Elton John apenas entendió la dinámica de las antorchas y las gaviotas, pero las agradeció igual.
Luciano RiquelmeVIÑA DEL MAR.- Era un viejo anhelo de Chilevisión para su Festival Internacional de la Canción. Sólo bastó que se bajara Sting del escenario en 2011, y que comenzaran a percibirse los frutos cosechados por esa apuesta más elevada en este contexto, para que de inmediato se trazaran las líneas que permitieran repetir esa experiencia, y allí un nombre apareció con letras mayúsculas arriba de la mesa de los organizadores: Elton John.
En 2012 no se pudo, pero un año después sí. El británico abrió esta quinta noche de Festival con un show de inusual altura para el evento, que dio la razón a quienes buscaron con insistencia verlo pisar alguna vez este escenario, y que llegaron a vanagloriarse incluso de haber fichado al "mayor artista en la historia" del certamen.
El cantautor, por cierto, está absolutamente ajeno a esa discusión, pero de todos modos dio respuestas a la misma con un recorrido por su repertorio histórico, principalmente de los 80 hacia atrás (período en el que se aloja lo mejor de su cosecha).
La noche abrió con "The bitch is back", quizá una de las piezas con más carga rockera de la lista, aunque siempre con el piano dominando las acciones, junto a la voz nítida e imponente del británico.
"Bennie and the jets" ofreció de inmediato un giro, que terminó en una verdadera jam session con su impecable banda, y que abrió una sucesión de clásicos que siguió con otros como "Tiny Dancer", "Rocket man", "Don't let the sun go down on me", "Candle in the wind", "Crocodile rock" y "Your song", entre otros asociados a la matriz sesentera y al llamado piano rock, del que John es verdadero artista símbolo.
Con el corolario de unas gaviotas y antorchas que apenas comprendió, el británico coronó una fugaz visita por Viña del Mar, que comenzó cerca de las 14:00 horas de hoy con su aterrizaje en Torquemada, y que sólo contempló consumo de frutas, paseos por los parques de la Quinta Vergara y descanso alternado entre los camarines y una casa rodante contigua al anfiteatro, antes de su presentación.
Después de ésta, en tanto, el itinerario sólo contemplaba partir cuanto antes de vuelta al mencionado aeródromo, para finalizar con un paso por Viña que ni siquiera duró medio día. Pero eso fue suficiente. No necesitó más Elton John para cumplir con el objetivo que le impusieron, y del que él seguro nunca se enteró: Nada menos que dejar su nombre inscrito entre lo más selecto de la historia del Festival de Viña del Mar.