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The next day

Puede rondar la tentación de escuchar estas canciones a la luz o a la sombra de la historia de Bowie, y también la tentación de llamarlo "clásico". Y es posible, pero no indispensable. "The next day" es un disco excepcional y completo en sí mismo.

08 de Marzo de 2013 | 16:41 |
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Es otra cosa volver a escuchar "Where are we now?" ahora como parte del nuevo disco de David Bowie. Es la misma melodía nostálgica con cuyo estreno súbito el artista asaltó al mundo en enero pasado. Pero aparte de seguir mejorando con cada escucha, como dijo un acertado Noel Gallagher en la prensa inglesa, ahora esa canción crece como una pieza más de The next day. Y hay un par de otros momentos afines en el álbum, pero el efecto es sobre todo de contraste, entre el epicentro conmovedor del estribillo de esa canción inicial y el despliegue completo de energía rockera, instinto pop, innovación musical y trayectoria personal que Bowie pone a punto en su primer trabajo en diez años: un disco de máxima estatura.

La voz es el primer estímulo. Versátil a sus sesenta y cinco años, el cantante se desdobla a dos voces en la primera canción, sorprende con un timbre gastado en la segunda, saca a relucir muchas voces en "If you can see me" y canta a sus anchas en "Boss of me", con proximidad y confianza absolutas. Es la misma propiedad que se oye en el patrón de batería resuelto con que parte el disco en "The next day", una canción casi desprovista de melodía, o en "The stars (are out tonight)", el nuevo single. Y hay más melancolía en la bonita balada "You feel so lonely you could die" y pulso lento en "Dirty boys", mientras el saxo que recorre todo el disco sigue siendo una marca registrada de Bowie.

La base sintética que luego se electrifica en "Love is lost" es un aviso del componente rockero que va a crecer hacia el final. Para entonces el nombre de Jerry Lordan en los créditos de "How does the grass grow?" confirma que no es un espejismo escuchar ahí la melodía del hit instrumental "Apache", popularizado por los Shadows en los '60. Y la enérgica "(You will) Set the world on fire", aparte de un estribillo que parece un guiño armónico a "Under my thumb" de los Rolling Stones, arranca con el mismo tipo de acordes de guitarra cortados con silencios que patentaron los Kinks antes del heavy metal. O sea, rock electrizante por antonomasia.

David Bowie se escucha íntimo en muchas de estas letras, pobladas de alusiones al paso del tiempo, a la muerte o a interrogantes como las de los versos "Y me digo que no sé quién soy" o "Soy un vidente / pero soy un mentiroso", en la lúgubre canción final, "Heat". Para todo esto se vuelve a rodear de personal de confianza, con un trío de guitarristas de vocación experimental reconocida entre Gerry Leonard, Earl Slick y David Torn, más la bajista Gail Anne Dorsey y el baterista Zachary Alford, y otros notables como el bajista Tony Levin. Y como mano derecha fiel permanece también Tony Visconti, quien no sólo fue el productor de los discos inmediatamente previos de Bowie, Heathen (2002) y Reality (2003), antes de los problemas cardiacos con que terminó su gira de 2004. Ambos ya trabajaron juntos en la llamada "trilogía de Berlín" formada por los discos Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979), en la que participó gente como Brian Eno y Robert Fripp, y que incluye canciones como "Sound and vision" y "Heroes".

Por más señas, Visconti grabó además con otros músicos de la era dorada del glam rock setentero como T. Rex. Y según los manuales el glam será sinónimo visual de extravagancia y lentejuelas, pero en el mero sonido el correlato del género es música pop por definición. En ese sentido éste es un disco de canciones, como se oye en la frase instantánea sobre las cuerdas graves de la guitarra y en los shalalalás de los coros en "Valentine's day". O en el juego propuesto en "Dancing out in space", con esa batería bailable instantánea sobre la que Bowie contrasta estribillos casi disonantes y estrofas luminosas. O en la pachorra de "I'd rather be high", con un coro que explora en acordes inesperados y una frase musical inicial que prueba que con apenas cinco notas se puede conseguir la máxima elegancia, y de paso hacer eso que llaman riff con las cuerdas agudas de la guitarra: Directo al playlist de los himnos universales de David Bowie. Mejor ejemplo todavía es "If you can see me", un acertijo rítmico tan estimulante como difícil de seguir, evidencia de que es posible combinar canción e innovación todo en uno.

Son varias las referencias en The next day a los antecedentes de la carrera del cantante, desde las coordenadas glam hasta la citada trilogía berlinesa. Una evidente: La carátula es una recreación de la portada de Heroes. Una más sutil: Las añoranzas de Berlín deslizadas en los versos de "Where are we now?". Una muy puntual: Ahí está YouTube para comprobar cómo "You feel so lonely you could die" termina con una batería similar a la del inicio y el final de "Five years", canción del elepé The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972). Por razones como éstas ronda la tentación de escuchar el disco a la luz o a la sombra de la historia de Bowie, y ronda también la tentación de llamarlo "clásico". Y es posible, pero no indispensable. The next day es en sí mismo un disco excepcional y completo, más allá del pasado y también del momento actual. De alguna forma lo confirma el modo en que fue hecho: David Bowie estuvo componiendo y grabando todo esto durante tres años, en secreto absoluto en medio de la era de la sobreinformación, sin filtración alguna en plena edad de la hiperconectividad. Por si faltaba más: Eso es distinción.

David Ponce

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