Los festivales han marcado la trayectoria del Grupo Altamar, conjunto cuequero que este año está conmemorando dos décadas de carrera desde su debut en 1993 y que, aparte de la docena de discos que ha grabado en este tiempo, ha ganado sus pergaminos en competencia sobre los diversos escenarios de Viña del Mar, Olmué, Valparaíso, la Patagonia, Santa Cruz y otros festivales.
Éste es el grupo que ganó en 1999 la competencia folclórica del Festival de Viña con la "Cueca pulenta", que obtuvo el primer lugar en el Festival del Huaso de Olmué en 1997 con la "Cueca del circo" y en 2005 con la cueca "María de La Pintana", y que ha triunfado además con la "Cueca para mi acordeón" y "Una rancherita vieja" en certámenes como el Festival de Villancicos de Nancagua y el Festival de Molina.
Todo ese repertorio será parte del concierto de aniversario (ver recuadro) con que el grupo va a conmemorar este sábado 3 de agosto sus veinte años, con su actual alineación en escena: el compositor Víctor Hugo Campusano (voz y acordeón), Ricardo Castro y Claudio Gyllén (voces y guitarras), Osvaldo Martínez (voz y teclados), Víctor Manuel Campusano (voz y bajo) e Iván Ángel (batería) son hoy el Grupo Altamar, un nombre precursor en el historial de la cueca en Chile desde los años '90, y previo al despertar que esta música experimentó entre exponentes de las nuevas generaciones desde fines de esa década.
-Se puede decir que nosotros somos producto prácticamente de los festivales -resume Ricardo Castro, cantante y guitarrista-. Hace veinte años atrás no había la difusión de la cueca que hay ahora ni tantos grupos como hoy, y la cueca tampoco se había empoderado tanto de los espacios públicos. Entonces la única forma de darnos a conocer eran los festivales. Víctor Hugo (Campusano) es el creador de todos los temas del grupo y participar en los festivales nos dio un plus, de hacernos conocidos.
Influencias del puerto
El Grupo Altamar está celebrando sus veinte años, pero el nombre del grupo tiene en realidad veintidós. Fue en 1991 cuando un conjunto encabezado por Víctor Hugo Campusano participó en el Festival de Valparaíso con la canción "Las viudas del mar" y apareció esa propuesta de bautismo, según recuerda el acordeonista.
-Querían que el nombre del grupo tuviera que ver con el mar. Entonces: "Miramar"… "Mar y cueca" no me gustó, y propuse Altamar.
-De hecho en muchas partes piensan que somos de Valparaíso -agrega Ricardo Castro. Y aunque el grupo es santiaguino de nacimiento, sí hay entre sus influencias músicos del puerto, como Los Afuerinos, fundamental conjunto que mantuvo viva la cueca urbana en los años '80 y '90, y el cantante Jorge Montiel, quien grabó en los '80 con el grupo Los Pulentos de la Cueca junto al otro gran emblema del Grupo Altamar: el cantor y guitarrista Pepe Fuentes.
-Los Afuerinos son un referente nuestro -reconoce Campusano-. Son el eslabón, el nexo entre Los Chileneros (el grupo de cueca tradicional de los cantores Hernán Núñez, Luis Hernán Araneda, Raúl Lizama y Eduardo Mesías y que grabó sus primeros elepés a fines de los años '60) y la continuación. Ellos nunca cesaron, de los '70 en adelante.
-Es lo que dice Víctor Hugo: ellos fueron el nexo -agrega Castro-, porque Alberto Ponce, el primera voz, que canta muy alto, tiene esa onda de Los Chileneros, pero musicalmente tiene el estilo del Sata Ponce, el acordeonista, que es muy melódico. Las cuecas de ellos eran fascinantes.
Con esas bases, la formación inicial del Grupo Altamar en 1993 fue con Víctor Hugo Campusano, Ricardo Castro, Claudio Gyllén y Rodolfo Henríquez, quien hoy toca con Los Tres. Henríquez se alejó en 1999, año en que se integraron Roberto Isamitt y Pedro Zamorano, y en 2000 partió a su vez Ricardo Castro para tocar en el grupo de Pedro Messone y se sumaron Joselo Osses (teclados) e Iván Ángel (batería). Osses permaneció hasta 2005, año en que retornó Castro y se unieron Osvaldo Martínez (teclados) y Víctor Manuel Campusano (bajo) para completar la formación actual.
Se había acabado la cueca (urbana): primeros años
A partir de esos inicios es posible seguir la carrera del conjunto de la mano de los festivales en los que ha participado. En 1993 el Grupo Altamar ganó el Festival de Valparaíso con la cueca "A Los Perlas", obtuvo el segundo lugar en el Festival de Viña con la pericona "La solitaria", y fue finalista en el Festival de la Patagonia con "La abuela Natalia", vals de Claudio Gyllén. Y el paso por Viña les permitió grabar su primer disco, por intermedio del músico y productor Ronnie Medel y con el sello Sony Music: el compilado Cuecas electorales.
-El día en que fuimos a grabar lo hicimos en forma tan fluída que el productor nos pregunta si tenemos cuatro cuecas más -recuerda Gyllén, y l Grupo Altamar registró finalmente doce cuecas en ese disco.
-Creo que ese mismo año había fallecido el último de Los Perlas, el Perla chico -agrega Campusano a propósito de la cueca "A Los Perlas"-. La gente del folclor no tenía el espacio que correspondía en ese tiempo. Esperábamos que alguien rindiera un homenaje a estos grandes folcloristas, pero nadie lo hizo. Entonces lo hicimos nosotros.
"Y lo mismo pasó con la cueca", agrega: "esperábamos que alguien cantara cueca, no existían los grupos jóvenes en ese tiempo, no estaban ni Los Tres, ni Daniel Muñoz, ni Los Santiaguinos, ni Los Palmeros. Estaban los puros Afuerinos en Valparaíso, que ya llevaban doce años, pero no había otros grupos cuequeros. Solamente los ex Chileneros, porque tampoco existían. Se había acabado la cueca. De cueca urbana estamos hablando. Porque en ese tiempo reinaba la cueca campesina. Había que nacer en Graneros para ser folclorista".
-Estaban Los Hermanos Campos y los Chacareros de Paine como grupos que sonaban en ese tiempo -agrega Castro.
-Entonces en el '93 decidimos hacer un grupo urbano -continúa Campusano-. Y nos sacamos el traje de huaso, porque también tenías que vestirte de huaso para hacer folclor. Y éramos un bicho raro en realidad. Además que empezamos a cambiar las melodías y los acordes de la cueca. O a innovar, no a cambiar. La cueca no la inventamos ni la reinventamos, pero sí le dimos una frescura, algo distinto, hicimos pequeños arreglos en las introducciones y de ahí en adelante se empezaron a interesar los jóvenes en la cueca.
-En todo caso hay que destacar que tuvimos un mentor, un padre putativo, que fue Pepe Fuentes -agrega Gyllén-. Él creyó en nosotros y nos ayudó mucho.
-Sí. Admirábamos mucho a Los Pulentos de la Cueca, que no existieron como grupo, grabaron no más -precisa Campusano-: Jorge Montiel, Pedro Zamora y Pepe Fuentes, que para mí es un genio musical sobre todo en la creación de melodías de cueca.
-Además de esos cambios de melodías y acordes, ¿otra novedad en las cuecas del grupo era la instrumentación, con bajo, después con batería?
-Y el bajo, fíjate, llamaba mucho la atención. Pero no el contrabajo: el bajo electrónico. De hecho cuando íbamos a festivales no nos permitían tocar con bajo. Para los folcloristas más puritanos, por decirlo así, era una ofensa que tocáramos con bajo. Y la idea nuestra en realidad era competir con los grupos electrónicos de esos tiempos, con los rockeros, con los cumbieros, porque tú ibas a las fondas en esos tiempo, subía la sonora y era un cañonazo; subían los huasos con guitarras con micrófono no más y sonaban chiquitito, y la gente pifiaba.
-¿En cuáles festivales no permitían tocar con un bajo eléctrico?
-En varios. En Santa Cruz -dice Campusano por ejemplo. "Y Talca", agrega Gyllén. "En la primera vez que íbamos no había problema: tocábamos con bajo. Pero al año siguiente prohibían el bajo en las bases", continúa el acordeonista. "Faltaba que pusieran 'Altamar' entre paréntesis", sonríe el guitarrista.
-Ahora, nosotros los engañábamos, porque después aparecieron los bajos electroacústicos, que se veían iguales que las guitarras. "Prueba la guitarra grande", decían (los sonidistas), y era el bajo -se ríe Campusano.
-Con respecto a la innovación del sonido -agrega Ricardo Castro-, Pepe Fuentes vivió muchos años en España y se compró uno de los diez o doce bajos que hizo la fábrica del bajo de Paul McCartney. Entonces el Pepe a los Pulentos de la Cueca trató de hacerlos cantar como los Beatles, con dos primeras (voces) y dos segundas. En este caso nosotros éramos cuatro al comienzo: Víctor Hugo y yo éramos las primeras, Claudio (Gyllén) y Rodolfo (Henríquez) las segundas.
-De hecho cuando empezamos el Pepe nos invitó a ensayar a su casa para crearle un estilo al grupo -recuerda Gyllén-. Y ahí salió un día del dormitorio (y dijo) "Oye, y ¿por qué no cantan como los Beatles?" Y nosotros le dijimos "Pero, Pepe, ¿ya te tomaste un copete?" (risas). Y ahí nos explicó y entendimos cuál era la idea.
-¿Cantar así es lo contrario del canto a la rueda, que es la tradición de la cueca?
-No, es igual que el canto a la rueda, pero lo hacemos entre dos -precisa Campusano-. Lo que pasa es que ese estilo es muy urbano, mi papá cantaba así: cuando yo era chico veía que él cantaba con sus colegas músicos, y cantaban gritado. "Pucha, papá, ¿por qué canta tan gritado, tan ordinario?", le decía yo (sonríe). "Porque así se canta la cueca, pos mijo". La cosa es que en el '85 se murió mi papá, yo tenía veinte años. Y no había cantores así. Entonces para mí fue una sorpresa encontrar a Los Afuerinos, que cantaban en ese estilo, en la rueda.
-Al revés de eso, ustedes definieron su estilo como una nueva cueca, más armonizada.
-Sí, yo la definiría como una cueca melódica. Porque usamos nuestras voces naturales. No impostamos la voz como los que hacen cueca brava.
-Hay algo que dice Víctor Hugo, que este estilo de cueca tiene dos grandes grupos -dice Gyllén-: los fuentistas (se refiere a Pepe Fuentes) y los nuñistas (a Hernán Núñez, de Los Chileneros). Los fuentistas son menos: si te fijas podrían ser Los Palmeros, Las Torcazas, nosotros. Nuñistas hay muchos. Porque la cueca fuentista es más difícil de cantar, musicalmente.
-La otra cueca es más básica -dice Campusano.
-Pero, para ser justos, ¿la cueca brava también tiene una exigencia de cantar fuerte y vibrante?
-Sí, pero considero que son gritos más que cantos. Nosotros partimos así, ¿ah? En un comienzo gritábamos la cueca, impostábamos la voz. Yo sé cantar así porque cantaba con mi papá. No me gustaba y lo encontraba ordinario, pero cantaba. Y hasta el día de hoy me paro con cualquiera cantando cuecas, gritaítas. No quedo chico, digamos. También soy bravo para las cuecas.
Queríamos llamar la atención: cuecas con polémica
La saga festivalera continúa en 1994 con el tercer lugar en el Festival de Valparaíso gracias a la cueca "Por la ventana por la mañana", de Pepe Cornejo y Yayo Castro, y el segundo lugar en el Festival de Santa Cruz con la cueca "Rosa con espinas". Y en 1995 el grupo ganó en el mismo Festival de Santa Cruz con la cueca "Valís callampa".
-Y no queríamos ir, ¿ah? -recuerda Gyllén-. Porque cuando Víctor Hugo nos mostró esa cueca la encontramos ordinaria. Cómo vamos a ir a defender… Pero ya estaba clasificada, había que ir. Y fuimos.
-Al segundo día nos presentan y ya fue una ovación -recuerda Campusano-. Ésa fue la primera cueca medio polémica que hicimos, porque tuvimos otra que se llamaba "El huevón" después. Lo que nosotros queríamos era llamar la atención, en los medios, que nos criticaran, para bien o para mal, pero hacernos notar. La gente hablaba de que la cueca era ordinaria, de que era una falta de respeto, y por qué, si es algo tan chileno, habla de que es una palabra que nos identifica.
Luego vienen las ligas mayores, cuando en 1997 ganan en el Festival del Huaso de Olmué con la "Cueca del circo", en 1999 el de Viña con la "Cueca pulenta" y en 2005 de nuevo el de Olmué con "María de La Pintana", una cueca social que incluye versos como "Tus sueños de modelo / ser una estrella / se los llevó la droga, caramba / No hay pasarela", y que nació de la observación de Víctor Hugo Campusano, según recuerda el acordeonista.
-Es una etapa de mi vida cuando era joven, que trabajaba como músico en Los Adobes de Argomedo. Y tomaba micro ahí donde está Almacenes París, en la Alameda. Y tipo tres de la mañana andaba una niñita de unos ocho años vendiendo flores, muerta de sueño, vestida de blanco; era muy linda, parecía un angelito. Yo pensaba en la inconsciencia de los papás. Trabajé siete años ahí, imagínate, y la vi crecer. Y cuando ella tenía unos trece años la vi embarazada. Y después la vi alcoholizada. Y después la vi drogada. Y después nunca más la vi.
"Y me quedó dando vuelta eso en la cabeza", continúa. "Ella esperaba la micro que iba a La Pintana. Pasó mucho tiempo, diez o quince años, y me acerqué a una señora que todavía está ahí, que vende pan amasado, una abuelita ya. Y le pregunté qué es de una niñita que vendía flores. 'Ah, la María', me dice. 'Se murió. Se metió con un narco, se fue a Antofagasta, le hicieron una mexicana y en una balacera loca le llegó una bala y murió'. Y yo quería que todos supieran que existía la María de La Pintana".
Otras cuecas de inspiración similar del grupo son "El buen consejo", que se refiere a las madres solteras, o "Di no a la droga", cueca de Rodolfo Henríquez ("Era 'Dino: ¡a la droga!'", bromea Ricardo Castro), con la que el conjunto ganó el Festival de Valparaíso en una versión en la que compitieron connotados artistas del puerto como Margarita Alarcón y Los Afuerinos. "De hecho creo que ha sido el único festival que hemos ganado que las pifias se escuchaban hasta Agua Santa", dice Gyllén. "Pero no era contra el Grupo Altamar. Era porque había grupos de Valparaíso que la gente quería que ganara".
Y en paralelo está el registro disquero del grupo, a partir de ese primer compilado Cuecas electorales (1993), compartido con grupos como Los Hermanos Campos, Los Afuerinos, Chacareros de Paine, Los Paleteados del Puerto, Chilhué y otros, en triple cassette. "Muy mala idea ponerle ese título, porque la gente pensaba que era una cuestión política", recuerda Campusano. "No fue éxito de ventas, de hecho se vendían los tres casets por luca".
Tras un segundo compilado similar, titulado Cuecas viejas pero güenonas (1994), el grupo inició su colección propia que, según reconstituyen los propios integrantes, incluye los discos Por amor a Chile (1997), Festival de cuecas (1997), Puro Chile volumen 3 (1998), Gorditos pero sexys (1999), ¡Puras cuecas! (1999) junto a la cantante porteña Carmencita Ruiz, y los dos discos posteriores a su triunfo en Viña del Mar: ¿Quí ti pin, quí ti pun, quí ti pá… (2000) y Cueca pulenta - Chiguay… chiguay (2000), con una errata en el título, que debería decir "chiguá", explican.
-Se equivocaron y le pusieron chiguay -dice Castro. El siguiente disco fue La revolución de la cueca! (2002), que luego dio origen a la serie de compilados de varios grupos La revolución de la cueca 2, el regreso (2005) y La revolución de la cueca III - La conquista final (2008). Y los trabajos más recientes de Grupo Altamar son el DVD En vivo (2010), grabado a fines de 2009, y Cuecas con aroma de mujer (2012), su más nuevo disco a la fecha.
-En el último tiempo se empezaron a escribir más cuecas de amor, y la última producción es dedicada casi completa al amor y a la mujer. De ahí el nombre del CD también -dice Osvaldo Martínez, el tecladista, a propósito de ese disco, que incluye cuecas como "Señora", nominada al Premio Altazor, o "Y ahora quién", concebida como una cueca con mariachi.
-Pero sigue siendo cueca -concluye Víctor Hugo Campusano-. Por eso es este estilo de cueca: porque un Raphael, por ejemplo, grabó a la Chabuca, un vals peruano, o una zamba argentina, pero nunca grabaron una cueca. Porque no la entendían. Entonces creo que las cuecas nuestras son un poco más universales, más entendibles para el oído extranjero.