Ante un Estadio Monumental copado con unas 50 mil personas se presentó esta noche Black Sabbath en Santiago.
Manuel Herrera, El MercurioSANTIAGO.- Si en la llamada "semana metalera" registrada en estos días en la capital Iron Maiden trajo la devoción, con el show del pasado miércoles en el Estadio Nacional, la rúbrica llegó a ponerla dos días más tarde Black Sabbath, que a la devoción sumó sobre todo el peso de la historia: la marca del concierto que la banda inglesa dio este viernes 4 de octubre en el capitalino Estadio Monumental, con los estadounidenses Megadeth como teloneros.
Cuarenta y tres años trascurridos desde el inicio de su carrera discográfica y tres de sus cuatro integrantes originales presentes hoy en la alineación del grupo respaldan ese significado histórico del actual show de Black Sabbath, que se presentó en Chile al mando de la tríada de fundadores entre Ozzy Osbourne (voz), Tony Iommi (guitarra) y Geezer Butler (bajo) y ante una impresionante convocatoria de unas cincuenta mil personas, según estimación de los organizadores, que coparon cancha y graderías del Monumental.
Y el diálogo fue inmediato. Eran pasadas las nueve y cuarto de la noche y todavía no caía el telón colgado frente al escenario cuando se escuchó una voz en off con un cántico a modo de primer saludo: "Oé oé oé oé". Y la respuesta inicial de varios miles que reconocieron esa voz se oyó en masa: "Ozzy / Ozzy". Minutos más tarde, el propio Ozzy Osbourne salía a escena junto a sus compañeros, a corroborar ese arrastre de masas que lo define como una estrella de rock con todas sus letras, y que fue uno de los constastes motores del concierto.
Pero Black Sabbath es lo bastante poderoso como para hacer valer su peso incluso con un rockstar como Osbourne en sus filas. Más que el culto a la personalidad del cantante, el concierto con que el la banda inició en Santiago su gira internacional es una antología de parte de la historia del rock, firmada de modo colectivo por un grupo fundacional en más de un sentido. Y el hecho de abrir el concierto con la estimulante "War pigs", una de las canciones del segundo elepé de la banda ("Paranoid", de 1970), es la mejor guía para entender ese carácter histórico.
Con "War pigs" en vivo se escuchan todos los rasgos que hacen de Black Sabbath un grupo pivotal en el rock desde los inicios del grupo a comienzos de los '70. Ese inicio lento y pausado es una semilla de todo el estilo lóbrego de las bandas de doom metal de generaciones más tarde.
El bajista Geezer Butler tiene intacta esa desenvoltura de vieja escuela en su instrumento que remite a los inicios del grupo en esos años del primer rock pesado. El estilo de Tony Iommi también es un recordatorio fiel de su aproximación a la guitarra, desprovista de los aspavientos técnicos tan frecuentes en el metal y única por esa misma razón. Así se dio a conocer Black Sabbath: básico, pesado y sin alardes, distintivo por todo eso en su tiempo. Y así se ven y escuchan en directo, con esos mismos caracteres hoy en vivo.
El grupo llegó además con el reciente disco "13" (2013) grabado por la reunida formación entre Osbourne, Iommi y Butler, y parte de ese repertorio está en el programa del show, con las canciones "Age of reason", "End of the beginning" y "God is dead?". Pero en medio están puestas las páginas legendarias, todas ellas de los discos tempranos grabados antes del alejamiento de Osbourne a fines de los '70. Entonces se oyen "Under the sun" y "Snowblind" (de "Vol. 4", 1972), "Dirty women" (de "Technical ecstasy", 1976), un momento narcótico inicial en "Into the void" y una cuota de desenfreno cerca del final con "Children of the grave" (las dos de "Master of reality", 1971), y "Rat salad" (de "Paranoid", 1970), que incluye un solo asombroso con el que el joven Tomy Clufetos termina por confirmar el encomiable trabajo que hace en la batería.
Y desde luego están los himnos absolutos. "War pigs" es, literalmente, sólo el comienzo. Luego vendrán las campanadas y la efectiva simplicidad de "Black Sabbath", canción del primer disco del grupo en 1970; la simplicidad todavía mayor con la voz y todos los instrumentos casi al unísono en "Iron man", y la cita al comienzo de "Sabbath bloody sabbath", reducida a introducción del impacto final: la locura desatada en el estadio al ritmo de "Paranoid", con miles que saltan y bailan a empellones iluminados por bengalas rojas.
Es la historia sumada a la influencia. Black Sabbath habrá influido por igual sobre un rockero siempre inquieto como Mike Patton, un grupo pop como Cardigans, unos monos animados de MTV como Beavis y Butthead o una banda chilena como Yajaira, tal como sobre los miles que en una cancha como la del Monumental corean en masa los riffs o frases características de la guitarra y los transforman en cánticos de estadio lleno.