El gran problema que enfrenta el punk rock es el de la evolución. ¿Cómo dotar a canciones de un minuto y medio de cualidades suficientes para convertirlas en himnos? La respuesta se encuentra en los anales del género. Desde el debut de The Ramones y Sex Pistols, pasando por el imperecedero London calling de The Clash, entre otros discos de mediados de los 70, el manual del estilo fue entregado y, así, las bandas posteriores pudieron amoldarlo a sus necesidades. En ocasiones, la etiqueta pesó mucho más y esfuerzos encomiables terminaron por auto-eliminarse; en otras, las menos, se comprendió que el punk como tal es un medio.
Entre ésos que entendieron la última afirmación se encuentran los californianos Bad Religion. Por algo se les cataloga como la "última gran banda de punk-rock": Porque en sus más de tres décadas de trayectoria han manejado como pocos las claves del estilo, es decir, canciones poderosas, precisas, con contenido, de urgencia permanente. Y esos elementos son los que presenta su nuevo trabajo, titulado True north. En su decimosexto disco de estudio no debiésemos sorprendernos del ataque de guitarras que construyen el histórico Brett Guruwetz junto a Greg Hetson y Brian Baker. O de la batería siempre a tope de Brooks Wackerman. Incluso, la voz presta y algo más ronca de Greg Graftin, tampoco da pie a excentricidades. Acá nos encontramos ante un disco de punk-rock de viejo cuño, nada más.
Aún así, Bad Religion se las ingenia para arreglar las 16 canciones de este álbum de modo tal que suenen frescas, como si estuviesen pensadas para los días de gloria del grupo con discos como Suffer (1988) o No control (1989). Surcos como "True north", "Robin Hood in reverse" o "Fuck you" dan cuenta de que el fuego sigue ahí, tanto en las guitarras como en las letras, quizás uno de los elementos más distintivos de los californianos (la condición de profesor universitario de Graftin ayuda mucho a eso). Y, además, los rasgos melódicos en temas como "Land of endless greed" y "Dharma and the bomb" hacen que True north sea un disco con muchos más elementos de los que uno se imagina.
Dentro de esto, igual hay espacios para sorpresas. "Hello cruel world" es una de ellas. Más rockera que punk, más pausada pero igual de potente. "Crisis time" es otro tema en el que la banda junta estas dos aristas. Ahí se notan los más de treinta años de Bad Religion: en la naturalidad para hacer esos arreglos. Porque más allá de las guitarras, las letras y la rítmica, lo que hace verdaderamente loable a este decimosexto trabajo de los californianos es que aún pueden hacer lo mismo que hace tres décadas, pero con una frescura indiscutible. Por lo mismo, True north no podría haber sido de otra forma y eso lo hace un LP aún más destacable de lo que en realidad es. Todo, gracias a las grandes canciones que posee.
—Felipe Kraljevich M.