SANTIAGO.- Fue un regalo hecho a Valparaíso por el célebre arquitecto Oscar Niemeyer, pero nunca se convirtió en realidad. Lo que iba a ser el más moderno y audaz centro cultural chileno se diluyó en medio de ácidas discusiones entre autoridades, arquitectos y artistas.
La idea surgió mientras la ciudad-puerto debatía qué hacer con el espacio marcado por la antigua Cárcel. En 2007 el municipio, encabezado entones por Aldo Cornejo (DC), reveló que había recibido la propuesta del insigne creador brasileño para transformar y dar valor a ese sector de la urbe.
La inspiración del regalo vino de la amistad que Niemeyer sostuvo con el poeta Pablo Neruda y el ex Presidente Salvador Allende.
La proposición incluía tres conjuntos de edificios conectados por rampas dispuestos alrededor de un espacio abierto a la comunidad, un "espacio cultural democrático" destinado a promover la participación de la comunidad porteña. Completaba el conjunto un espejo de agua.
El diseño de las edificaciones abundaba en curvas, tan queridas por el arquitecto brasileño. Una explanada de grandes dimensiones daría cabida a la obra.
La construcción del proyecto implicaría, según se dijo entonces, una inversión de alrededor de 6 mil millones de pesos.
Decepción y tristeza
Fue el aspecto monumental de la idea el que despertó la oposición de arquitectos y urbanistas locales. Las críticas apuntaron a que un megaproyecto de esas características quedaría fuera de lugar en Valparaíso, tanto por la realidad económica de la ciudad como por la ruptura radical entre el tradicional paisaje del puerto y la revolucionaria línea de la propuesta.
La necesidad de demoler por completo las estructuras existentes en el sector de la ex cárcel también generó rechazo entre los artistas y usuarios que utilizaban ese espacio como centro cultural.
Protestas que incluyeron la toma de oficinas estatales, ollas comunes y la judicialización de la disputa a través de un recurso de protección influyeron en la reapertura del antiguo edificio carcelario, que ya no podría ser demolido.
Así, la proposición del arquitecto brasileño, quien se negó a modificar su idea,
terminó encarpetada en noviembre de 2008.
El propio Niemeyer hizo notar su desazón por el fracaso, según expresó en esa época su oficina de arquitectura en Río de Janeiro. "Él veía mucho honor en tener un proyecto en Chile, por lo que está muy decepcionado y triste", declaró entonces un vocero de la entidad.