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"Quiero grabar canciones de rock"

El músico chileno, baterista fundador de Los Tres y jazzista radicado en Nueva York, está de regreso para presentar en Valparaíso y Santiago su reciente disco La continuación del sonido (2012). Este sábado 26 de enero toca en La Sebastiana, en el puerto.

28 de Enero de 2013 | 08:55 |

Desde hace nueve años Pancho Molina viene cada vez desde Nueva York a pasar algunos días al fin de la temporada a Concepción, la ciudad donde nació. Pero el regreso ahora fue distinto para este baterista y compositor, integrante original de Los Tres y establecido en Nueva York luego de la separación de ese grupo en 2000 para reanudar en EE.UU. una carrera vigente como jazzista.


-Ahora me quedé un mes, por primera vez en nueve años -dice, apenas una hora después de aterrizar en Santiago de vuelta de cuatro semanas en Concepción. Allí, además de presentar su reciente disco La continuación del sonido junto a su nuevo cuarteto, tuvo ocasión de reencontrarse con gente, escuchar música nueva y volver como cada vez a su casa natal, en el céntrico barrio universitario de la ciudad.


"Estuvo bueno estar con la familia, lo pasé bien porque tenía todo lo que quería: trabajo, toqué, fui a ver rock, estuve con gente cool, tomé champaña y buenos cafés", dice. "Y contento porque hay mucho músico en Conce, mucho escritor, hay hartas bandas de rock y están bien buenas", comenta, a propósito de músicos sureños como Cantáreman y grupos como Niño Cohete y Julia Smith que llamaron su atención en esta vuelta, mientas en paralelo se pone al día en la capital con nombres como los de Manuel García, Camila Moreno o Francisca Valenzuela.


-Estoy de observador aquí. Chile tiene mucho eso de borrón y cuenta nueva. Aunque también algunos logran mantenerse y se da lo de la vaca sagrada, está ese borrón y cuenta nueva: hay una camada entera de músicos que me parecen súper creativos, con un sonido particular, y hay una reestructuración completa de cómo presentarse, porque no hay televisión, cambió la estructura de las radios, no sé cómo viven los músicos ni cómo hacen las giras.


Él mismo vino a sumarse al circuito con la gira de presentación de su mencionado disco, que estrenó en Chile con un concierto en diciembre en la Corporación Cultural de Las Condes y que volverá a presentar en Valparaíso y Santiago (ver recuadro al final de la nota) a partir de este sábado 26 de enero. Tras grabar en Chile los discos Pancho Molina y Los Titulares (1998), Perseguidor (2000) y Bipolar (2003) con su banda Pancho Molina y los Titulares, acaba de sumar sus dos trabajos más recientes: Open for business (2011) y el citado La continuación del sonido (2012), grabados en Nueva York y Santiago respectivamente.


La curiosidad de los neoyorquinos


Grabado junto a cuatro músicos estadounidenses, Open for business fue lanzado primero en Santiago a fines de 2011 y editado luego en EE.UU. en octubre de 2012, con un concierto en un teatro neoyorquino.

-En Nueva York la banda es más conocida que el líder -sonríe Molina a propósito del status que tiene en esa ciudad-. Pero el concierto estuvo lleno, por la curiosidad de los neoyorquinos, que siempre están pendientes de lo que pasa; la cultura es parte de su semana, van pasando por la calle, ven un letrero y se meten. Acá…


-¿Es un contraste con la situación acá?
-La mejor parte de volver a Chile es irme a Conce y no hacer nada. Y estar con los amigos, ponerme al día con ellos, poder tocar en mi casa. La peor parte es hacer que la gente vaya a tus tocatas, mover a ochenta personas para que vayan a un concierto.


-¿Cómo fue tocar tantos años en Chile en esas condiciones? ¿O con Los Tres era distinto, porque generaron una máquina importante alrededor?
-Totalmente. A pesar de que con Los Tres vivimos el lado B también. Fuimos a ciudades donde había muy poca gente, fuimos a México donde tampoco fue fácil… bueno, con Los Tres las hicimos todas. Empezamos desde cero, después la pelota ya estaba andando. Hubo una madurez en el sentido de entender el ciclo del negocio de la música.


Esa memoria de Los Tres persiste hasta ahora en el público, dice el baterista, que recuerda la reacción de ciertos músicos más jóvenes el día en que asistió a un encuentro anual organizado por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) hace algunos años. "Me pusieron en el Museo de Cera", sonríe, "era como si no estuviera haciendo nada. Que es buena onda y todo, pero es una cachetada, porque significa que me tengo que mover, hacer más cosas, componer, cambiar el switch".


-A los conciertos llega gente joven obviamente por Los Tres, con los discos (del grupo) para que se los autografíe, y te hablan como si estuvieras en Jurassic Park -continúa-. Pero hay un respeto súper lindo. Este año toqué en Concepción con tres mil personas, una tocata gratis en el foro; antes toqué en el Aula Magna de Conce, también, y pensé que algo iba a pasar ahí.


-Que te pidieran "Amor violento".
-Claro, "El haz sensor", "Pájaros de fuego" (canciones del primer disco de Los Tres, de 1991), una cosa así, y no pasó nada, fueron re cool. No sé, me parece que de alguna manera me gané un respeto con la gente acá en Chile.


Tenía que ser chileno: el disco nuevo


Antes de partir a Concepción, Pancho Molina dio en esa citada fecha de diciembre en Las Condes el primer concierto en público con los tres músicos con que grabó su nuevo disco: Carmen Paz Kuki González (piano), Agustín Moya (saxo) y Rodrigo Galarce (contrabajo), además de Pedro Greene (percusión) como invitado.


-Fue la primera vez. Nos habíamos juntado a grabar nomás -explica. Molina había venido durante tres meses del invierno de 2012 a Santiago, y junto a los músicos grabó el disco entre el 1 y 2 en septiembre, justo antes de volver el 4 de septiembre a Nueva York, donde a su vez hizo el estreno en público del álbum previo, Open for business.


-Están casi juntos en el tiempo los dos discos. ¿Qué efecto tiene eso?
-Sí, lo necesitaba, para estar un poco más ocupado y viajar. Todo es parte de la música. Open for business fueron mis primeras escrituras musicales. Fue un proceso largo, de (pensar) "Voy a tocar con (el saxofonista) George Garzone, con (el contrabajista) Ben Street, que es un Grammy winner", todo el estrés. Es el paso uno, un proceso personal intenso. Y después uno empieza a tomar confianza, lo pone en las radios, eso tomó un año desde que lo grabé. Ahora necesitaba más música, y ahí apareció La continuación. Y decidí que tenía que ser chileno, como la respuesta a Open for business. Es distinto.


-¿Cómo llegaste a tocar con estos tres músicos chilenos?
-El Rodrigo (Galarce, el contrabajista) es el que me guía, es bien certero y me conoce bien. Agustín Moya (el saxofonista) es de una generación de músicos re profesional, y la Kuki (la pianista) tiene un muy buen sonido, un rollo bien particular, y eso es lo que vale en esta música, un carácter. Lo pasamos re bien, es rico tener una mujer en la banda.


-¿Es otra aproximación a la música?
-Totalmente, en todo, desde cómo comunicarse hasta los ensayos, tripear para los gigs (viajar para los conciertos), ella es re profesional, un talento, bien dedicada, le pone mucho cariño, y lo fundamental es el sonido: bien bonito, especial, grande.


Gracias, tigre blanco


Pancho Molina suele contar en vivo la historia de una de las composiciones del álbum, "Tigre blanco", que de entrada tiene una dedicatoria inscrita en el disco. "'Tigre blanco' está dedicado al espíritu del tigre blanco asesinado en el Zoológico de Santiago", dice en la presentación de esa composición, alusiva al tigre llamado Pampa que fue ultimado a tiros en el Zoológico Nacional del Parque Metropolitano de Santiago cuando atacó a un funcionario del parque, en julio de 2012.


-Estaba en el piano acústico buscando un sonido medio de la guitarra rock -recuerda el baterista e imita el sonido de esos acordes-. Ya había escrito la otra parte medio swing del tema, y justo en Internet apareció la noticia. Me dio tanta pena, en realidad. Luego volví a tocar lo que había escrito y se me imaginaba el tigre caminando: "Tigre blanco" de una. Gracias, tigre blanco.


-¿Queda como un tributo, también, al tigre blanco?
-Por supuesto. Fue un shock, una muestra del lado tercermundista que tenemos, de que no haya un sistema seteado para emergencias cuando lo primero que hacen si el cuidador es atacado es matarlo (al animal). Lo que me sorprendió es que cuando volví a Estados Unidos un amigo danés me dijo "Vi una noticia de que mataron a un tigre blanco en Chile, cómo puede pasar eso si son tan pocos en el mundo".


-Aparte es un modo de cuestionar la existencia misma del zoológico, como sugeriste en el concierto.
-Claro, y también me gusta lo que pasa, porque a todo el mundo le hace sentido, siempre cuento la historia. La música cumple esa función, ¿no?, de hablarle al centro del individuo, al sentido súper común de cada uno, que es el sentido más vedado que tenemos, porque todo el sistema en que vivimos lo cierra, todo lo que te venden como felicidad o éxito es bloquear ese sentido común y pasan cosas como la del tigre blanco. La música destapa eso, con una buena combinación entre el sonido y la palabra en un título.


-¿Aunque por definición la música instrumental sea abstracta? Al revés del entorno, de las personas, que son concretos.
-Bueno, yo tengo unos amigos que son bien abstractos. Aquí en Chile sobre todo -se ríe-. Ésa es una conversación profunda, porque abstracta es la vida, la naturaleza en general: no es nada de concreta. Lo que pasa es que estamos programados para buscar una concreción en el cheque, pagar la renta, tener el reconocimiento de la gente. La continuación del sonido es un término abstracto, entero. Es básicamente la energía que tiene uno cuando deja de tocar el instrumento para continuar con la vida, para hacer lo posible por pagar las cuentas, por estar aquí conversando, por ir mañana a Valparaíso y después volver a Nueva York. Lo que te hace ser lo que eres.


-Es un estado.
-Es un estado constante. Es el core (el centro) de la profesión. Siempre pensé en eso porque la carrera de músico es una de las más inestables, se trata de vivir en el presente, y aprendí eso, que hay que estar preparado para todo, y los momentos duros se sobrellevan con la continuación del sonido. Puedes llevar un mes sin tocar pero sigues siendo músico.


Retorno a cerro Caracol


Si se trata de encontrar lo concreto en vez de lo abstracto, tres lugares geográficos puntuales aparecen en el disco, con las composiciones "Ticket to Timbuctu", "Valparaíso vals de luces" y "Cerro Caracol", esta última en referencia al cerro del mismo nombre que hay en el corazón de Concepción.


-"Ticket to Timbuctu" es por un dicho que tenía la Juanita Parra -recuerda Pancho Molina, a propósito de la baterista de Los Jaivas, grupo con el que Los Tres compartieron diversas giras en los años '90-. Alguna vez que estuve con ella, cuando no quería que la molestaran, te decía por teléfono "Estoy en Tumbuctú"; me quedó dando vuelta siempre. Aunque no conozco Tumbuctú, traté de generar una composición en diferentes partes. Pero viene de ella. Me va a matar porque conté esto, hace años que no nos vemos.


-¿Y la composición de Valparaíso?
-Fue una visión panorámica que tuve. Fui a tocar a La Piedra Feliz este invierno (de 2012) y estábamos en un hotel que tenía una terraza, en el Cerro Concepción. Subimos, como a las dos de la mañana, estaba todo Valparaíso así, iluminado, se escuchaban las jaurías de perros, los barcos, muy impresionante, y empezó a sonar la melodía. Me quedé con esa melodía para honrar el lugar.


-La vas a tocar en Valpo ahora.
-Absolutamente. Y "Cerro caracol"… en realidad todo esto viene gracias a los viajes. Cuando yo vivía en Chile no me gustaba mucho Valparaíso, por ejemplo. Ahora como que todo me golpeó de otra manera, el verde que tiene el cerro Caracol, que es una masa de árboles, pura gente joven agarrando, los volados: háblame de onda. Siempre estuvo ahí y me llamó la atención que ahora a los cuarenta y tres años me golpeara. Y el tema es como el cerro: una masa, medio lento, medio pegoteado, bien húmedo.


-Es segundo "Cerro Caracol" que grabas en tu vida.
-Por lo del Lalo Parra, ¿sí?


-Claro. "Cerro Caracol" es una cueca que grabaron Los Tres con Lalo Parra en el disco Peineta, en '98.
-Sí, y también el Roberto Parra había escrito una décima sobre el cerro Caracol en la que hablaba de Los Tres, me acuerdo de haber visto el cuaderno que nos mostró. Entonces cuando tuve la idea me acordé de Peineta. Es que el cerro Caracol está frente a la mi casa, o a la casa de mis viejos. Ahí yo viví, ése fue mi patio, me lo conozco entero, cada árbol, cada banquito.


"La continuación del sonido" es la composición que da el título al disco, la única de autoría compartida entre Molina, Moya y Galarce. "Sí, porque eso es", define el baterista. "Es una improvisación que salió de la nada, de tocar algo. De eso se trata: toquemos algo".
 
El jazz es una aduana


En las reseñas de Open for business publicadas por medios especializados en jazz en EE.UU. este año, Pancho Molina es descrito como ujn baterista que toca "más duro y pesado que el standard de jazz". "Sí, lógico", coincide él. "Eso es lo que soy yo. A nadie le oculto mi pasado rockero, es más, me ha ayudado mucho en Estados Unidos: cuando no es música guiada por una letra es pura interacción con los músicos, que suenan distinto según el tipo con el que estén tocando. Y yo los hago toca de esa manera, de ese color distinto".


-O es "post-bop con actitud de rock", como dice otra reseña.
-Es que ahora, si hay que hablar netamente de jazz, más allá de si es rockero o post-algo, siento que el jazz ya dejó de ser jazz. El jazz es una frontera. Levantas esa barrera y entras a un campo multicultural: el jazz podría ser una aduana. Cruzas esa aduana y entras a otro país, que es el país del jazz, pero es tan diverso. Es una pasada de frontera a estas alturas. Todos sabemos que el jazz se generó del blues, a todos nos gusta el chinguirín chinguirín (imita el sonido del swing), es bonito eso, pero en 2012, en 2013, todo el mundo toca jazz, por lo tanto el lenguaje ha cambiado mucho.


-¿Hay un reflejo de eso en lo que ha pasado en Chile en los últimos años, con la cantidad de discos e incluso de sellos que han aparecido, como Discos Pendiente, Animales en la Vía, otros?
-He escuchado mucho, me da lata mencionar un nombre en particular porque son tantos los músicos y es valedero el esfuerzo que hacen. Me fijo siempre en la propuesta de composición, que es lo que más me interesa ahora, y la composición está bien porque está creciendo, siento que se está desarrollando, y son bien jóvenes también, son veinteañeros. Viene algo, es bueno que hayan salido creo que trece discos hasta fin de año, porque uno puede recopilar esos discos y escuchar en qué están. El (guitarrista) Raimundo Santander, por ejemplo, increíble sonido, ahí tienes un nombre; (Agustín) Moya también. Es un proceso largo.


-¿Y tus discos con Los Titulares, cómo los ves en esa perspectiva?
-No escucho esos discos -sonríe-, me complica. No me gusta, como que escucho todos los errores, lo mal que toqué, la mala idea. No reniego para nada, es completamente yo en esa etapa, pero no me siento a escucharlo.


-Son discos con melodías muy directas, casi canciones.
-Bueno: arriba de la pelota. Año '98. Y bien simple, (la canción "El vuparlé", del primer disco) la tocaban en la Radio Concierto. Estuvo buena esa época, lo pasé bien, a mí me sorprendió porque cuando se acabaron Los Tres salí a hacer gira por Chile con Los Titulares y fue un año o casi un año y medio, que fue entretenido.


En marzo Pancho Molina tiene agendado volver a tocar en Nueva York y componer un tercer disco con nuevos músicos de esas ciudad. "Y quiero grabar canciones: me está esperando un amigo para grabar canciones en formato rock", agrega.


-¿Cantando tú?
-No, ojalá. No, este amigo es un súper vocalista, rockero. Necesito primero un disco más de jazz, pero en paralelo voy a empezar a trabajar canciones. Las canciones son difíciles de escribir.


-Llama la atención que lo digas después de tocar jazz, que se supone que es música con armonías y ritmos más complejos que una canción popular.
-Bueno: eso es lo difícil, la letra, la intención de los acordes. Después armar la banda con los músicos idóneos. Lo que pasa es que con el rock tienes que vivir en comunidad, tener un círculo de amigos, vivir la experiencia de la letra, del sonido de la guitarra y la batería, para que suene. Si no, no suena a banda. Por lo menos a mí me funciona así. Conocí gente, ya sé a quién recurrir. Con el vocalista ya hemos tocado bastante, entonces ya somos bróderes. Hay que empezar a ensayar, conseguir algún gig en Nueva York, que no es tan difícil.


-Y ponerle nombre al grupo también.
-Sí, hay que ponerle nombre al grupo. Creo que lo tengo ya, pero vamos a ver.


-¿Porque no puede llamarse "Pancho Molina Cuarteto" o "Pancho Molina Trío", como los grupos de jazz?
-Noo, qué lata. Eso es ego jazzista. Latero.

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