RÍO DE JANEIRO.- Oscar Niemeyer, el creador de Brasilia y de decenas de obras cumbres en el mundo, fue uno de los grandes brasileños de la historia: logró incorporar a la cultura pop mundial el concepto de arquitectura.
Su calidad de ejecutor del modernismo, plasmado en el uso de vidrio y concreto entrelazados en audaces curvas, marcaron el futurismo cuando promediaba el siglo 20.
Su obra más célebre es el diseño de la primera capital planificada de América Latina, Brasilia, que pareció surgir por milagro desde el suelo del planalto central brasileño.
Suyos son también el sambódromo de Rio de Janeiro, la editora Mondadori de Italia, la sede del Partido Comunista Francés, el Parque Ibirapuera y el edificio Copan de Sao Paulo, el Lago da Papuda de Belo Horizonte, entre muchas otras edificaciones.
Su primer gran logro fue participar con el franco-suizo Le Corbusier en la comisión que definiría la sede del Palacio de Vidrio, que en 1952 se inauguró como la sede de la Organización de las Naciones Unidas.
Con motivo de su centenario, fue entrevistado por la agencia ANSA. En ese encuentro, Niemeyer definió parte de su visión de vida.
"¿Para qué sirve la arquitectura, el saber, si no es para intentar mejor el mundo y hacerlo más solidario?", declaró.
Compromiso político
El arquitecto mantuvo un férreo compromiso político de izquierda. Se definía como el "otro" comunista más viejo vivo, además, decía, del líder cubano Fidel Castro.
Una de sus últimas actividades fue el lanzamiento de la revista Outros Caminhos, donde reflexionaba sobre la actualidad y le daba posibilidades a artistas y arquitectos de las nuevas generaciones.
Niemeyer nunca se detenía en su actividad de hacer bocetos. De ellos surgieron los edificios modernistas que espantaban a los conservadores de la época.
"Si uno toma el lápiz pensado sólo en la solución, dibujará sin una idea. Lo que es importante en la arquitectura es la intuición", declaró sobre su método.
"Tengo mi sistema de trabajo basado en la fantasía, pero siempre sintiendo la lógica", enfatizó.
El nacimiento de Brasilia
En 1941, inició su carrera junto a otro coloso de la arquitectura, Lucio Costa, que llamó la atención del entonces alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek. En la capital de Minas Gerais produjo el conjunto de la Pampulha, con una iglesia modernista y despojada de tradiciones que hoy es símbolo de admiración.
En esos años consolidó también su labor como activista del Partido Comunista Brasileño.
Cuando Kubitschek llegó a la Presidencia, decidió llevar adelante la idea, cuyos esbozos se remontaban al período colonial, de alejar de la costa el centro político del país e instalar la capital en su inmenso interior.
Una vez definido el solar de la ciudad, una extensa meseta en el estado de Goiás, Lucio Costa y Niemeyer la armaron con el esquema de un avión (o una cruz, según el concepto de Costa).
Así, en el lugar de la "cabina" situaron tres obras monumentales: el Palacio del Planalto (Presidencia), el Congreso, con dos cámaras en forma de platos, y el Superior Tribunal Federal. En el "fuselaje" del "avión" se ubicó la Explanada de los Ministerios, y en las "alas" se encontraban las áreas de vivienda y comercio.
Inaugurada en 1960, la capital ganó de los trazos de Niemeyer uno de los edificios más simples y a la vez inspiradores del mundo: la Catedral, con una forma parecida a un ananá o piña y que se transformó en icono de la ciudad.
Exilio y creación
Con el golpe militar de 1964, Niemeyer fue obligado a exiliarse. En Paris abrió en 1966 un estudio de arquitectura, donde proyectó la sede del Partido Comunista de Francia, la editorial Mondadori en Italia, el Centro Cultural Le Havre en París y obras en Argelia y Portugal.
En 1988 ganó el Premio Pritzker, el Oscar de la Arquitectura. El mismo año diseñó una de sus obras más admiradas de la actualidad: el Memorial de América Latina en Sao Paulo.
Luego se dedicó a grandes obras como el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, Rio de Janeiro, el Museo Oscar Niemeyer de Curitiba y el Auditorio Ibirapuera, un teatro en forma de triángulo con una estructura circular y una lengua de fuego en su entrada.
En América Latina una de sus últimas obras fue el Puerto La Música en Rosario, Argentina, en 2008.
Siempre atento a la política, Niemeyer apareció públicamente en 2010 apoyando la candidatura de Dilma Rousseff, luego de respaldar a Lula da Silva.
Una de sus últimas apariciones fue en el carnaval más reciente. Lo visitó en silla de ruedas y aprobó una reforma en el sambódromo de Rio de Janeiro.
Niemeyer deja a su esposa Vera Lucia, de 67 años, con quien se casó en 2006 luego de haber sido su secretaria, tras quedar viudo en 2004 de su primera esposa, Anita Baldo, con quien tuvo a su única hija, Anna María.
Anna María murió en junio pasado a los 82 años pero dejó una populosa herencia familiar a Niemeyer: cuatro trinietos, 13 bisnietos y cuatro nietos.