SANTIAGO.- Fue el primer rector laico y electo en la historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile (entre 1967 y 1973) y asumió su cargo en tiempos turbulentos. Fernando Castillo Velasco, quien falleció este jueves, encabezó la emergencia de la Reforma Universitaria, cuyos ecos en la discusión sobre cómo establecer una educación superior pluralista, abierta y de alta calidad llegan hasta hoy.
Es un período todavía mal comprendido, apunta el abogado y académico Fernando Molina, otro participante directo de ese período, pues ejerció como vicerrector académico desde 1968.
De hecho, añade, muchas lecciones de esa profunda modernización todavía tienen vigencia en la discusión actual.
"Fernando Castillo Velasco dio impulso a una reforma que consistió básicamente en reemplazar el modelo de universidad profesionalizante que existía hasta entonces por una universidad contemporánea, que buscaba dar amplio lugar a la ciencia, la filosofía y el arte", y que basaba su convivencia y su capacidad de crear conocimiento "en la interdisciplinariedad, el debate y la crítica como posición y método", señala.
Molina explica que hasta fines de los '60, el objetivo de la educación superior era en lo fundamental formar profesionales y técnicos para los sectores público y privado.
"Prácticamente no había un sitio propio para las ciencias, tanto básicas como sociales. Había poca o casi nula investigación era escasa y había pocos profesores full time. El sistema finalmente alimentaba al mercado laboral con profesionales de mediano valor", describe: un escenario en muchos aspectos similar al de la actualidad.
A partir de la Reforma liderada por Castillo Velasco, en cambio, "se instaló como fin dentro de la universidad no sólo la formación de profesionales, sino el desarrollo de la investigación y la enseñanza de las ciencias y la filosofía".
A esta época se remonta la creación de entidades como los institutos de Matemáticas, de Ciencias Políticas, de Física y de Biología, entre otros.
Esa modernización profunda de la PUC generó resistencias en los sectores tradicionalistas. "En ese momento, sin el apoyo firme de Castillo Velasco habría sido imposible llevar a cabo estos avances", puntualiza.
"También hubo mucho respaldo del cardenal Raúl Silva Henríquez, quien intervino en favor de la Reforma y se alineó con ella", rememora.
Crisis política
Durante el proceso, "la relación que tuvimos con Fernando fue muy buena", recuerda Molina, pese a que poco después, conforme se hacía más agudo el conflicto político en el país, sus posiciones se distanciaron.
Tras la elección a la Presidencia de Salvador Allende, el abogado se retiró de la PUC.
"Después de 1970 el proceso se politizó y la Reforma prácticamente se paralizó. Chile se saturó con la crisis política y el aspecto propiamente universitario dejó de estar en primer plano", estima.
Hoy, más de 40 años después, la herencia de ese proceso sigue viva después de décadas de "retroceso" y del regreso, en muchas instituciones de educación superior, al modelo de educación "túnel" en el que los alumnos siguen un camino único desde que entran y hasta que egresan, como si las disciplinas fueran una suerte de "compartimientos estancos", sin comunicación entre ellas.
"En la Reforma Universitaria se impuso el currículum flexible, que buscaba romper con la mentalidad de 'socavón' que predominaba hasta entonces, centrada en disciplinas separadas. Él entendió muy bien la necesidad de desarrollar la visión interdisciplinaria y el debate académico enriquecedor entre las distintas áreas del conocimiento, desde el derecho a la ciencia y a la teología", enfatiza.
Un aspecto que se echa de menos hoy es precisamente la falta de ese debate propiamente universitario, argumenta Molina.
"Hoy, los institutos universitarios, los profesores y los estudiantes no dialogan ni debaten desde esta perspectiva de una institución contemporánea, centrada en los grandes temas. Las universidades chilenas parecen ausentes del mundo y del entorno en el que viven", advierte.