EMOLTV

Antártica

El cantante y compositor presenta aquí un disco de canciones para guitarra acústica singular cono pocos en la música pop chilena.

06 de Agosto de 2013 | 17:43 |
imagen

Es un lugar común asociar a calidez, a tibieza, a calor de una fogata o a luz de rayos de sol el sonido de las cuerdas de nylon de una guitarra acústica. Ése es un primer mérito de este trabajo: llamar Antártica a un disco hecho en torno a ese instrumento y que el nombre sea tan apropiado. Antártica, la palabra, podrá ser sustantivo o adjetivo, y podrá sugerir un paisaje (amplio), un relieve (expandido), una temperatura (baja), una luminosidad (blanca) o todas las anteriores, y cualquiera de esas connotaciones tiene sentido en la sexta grabación de Leo Quinteros, que presenta aquí un disco de canciones para guitarra acústica singular como pocos en la música pop chilena.

Porque ese instrumento es la base del sonido de Antártica, pero nunca es evidente. El cantante puebla este disco de arreglos de cuerdas, timbres electrónicos, detalles digitales, teclados, baterías y bajos, pero la guitarra es la base, y es saludable y exigente la opción de que, salvo en un par de canciones, esa guitarra no necesite ser eléctrica. Está combinada con un saxo o clarinete, posible o imaginado, en "No tú y yo"; luego aparece envuelta en acordes de teclados en esa especie de slow rock que es "Una señal"; y en "Hacernos realidad" se oye entreverada con ritmos drum n'bass hechos a mano, en un efecto tan personal que hasta la voz de la cantante chilena invitada en esa canción queda reinventada.

En un corte cronológico, Antártica sirve también para ver en retrospectiva el camino que Leo Quinteros ha hecho hasta acá. Éstas no son las guitarras rocanroleras con que compartió cuando era el único solista de la generación de bandas de garage en la que empezó a comienzos de la década pasada. Tampoco es la guitarra trovadoresca con la que coexistió luego, ni la guitarra rasgueada con la fuerza intuitiva de la oleada siguiente de solistas. Ni rocanrolera ni trovadoresca ni arrebatada, su guitarra acústica parece proponer hoy una dinámica nueva para estas cuerdas en una banda de rock. Hay efectos colaterales, como la total falta de estridencia de Antártica en su invitación a escuchar sin ruidos. Y hay efectos adicionales, como lo elástico de las armonías de las canciones, sin lugares comunes en sus secuencias de acordes; y como lo personales que parecen varias de estas letras, a tono con el frío, la luz blanca y el relieve espacioso y despojado del entorno sugerido. Antártica empieza en si menor: si creemos en la idea de que los tonos menores sugieren tristeza, este disco no viene con final feliz, porque termina en el mismo acorde. Pero en un paisaje así no hace falta un carnaval para encontrar la belleza.

David Ponce

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?