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Araucaria

28 de Febrero de 2013 | 11:18 |
Compositora, cantante, instrumentista y arregladora son los créditos que tiene Martina Lecaros en Araucaria (2012). Y no es que haga todo sola ni mucho menos, como evidencia la nutrida lista de músicos e invitados del disco, sino que tiene las herramientas para orquestar con buenos resultados su segundo trabajo tras el debut de Sintiendo (2009). Un buen primer ejercicio es escuchar la propia "Sintiendo", única canción de ese primer disco que vuelve a a aparecer aquí, más madura, como muestra de crecimiento de esta cantante chilena.

La misma canción permite apreciar esa madurez porque además reaparece en un contexto nuevo y más ambicioso, como parte de una historia de amor y desamor develada con sutileza en las canciones. Hay un relato argumental en este disco, pero no pasaría de ser una buena intención si no estuviera avalado por la música, y Martina Lecaros canta la historia de Araucaria con muchos recursos. Es capaz de escribir un bolero con todas sus letras en "Date cuenta". Recrea el soul de "Sintiendo" en diálogo con Felo Foncea. Elige un atractivo compás asimétrico de 5/4 en las estrofas en "Quiera Dios" sin que ésa deje de ser una canción pop. Pulsa la bossa nova de "En tu jardín" a solas con su guitarra acústica. Apela al mismo rasgueo con armonías más jazzísticas en "Lo que hay" sobre otro compás de 5/4. Y se interna en el jazz declarado de "Pez", una canción que tiene dos o tres dinámicas sucesivas sin cambiar el pulso ni el compás.

Esas variedades quedan cohesionadas por la instrumentación luminosa que recorre el disco y por las cuidadas melodías que Martina Lecaros entona con una voz fresca, próxima, poblada de matices, bien preparada pero sin aspavientos, impecable en la afinación. Una mención especial merecen los invitados que convoca no sólo a tocar, sino a firmar algunos arreglos: el del bolero es obra del avezado pianista Toti Monsalve; en esa especie de balada que es el primer single, "Benjamín", el trabajo es hecho con solvencia por el guitarrista Jorge Díaz; el saxofonista Andrés Pérez Muñoz deja su sello en dos arreglos de bronces y la canción final está embellecida por la partitura de Marcelo Vergara para un cuarteto de cuerdas. El disco entero transcurre en apenas media hora y unos pocos segundos, en los que incluso hay espacio para cierta raíz en el folclor: "Se quebró" podría ser la una esencia de zamba en los cuarenta y cinco segundos que dura, tal como "Araucaria", la canción, podría ser una tonada, y como Araucaria, el disco, podría ser pop, raíz latinoamericana o soul. Mejor y más real que todas esas disquisiciones es la emoción que aparece cada vez al final de esta pequeña historia hecha con canciones.
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