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Dream Theater

Aunque la interpretación no falla, y quizás hasta resalta, lo cierto es que lo nuevo de la banda de John Petrucci no es más que un refrito de sus fórmulas, más orientado a "hacer la pega" antes que a proponer.

29 de Septiembre de 2013 | 10:28 |
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No destacar el tremendo nivel instrumental que muestra Dream Theater, el esperado nuevo disco del quinteto de metal progresivo estadounidense, sería insulso. La construcción de este trabajo se basa precisamente en ello, en un virtuosismo como pocas veces se le ha escuchado al conjunto, en el que cada frase, cada compás, está destinado a ser una obra en sí misma, en pos de añadir elementos de complejidad aún mayores a una propuesta que siempre se ha caracterizado por, entre otras cosas, un juego equilibrado entre el ánimo profeso al juego del "músico virtuoso" y cierta concesión con el formato de canción más tradicional. Esos momentos, que construyen los mejores pasajes del grupo, se retratan de gran forma en elepés como Images & Words (1992), Awake (1994) y, en cierta forma, Octavarium (2005).

Y aunque otras entregas de la banda también han destacado esa veta instrumental, lo cierto es que a la altura del duodécimo trabajo de Dream Theater los recursos parecen agotarse, y lo que queda es un puñado de canciones que obedecen, sin duda, a un refrito de lenguaje ya utilizado. Si bien el tema promocional de este álbum, "The enemy inside", cuenta con ese delicado equilibrio al que se hace mención, cortes como "Enigma machine", una diatriba que aumenta al extremo las ambiciones instrumentales del conjunto, muestra precisamente lo contrario. Asimismo, este tema representa un ejemplo peligroso del constante lugar común en que se vuelve Dream Theater (aunque el propio John Petrucci diga que es su disco más variado a la fecha), considerando que tras esta verdadera masa instrumental, la banda trata de equilibrar con "The bigger picture".

Cuando una banda, la que sea, comienza a recocerse, y disfraza aquello con adornos —en este caso, instrumentales— y elementos más efectistas que efectivos, lo que tenemos es un álbum plagado de clichés, que hacen un flaco favor a la propia apuesta del grupo en cuestión. En el caso de Dream Theater y su disco homónimo, la sorpresa no sería que a sus seguidores no les gustase el elepé, ya que contiene todo lo que cualquier fan querría escuchar. Lo realmente llamativo, en este caso, sería hallar algo que se escape de esa zona de seguridad en la que el grupo decidió refugiarse. Por mucho que sea Dream Theater, lo cierto es que este nuevo álbum funciona más como un compendio de figuras pasadas ya tocadas, y ahora aumentadas, antes que como un disco nuevo propiamente tal, con todo lo que eso conlleva.

Felipe Kraljevich M.

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