Comentario: Madonna, demostración de poder
SANTIAGO.- Para la enorme mayoría de los cerca de 50 mil asistentes que esta noche llegaron hasta el tercer concierto de Madonna en Chile, la aventura de ver una vez más a la diva en el país no comenzó a las 23:30 horas (con inaceptables 120 minutos de retraso), sino muchísimo antes.
Porque en esta sorpresiva jornada de lluvia en Santiago, cuando sólo faltan dos días para que el verano llegue al Hemisferio Sur, arribar al Estadio Nacional fue una auténtica odisea. Tanto, que a las 21:30 horas, cuando debía comenzar el show, buena parte de las personas que hoy estuvieron no habían logrado llegar a su lugar en el recinto de Ñuñoa.
Todos mojados, por cierto, ante una lluvia que casi no dio tregua. Algunos, algo aliviados tras el permiso de Carabineros para ingresar paraguas, o gracias a las capuchas que en las avenidas Grecia y Pedro de Valdivia se vendían incluso a $6.000. Otros, con la fiesta aguada de antemano, optaron por vender sus entradas fuera del Estadio o previamente vía redes sociales, a precios muy inferiores a los de boletería.
Pero esos otros 50 mil se mantuvieron firmes, pese incluso a la desconsideración de la cantante en su retraso, y que llevó a varios a enarbolar gritos del tipo "devuelvan la plata" bajo la lluvia y el frío.
Era una ira en ciernes, pero que se esfumó apenas se apagaron las luces del estadio y se encendieron las del escenario, para que comenzara un show que relució sobre todo por los recursos desplegados por la norteamericana, quien en 2008 ya había dado cuenta en este mismo recinto de un sentido del espectáculo que no teme al despilfarro.
Esta vez no fue muy distinto, al alero de tres enormes y nítidas pantallas de fondo, más otras que emergían y descendían de la tarima. Sin embargo, ahora no se trató de la pantalla por la pantalla, ni de entrar autos a escena, sino de una exposición mucho más racional y pertinente de su poderío, complementado con un cuerpo de bailarines sin par en su rubro.
A ello se sumó una artista mucho más locuaz, que maldijo la lluvia, agradeció la espera, e intentó comunicarse sin dejar los márgenes del inglés.
En ese marco circularon, bajo estructura de actos, clásicos como "Holiday" y "Express yourself", entre otros de esa lejana edad de oro que la transformó en monarca del pop hasta hoy. A ellos se sumaron piezas como "Celebration", extraídas de los momentos ascendentes que la estrella ha vivido con irregularidad en la última década.
Fue la esfera más celebrada por la audiencia, que de todos modos intentó no bajar el entusiasmo en canciones como "Give Me All Your Luvin' ", entre otras de su reciente disco MDNA (2012), un álbum que hasta ahora ha servido más para marcar presencia ante las nóveles aspirantes al trono, antes que para estirar el legado de la reina.
Pero Madonna ha probado que esos análisis le resbalan, y fiel a su estilo dedicó buena parte del show a presentar los temas de ese reciente disco (incluso con desafinaciones notorias, como en "Turn up the radio"). Tal como estipula el libreto de su gira, porque esto, ya se sabe, es tanto un concierto como una representación, que no altera más que unos cuantos milímetros de una estación a otra (aunque esta vez fueron más, con el desprendimiento de cuajo del primer acto).
Así, apareció un poco de piel en "Human Nature" y un disfraz de porrista en la largada. Y aquí, como en todas partes, la fórmula volvió a funcionar. No olvidemos que, mal que mal, ésta es por lejos la gira más rentable del año. No olvidemos que, aunque irrespetuosa y desconsiderada, la que hoy vino sigue siendo la reina.