Eran las diez de la mañana siguiente a un 4 de julio y Ray Manzarek terminaba su desayuno en su casa en Los Angeles, California, cuando supo que Jim Morrison había muerto. Era el año en que Morrison se había largado de Los Angeles a perderse en París, dejando botada a la banda de rock con la que había prendido en Estados Unidos, Europa y sus alrededores el nombre de The Doors. Era 1971, pero Manzarek recuerda con detalles el día, la hora y el café.
Es víspera del 4 de julio de 1996, Manzarek ya ha desayunado en Los Angeles y, aunque han pasado 25 años desde el día en que una sobredosis acabó con James Douglas Morrison en París, esa fecha sigue significando lo mismo para el fundador, tecladista y compositor de los Doors. "Siempre será un día triste para mí, como lo ha sido desde el primer momento en que oí de la muerte de Jim", dice al teléfono, para hablar precisamente de Morrison, héroe y mártir rockero sólo comparable con gente como Elvis, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Kurt Cobain.
-Jim Morrison era mi mejor amigo, mi compañero de alma, mi cantante -dice Manzarek-. Yo era su tecladista. Hicimos música juntos, hicimos el amor sobre el escenario juntos, bailamos, cantamos, nos reímos y lloramos juntos. Lloré cuando Jim Morrison murió. ¿Por qué no hablar de él?
-¿No es difícil?
-No. Te podría contar todo tipo de historias sobre él, porque Jim vive conmigo siempre, y eso significa que aún hay gente que lee sobre él y escucha a los Doors. Y que Jim Morrison aún está vivo para ustedes también, en el aire, en la electricidad, en su energía.
-El guitarrista del grupo, Robbie Krieger, ha dicho que la muerte de Jim Morrison era algo que veía venir. ¿Para ti fue una sorpresa?
-Claro que lo fue. No lo creía. En ese momento, la mitad del tiempo oíamos la historia de "Paul is dead", con el cuento de que Paul McCartney había muerto y el que aparecía caminando descalzo en la carátula del disco Abbey road era un doble. En Estados Unidos, Bob Kennedy y Martin Luther King habían sido asesinados; Charles Manson había estado matando gente; estaba Vietnam. La muerte parecía estar en todas partes. Todos decían "está muerto, está muerto". Así que pensé que eran más habladurías. Pero fue tristemente cierto.
-Los Doors grabaron dos discos después de que Morrison murió. ¿Qué los movió a seguir sin él y luego renunciar?
-Supongo que no había más que hacer. Jim estaba en París, y John (Densmore, el baterista), Robbie y yo habíamos trabajado esperando que volviera para juntarnos a hacer música y grabar otra vez. Pero él nunca volvió. Y decidimos seguir haciendo música, que es lo que siempre habíamos hecho. Pero después de dos discos ya nos dedicamos a otras cosas. Por eso lo dejamos.
-En 1978 hicieron el disco An american prayer con poemas que Morrison había grabado en 1971. ¿Fue como volver a estar con él, con su voz en el estudio?
-Estar con él, aunque sólo estuviera en el aire, fue maravilloso. Su cuerpo no estaba allí, pero estaba vivo en su energía y sus palabras. Y él siempre quiso ser conocido como un poeta.
-Pero su poesía dividió a la crítica.
-Un experto, Malcom McClure, que conoció a los poetas beatnik y fue amigo de Jack Kerouac, Allen Ginsberg y también de Jim, ha dicho que él es uno de los mejores poetas de su generación. Y estoy de acuerdo. Su poesía fue el punto de partida de los Doors: lo que haríamos, tal como los beatniks hicieron poesía y jazz, era poesía con rock and roll. Pienso que los que dicen que la de Jim Morrison es mala poesía están envidiosos de sus pantalones de cuero, y del modo en que ellos se ajustaban a su cuerpo. Les molesta que un hombre tan atractivo fuera también un poeta.
-¿Habría sido más feliz reconocido antes como poeta que como rockero?
-Pienso que hubiera sido feliz de ser conocido como poeta y cantante de rock, y en cierto modo lo fue. ¿Cuántos cantantes de rock tienen un disco de poesía como An american prayer?
-¿Acentuó su carácter salvaje el hecho de estar rodeado por tres compañeros de grupo que siempre parecieron más concentrados en la música?
-Bueno, es difícil ser músico y estar dando vueltas y saltando. Jim era bastante loco sobre el escenario, nosotros lo éramos con nuestros instrumentos y es por eso que los Doors fueron tan exitosos. Porque la música era tan intensa por sí misma. Jim Morrison sin los Doors no habría sido nada.
-¿Dirías que ustedes dos pertenecían a especies distintas?
-Sí. Yo era Apolo y el era Dionisio. Lo apolíneo y lo dionisíaco, como en Nietzsche. Eso es lo que éramos. Yo mantenía el control, él era el salvaje. Sin mí, él habría sido un borracho, un alcohólico, nada. Sin él, yo no habría sido conocido como el tecladista de los Doors. Nos necesitábamos unos a otros, y eso era lo hermoso del grupo.
-¿Y nunca te atrajo asomarte al lado dionisíaco de Jim Morrison?
-Bueno, temo que fue eso lo que lo llevó a la muerte. Puedes llevar esa vida y morir como Jim Morrison, o puedes elegir la moderación y vivir largo tiempo. Esa es la elección que yo he hecho.
Yo tocaba el bajo con la mano izquierda: el sonido
La elección de Ray Manzarek suena clara oyéndolo recordar con la voz pausada y grave de un abuelo que revisa un viejo álbum de fotos: una voz en la que vive el mismo espíritu metódico con que él se alzó como motor musical del grupo desde su aparición en 1965 en Los Angeles bajo el alucinógeno nombre de The Doors, cita al libro "Las puertas de la percepción", de Aldous Huxley.
El teclado de Manzarek se volvió uno de los mejores sinónimos de la psicodelia rockera de la época, y los Doors, más allá de su distintivo sonido, en el mejor símbolo de una costa oeste norteamericana que exportaba toneladas de cultura hippie al mundo. "Fue una banda única", dice. "Teníamos un guitarrista de flamenco que tocaba rock and roll, un baterista de jazz, un pianista con entrenamiento clásico y teníamos como cantante a un poeta americano-sureño gótico-simbolista francés. Jim Morrison fue como Arthur Rimbaud. No hay algo así en ninguna otra banda de rock".
-¿Tenían afinidad con otros grupos?
-Éramos muy amigos con Jefferson Airplane; hasta hicimos una gira europea juntos. Curiosamente, los Doors eran más cercanos a bandas de San Francisco que a las de Los Angeles, por más afinidad intelectual. Los de L.A. eran grupos pop, no demasiado artísticos.
-¿Qué sentían por los Beatles y los Rolling Stones? ¿Había una competencia, eran algo arrogantes respecto de ellos?
-Obviamente la hubo, porque tenían un público tan enorme y nosotros queríamos uno igual. Pero al mismo tiempo sabíamos que éramos mejores. Los Beatles podían escribir mejores canciones que los Doors, pero no tenían alcances intelectuales, piensa en She loves you, yeah, yeah, yeah. Eran poppies. Y los Rolling Stones eran ingleses tocando blues de Chicago. Nosotros podíamos tocar nuestros instrumentos mejor que los Rolling Stones y los Beatles, y la poesía de Jim Morrison era más profunda que la de todos. Pero, Dios, ellos también eran buenos.
-¿Quién tocaba el bajo en los Doors?
-Yo. No teníamos bajista: yo tocaba el bajo con mi mano izquierda. Tenía un órgano Gibson y tocaba el bajo en un teclado Fender Rhodes, un pequeño órgano de 32 teclas que tenía un registro muy grave. Tampoco hubo otra banda de rock en la que alguien hiciera eso.
-¿Cómo llegaste a inventar esa carnavalesca introducción para "Light my fire"?
-Probablemente fueron los veinte años que había tocado piano. Ése era el secreto de los Doors. La gente me decía "Ustedes se vuelan con Jim Morrison y hacen esa música", pero yo decía "No: es práctica. Es estudio". Esa introducción salió de mi estudio de Bach. Es el único modo de ser buen músico o buen poeta. Jim Morrison leía poesía a los doce años, yo tocaba piano desde los siete. Sólo así podías volarte. No con cocaína ni heroína. Los Doors no usábamos cocaína ni Jim Morrison era un junkie (heroinómano). Sí usamos hongos (Manzarek pronuncia hongos en castellano). Peyote. LSD. Para abrir las puertas de la percepción. Todo estrictamente sicodélico.
Seis años después de la muerte de Morrison, An american prayer (1978) fue la primera señal de un culto tardío por los Doors movido luego por hitos como la inclusión del tema "The end" en el filme "Apocalipsis ahora" (1979), de Francis Ford Coppola, o como "The Doors", la efectista película que Oliver Stone filmó en 1992 sobre el grupo. "Todo eso me sorprendió agradablemente", comenta Manzarek. "Una nueva generación entró en los Doors, fue una esperanza de que había gente joven capaz de liberarse. Creo que lo que atrae de los Doors ese ese sentimiento de libertad".
El propio Manzarek fue agente nostálgico activo, al producir una versión "People are strange", uno de los hits del grupo, para la banda sonora del filme "La generación perdida" (Joel Schumacher, 1987) a cargo de la banda post-punk inglesa Echo and the Bunnymen. El tecladista terminó tocando como invitado en Echo and the Bunnymen (1987), uno de los mejores álbumes del grupo. "Ellos suenan muy parecido y me recuerdan mucho a los Doors", comenta.
-Hay varios covers más, como "L.A. woman", de Billy Idol, o dos cantantes latinos que han hecho "Light my fire": José Feliciano y Ricky Martin. ¿Los has oído?
-Claro, y creo que son muy buenos. En 1966, en el Verano del Amor, los Doors llegaron al número uno con "Light my fire", y en 1978 esa canción fue otra vez número uno con José Feliciano, que hizo una versión maravillosa. Y la de Billy Idol para "L.A. woman" pudo haber sido mejor, pero es muy estimulante. Me encanta que otra gente haga canciones de los Doors. Es divertido para cualquier compositor saber que otra gente sigue cantando una canción tuya.
Es comprensible. Los derechos de autor por el repertorio de los Doors han sido el gran ingreso que, tras la disolución del grupo, ha permitido a Manzarek producir y grabar discos para otros artistas y dar pequeños recitales junto al poeta Malcolm McClure. "Él lee poemas mientras yo toco el piano", explica. "Como los beatniks, hacemos improvisaciones de poesía y jazz. Tocamos en cafés, en universidades, e iremos a Europa en algun momento al final del verano".
-Los Doors son parte de una época en que el rock era peligroso. ¿Has vuelto a ver algo así en estos años?
-Jim Morrison fue bastante responsable de ese peligro. Fue arrestado en Connecticut, fue a juicio en Miami, por intentar desnudarse en el escenario, ¿puedes imaginar que pase algo así ahora? El suyo era un llamado a volver a la tribu, a ir a una nueva era, a vivir de espaldas al poder económico, a la iglesia, a volvernos amantes y cantantes otra vez. Los Doors no éramos esclavos de nada. Y no he vuelto a ver algo así después. En los '60 tratábamos de detener la guerra en Vietnam; lo peligroso ahora sería que tratáramos de detener la guerra contra el ambiente en el planeta.
(En revista Wikén, viernes 5 de julio de 1996).