada a Liliana Herrero.
-Sí, quise que permaneciera la dedicatoria porque tenía que estar incluida. No sé si (a Herrero) le guste del todo, pero también lo relacioné con este hecho de templarse uno. De hecho este disco está dedicado a mis hijos, que en realidad son como mi herramienta de templanza. Esta idea termina pasando por mí, y ella (Léa Freire) es importante en el hecho de impulsarme a atreverme otra vez a hacer cosas propias.

-Tiene muchas lecturas la palabra. Se relaciona con temple, con templo. ¿Qué sentido tiene para ti?
-Partió con el que ella quiso darle, que a mí me encantó, esta analogía de cómo se templan los metales a punta de fuego y golpes, y que se conecta también con el sonido, con el bronce como instrumento musical, porque ella es flautista. Y después eso termina traduciéndose en mi vida.

-En la canción también hablas de "temperança", en portugués.
-Sí, se dice "temperança". Acá lo contrario sería el "estado de intemperancia" -sonríe.

-¿Tiene que ver con serenidad?
-Con equilibrio.

-Lo contrario de destemplado.
-Es la búsqueda del equilibrio, que es una búsqueda de todos.

-Y tiene resonancias musicales también: un instrumento bien templado. "El clavecín bien temperado".
-Claro: afinado. O sea, afinado para los parámetros occidentales, porque los orientales son más complejos,  tienen una afinación microtonal más insondable todavía. Pero es la búsqueda del centro, en cada aspecto de la vida. La templanza como algo que se busca y no sé si termina de encontrar, o si uno está pasando siempre por templanzas o destemplanzas.
 
Conexión Fatorusso


Cada canción de Templanza, además de su nombre, tiene un subtítulo: hay composiciones que aluden a la fragilidad o la levedad, a las heridas o la pasión, a la trasmutación o a volver a la naturaleza, al amor imposible o a la quimera.

-Son ejercicios que a veces me planteo, y que también hago aquí en la escuela con los chiquillos, de estudiar los significantes -dice la profesora Francesca Ancarola, a propósito de las clases que imparte en una universidad en Santiago-. De ver qué significa esta canción en mí, y llegar a una palabra, buscando para adentro.

Dos canciones están relacionadas con la juventud ("Un barco de papel", con música del compositor Simón Schriever, integrante del grupo Verde Violeta) y con la niñez: esta última es "Lo que más me gusta", elegida como primer single del disco.

-Me gusta el espíritu de esa canción. Es una canción positiva. Tiradoraza p'arriba. Creo que después de la experiencia de Arrullos, de hacer canciones tan luminosas, me gusta esa energía para un primer play de un disco. Tratar de rescatar la energía de la niñez, que siento que si hay algo de esperanza en este mundo tiene que ver con eso.

Otros compositores invitados al disco son el guitarrista chileno Antonio Restucci y Hugo Fattoruso, figura fundamental de la música popular uruguaya e integrante en los años '60 del pionero conjunto rockero sudamericano Los Shakers junto a su hermano Osvaldo Fattoruso, fallecido este año. Francesca Ancarola ya había cantado con él y con la cantante japonesa Mio Matsuda, primero en el centro cultural Chimkowe de la comuna de Peñalolén, y luego en Japón, en agosto y diciembre de 2010 respectivamente.

-Toño (Restucci) ha estado siempre en mi camino discográfico, desde mi primer disco. Siempre es una alegría tocar con él y grabar sus canciones, tienen la virtud de ser sencillas y bellas a la vez. Y con Hugo (Fattoruso) hubo harto enganche, él es un musicazo, un papá del jazz y de la música. Aparte que su música me recuerda algo de Milton Nascimento. Ahora estamos trabajando en una segunda parte de Arrullos, y le pedí una canción de cuna. Pero mandó una que era como súper hot. Y le dije "Pero ésta no es una canción de cuna".

-Te entendió una canción de cama.
-Es una canción de cama. Bueno, y me mandó otra. Tampoco. Total que de repente me manda una: "Brisas", cantada por él. Preciosa. Con un registro que aparte es casi como de tres octavas. Ésa tampoco es de cuna, le dije, pero ésa la quiero para otra cosa, y quedó en este disco, de preciosa nomás. Es una canción a la música.

-Más allá de las letras, ¿dirías que en Templanza tomaste otras direcciones musicales, comparado con los discos previos?
-Creo que cada canción del disco está tratada en sí misma. Quizás en las letras hay una búsqueda de unidad, pero la música es súper ecléctica, como en otros discos míos. Como Pasaje de ida: ecléctico. O como Jardines. En realidad los discos míos resultan graciasa a una suerte de circunstancias que me hacen grabar en cierto momentos. Me gusta, en todo caso eso: si estoy en un lugar con la gente adecuada y en el momento adecuado, me consigo un estudio y grabo, listo.

-Pasaje de ida y vuelta fue grabado entre Chile y EE.UU. de hecho.
-Sí, y éste también tiene algo de eso. Pasamos con Carlos (Aguirre) por Buenos Aires y aprovechamos de grabar. Son cosas circunstanciales. Todavía no tengo un mecenas que me mande a grabar un disco entero a otro país.
 
Gira tras gira: Ancarola en Argentina
 
Aun sin mecenas, Francesca Ancarola ha conseguido hacer de Argentina un territorio frecuente para sus viajes, y adicionalmente sus tres discos más recientes han sido relanzados en ese país por el citado sello Shagrada Medra, de Carlos Aguirre: Arrullos (2008), reeditado en 2009; el anterior Lonquén (2006), reeditado en 2010, y el propio Templanza (2012).

-Aquí en Chile el lanzamiento de Arrullos fue una presentación en el Palacio de la Moneda, con mucho discurso y un tema (musical); otra en el Club de Jazz y otra en Valparaíso. Eso fue todo. Y en Argentina ha sido gira tras gira. Gracias a ese disco me armé una audiencia súper buena -compara-. Es una relación larga con el sello, y a partir de este disco surge la idea de sacar los discos de Shagrada en Chile. Viene un catálogo enorme de música preciosa, de fusión o folclor, como le gusta decir a ellos, con Falú, Jorge Fandermole, los discos del Negro (Aguirre)… Es un catálogo muy profundo, una foto del interior de Argentina.

Ese vínculo va a ser posible por medio de Hemiola Trasandina, un sello local recién creado por el ingeniero Pablo Mora y la estudiante de musicología Carolina Chacana, que ya distribuye el disco de Francesca Ancarola. "Es la línea que venimos curtiendo los que yo digo que somos medio huérfanos de sello: el Toño (Antonio Restucci), el Chicoria (Juan Antonio Sánchez)", define ella, y suma otros nombres como los de Magdalena Matthey o Elizabeth Morris, que han publicado sus recientes discos por etiquetas como Machi y Oveja Negra. "Ellas ya tienen sus sellos, pero somos todos los que nos hemos tenido que autogestionar en el fondo. Estamos trabajando con la esperanza de finalmente tener un hogar discográfico enlazado con Argentina".

-Este año salieron discos de Entrama, de Elizabeth Morris, de Magdalena Matthey, ahora el tuyo…  ¿Es una coincidencia o algo más?
-No sé, pero es una buena coincidencia. Chicoria también grabó, un disco de composiciones para guitarra y el de Sagare Trío, con el Emilio (García) y el Toño (Restucci). Y yo misma hasta hace algunos meses atrás no sabía si iba a poder sacar el disco, que salió gracias a la gestión de Hemiola.

-Hemiola es una palabra musical, ¿no? ¿Tiene que ver con el compás?
-Sí, el tres contra dos, cuando uno alterna un compás ternario y uno binario. Me encanta el nombre de Hemiola Trasandina porque es un buen nombre para el objetivo de esta productora. Lo cierto es que en Argentina se pregunta mucho por la música chilena, hay un auge. La música de Violeta (Parra) despierta mucho interés, y Víctor (Jara) también, lo notamos cuando editamos Lonquén. Hay una cosa muy atenta e interesada de partida por esos dos músicos y por la escena musical chilena.

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