Blur debutó en escenarios nacionales.
Cristián Soto, El MercurioSANTIAGO.- Midlife: A beginner's guide to Blur, se llamó el disco con que en 2009 el sello a cargo del catálogo del grupo británico decidió celebrar su entonces reciente regreso, hasta ese minuto acotado a un par de presentaciones y con un futuro más que incierto por delante.
Cuatro años más tarde, la reunión del cuarteto se mantiene a firme, y el mismo título que bautizó a ese disco de oportunidad podría denominar a una noche como ésta, la del esperado encuentro de Blur con su amplia comunidad de seguidores en Chile, hoy representada por cerca de 20 mil personas.
Porque eso, un auténtico concierto de grandes éxitos, en el que no quedó fuera prácticamente ningún tema que amerite esa categoría, fue el que ofreció en la Pista Atlética del Estadio Nacional la banda liderada por Damon Albarn, quienes evidenciaron una forma que no sabe de años en paréntesis ni de una para creativa mantenida voluntariamente hasta hoy.
La inagotable "Girls & Boys" —con algunos minutos de retraso respecto de la hora anunciada (21:30), y luego de que Albarn pidiera la libertad para su amigo Frank, detenido por defender el Ártico junto a Greenpeace— fue el tema designado para abrir un show que no supo de artificios, y en el que canciones y actitud se mezclaron en partes iguales, para cuajar una auténtica celebración.
De ese modo, una "Beetlebum" de apariencia desprovista se permitió terminar en una auténtica sesión de noise, mientras que "Out of time" vio redobladas sus cuotas de emotividad y misterio. "Caramel" ofreció lo propio con sus aires crípticos, que coronaron con otra clase de manejo de ruido, en el que las intenciones estéticas se sobreponen a cualquier clase de rigurosidad melódica.
La guitarra de Graham Coxon, el bajo de Alex James y la batería de Dave Rowntree, claro está, completan el núcleo de este conjunto que sólo llega a su potencial gracias al fundamental aporte de un trío de metales, un tecladista y un cuarteto de voces negras. Este último, por ejemplo, esencial a la hora de maximizar la matriz gospel de un tema como "Tender".
Damon Albarn colgando hacia el público durante todo lo que dura "Country House", y éste devolviéndole el gesto con redoblado entusiasmo, perfectamente puede ser la postal que inmortalice a este concierto. Uno que pagó una deuda, diría el cliché, pero más importante que eso: Uno que permitió que estos incondicionales no se quedaran sin mirar de frente un pedazo de su propia historia, y de la que quedó impresa en algunas de las más decidoras páginas en el pop y el rock de los últimos 20 años.
¿Habrá más? Por lo que han dicho en una entrevista tras otra, por ahora no hay opción para ello. Sin embargo, lo exhibido hoy sin dudas da cuenta de que esta extendida reunión, bien merece la prueba de un desafío creativo que engrose una herencia desde ya inobjetable.
Apertura a la altura
Momentos antes, cerca de las 20:00 horas, abrió los fuegos el norteamericano Beck, quien cumplió con su segunda jornada de apertura en Chile tras anteceder a The Police en 2007 (decir "telonero" no deja de sonar algo peyorativo con alguien de sus pergaminos).
El cantautor también ofreció un recorrido por sus éxitos (amén de una aguada versión de "Billie Jean") cosechados desde principios de los 90 a la fecha. Así, un tema de Odelay (1996), "Devil's haircut", marcó el arranque, para luego moverse de ida y vuelta en una cronología que llegó hasta el presente, con "I won't belong", primer adelanto de su venidero disco.
Con sus aires algo más etéreos y nostálgicos, la canción marcó de paso un alto dentro de un repertorio caracterizado por viajar desde la matriz garage, hacia géneros como el funk y el hip hop. De ello dieron cuenta piezas como "Qué onda güero", desde luego el clásico "Loser" (la más celebrada por el público) y "Where it's at", que cerró el segundo paso de un tipo que ya pide a gritos una jornada para él solo por estos lados.