Charles Aznavour volvió a presentarse ante el público chileno en el Movistar Arena.
Luis Muñoz, El MercurioSANTIAGO.- Iba avanzada más de la mitad del concierto que Charles Aznavour vino a dar esta noche en Santiago cuando de improviso, bajo una orden suya, el grupo musical que lo acompaña se detuvo sobre la marcha apenas iniciada una canción para partir de nuevo. No es que hubiera una equivocación, sino que el cantante quiso sondear en ese momento si el público prefería escuchar esa melodía en francés o español.
-¡En español! -fue la respuesta abrumadora de miles a viva voz frente al inesperado plebiscito.
-En español. O puede ser en italiano también. Todo es posible -aceptó gentil Aznavour, y entonces no fue "Les plaisirs démodés", que ya había empezado, sino "Placeres antiguos", con el mismo ritmo de swing y con la invitación Mi amor, ven a bailar / Así muy junto a mí, lo que entonó frente a las cerca de diez mil personas que fueron testigos del astro francés de la canción en su nueva presentación en Chile.
Detalles como esos son la rúbrica del privilegio que resulta ver a Charles Aznavour cada vez que una gira mundial suya vuelve a pasar por Sudamérica. Un privilegio en varios sentidos: por la leyenda viva de la música popular que este hombre encarna desde sus inicios en la canción francesa de los años '40, por la vigencia de esa misma carrera hasta la actualidad, por lo impecable de su repertorio melódico más allá de fechas y plazos, y lo mejor, por la emoción genuina que tantas de sus canciones son capaces de provocar.
En familia: a dúo con su hija
La vigencia es lo primero que aparece. Aznavour se permite despachar con facilidad las cinco primeras canciones del show sin echar mano a los impactos que marcaron época en sus recordados años '60, la porción más reconocida de su carrera en Chile.
Recién en "De quererte así", la sexta canción, recurre a ese repertorio dorado de baladas y canciones rítmicas ligeras. En cambio, deja no pocos de esos éxitos fuera de la lista para preferir un repertorio balanceado con composiciones tan recientes como "Viens m'emporter" ("Ven a llevarme"), de su nuevo disco (Toujours, de 2011), con la que abre la jornada, o "Je voyage" (2003), la canción que interpreta a dúo con su hija Katia, una de las coristas.
Luego, ver a Aznavour en vivo es asistir en tiempo real a una lógica musical previa a la irrupción del rock, de la música pop y de otros géneros de la segunda mitad del siglo veinte en adelante: una lógica en la que la prioridad es la voz y en la que no existe la estridencia. Por más que no sea una real orquesta sino una banda de ocho músicos la que lo acompaña, y por más que los violines y clarinetes de una canción como "Mourir d'aimer" sean imitaciones tocadas en un teclado, la música aquí es acompañamiento de volumen siempre moderado. Lo importante es el cantor, ese Aznavour que se oye siempre en primer plano, con la voz cálida, madura y provista de un vibrato ligero que ya es un instrumento universal y reconocible en sí mismo.
Con veinticuatro canciones puestas en escena en alrededor de una hora y media de concierto, el cantante no se da pausa entre una y otra y ese rasgo permite apreciar además la nobleza armónica y melódica de su repertorio. Melodías como "De quererte así", "La mamma", "Mourir d'aimer", "She", "Te espero", "Ave María" o "Hier encore" no sólo fueron reconocidas por toda la audiencia. Además son pruebas de esa sensibilidad musical que hace cumbre aparte en las letras de "Il faut savoir" y "¿Quién?", otro par de canciones seguidas que son una especie de corazón del concierto, provistas de esos versos emotivos que hablan de estoicismo y resignación con las palabras simples de una canción de amor.
No es como Desdémona: Aznavour fuera de programa
Con tantos años en juego, las versiones en vivo están lejos de ser fieles a las de los discos. Así, "Il faut savoir" no tiene ese ritmo de slow rock original y las guitarras pulsadas con cierto sabor español en "La mamma" ceden espacio ahora a un ritmo de rumba. Sí persiste esa especie de bossa nova ligera de "Apaga la luz" y "Te espero" y se destacan el piano solo en "Nuestra juventud" y el acordeón real que aparece en algunas canciones. Así y todo quedan éxitos sin cantar: entre canciones como "L'amour c'est comme un jour" (1962), "For me, formidable", "Bon anniversaire" y "Et pourtant" (de 1963), "Avec" (1964), "Isabelle", "Yo te daré calor" y "C'est fini" (de 1965), "Les enfants de la guerre" (1966) o "La baraka" (1974), cada asistente tendrá su lista personal que echar de menos.
Dos canciones imprevistas se escuchan esta noche. Una es el único bis del show, que no figura en la lista del concierto: efectivamente es fuera del programa. "Habitualmente no vuelvo al escenario. Es como en Otello, la ópera: una vez que Desdémona ha muerto ya no puede volver a cantar. Pero yo no he muerto", dice y entonces da la indicación a los músicos y canta "Hier encore". Y la otra es el cumpleaños feliz que varias asistentes le dedican cuando ya va camino al camarín una vez terminado el concierto, apenas tres días antes de que Aznavour cumpla 89 años este 22 de mayo.
La sobriedad del cantante y de su espectáculo pone de relieve además los detalles y los matices: el gesto de quitarse la chaqueta y quedar en camisa negra y suspensores antes de cantar "Apaga la luz", el talante enérgico con que interpreta "Mon ami, mon Judas" o "Désormais", el paso de baile que ensaya al final del aire ruso de "Las dos guitarras" entre las palmas entusiastas del público, ese recurso infalible de recitar en francés o dejar ir alguna risa delirante en canciones como "Y yo en mi rincón" o "La bohème". Con ese éxito se inicia el epílogo del concierto. Y esta vez no pregunta qué idioma prefiere el público: la canta en francés mientras la gente vuelve a pedirle a gritos "La bohemia", en español. Pero luego el verso "Qué profunda emoción / recordar el ayer" pone las cosas en su lugar: es "Venecia sin ti", y Aznavour la canta en el idioma que la gente quiere escuchar. Que es, más allá de cualquier geografia, el lenguaje de la canción popular y universal a la vez.