''No se trata de hacer que el espectador deje de mirar. Pero, a veces, hay realidades que son difíciles de soportar y, cuando se muestran de forma dura, puede ser que alguien no lo aguante'', dice el director al analizar sus cintas.
AFPVIENA.- Historias incómodas, que hablan de "cosas que nos atemorizan", que desafían al espectador. Que justo ese cine sea premiado con el Príncipe de Asturias de las Artes es para el director Michael Haneke un reconocimiento a su oficio como cultura, en una época en la que se glorifica el éxito en taquilla.
El cineasta austríaco enfrenta un año frenético de trabajo, presidido por el éxito de su última cinta "Amour", ganadora de la Palma de Oro de Cannes, el Oscar y el Globo de Oro.
"Es muy hermoso aparecer también en esta alta sociedad de cultura y ciencia. Porque hoy la mayor parte del cine es sólo 'mainstream' y no puede ser considerado como cultura", dice Haneke al hablar de este galardón, que recogerá en persona en octubre en el Teatro Campoamor de Oviedo.
En ese debate entre cine como cultura o como industria, entre calidad y taquilla, Haneke tiene clara su respuesta. "Un país debe reflexionar si quiere cultura o no. Y la cultura, hoy día, no puede mantenerse sin subsidios. Si se quiere el cine como producto comercial, se puede hacer como en Estados Unidos, pero entonces las películas tienen otra pinta. Un cine de masas no necesita subsidio. Pero entonces no es un producto cultural, sino económico".
El propio Haneke es consciente de que sus películas no son fáciles de contemplar al poner al público ante situaciones límite. "No se trata de hacer que el espectador deje de mirar. Pero, a veces, hay realidades que son difíciles de soportar y, cuando se muestran de forma dura, puede ser que alguien no lo aguante", analiza el afamado cineasta.
Haneke afirma que "ese encuentro con la verdad es siempre doloroso, porque uno no la ve con gusto". "Pero esa es la esencia del drama desde sus orígenes; desde la tragedia griega, el drama no ha tratado cosas agradables", sentencia.
"El cine es drama, y el drama vive del conflicto. Si uno no hace comedia y se ocupa de cosas serias, tiene que saber hablar de las cosas que nos aterrorizan a todos. La violencia en la sociedad es una de esas cosas que nos dan miedo", explica sobre uno de los ejes de su obra.
Con todo, el autor de trabajos como "Funny Games" o "La pianista" asegura que no hace cine político ni pretende transmitir un mensaje. "Antes que nada, soy alguien que trata de hacer buenas películas", sintetiza el director.
Cintas sin intención adoctrinadora, pero que no renuncian a dejar su huella en el espectador, aunque sea efímera. "Cuando con una película o un libro se logra que la gente que la ve o lo lee reflexionen un poco o se sensibilicen por una tarde, entonces ya hemos ganado bastante", afirma.