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Boyfriend

El cantante canadiense pasó por segunda vez por el país para volver a repletar el Estadio Nacional, donde mostró cuántos pasos ha dado desde su debut en ese recinto, y cuántos aún le faltan por dar para dejar atrás su cascarón de fenómeno.

13 de Noviembre de 2013 | 11:32 |
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El canadiense se mostró esmerado en demostrar que ya no es el niño de la época de ''Baby''.

H ector Aravena

Siempre es tarea compleja someter a juicio crítico a las estrellas adolescentes de moda. ¿Qué se puede esperar de ellos? ¿Que alcancen necesariamente una vara que los haga dignos merecedores del cartel de "artista"? ¿O que canalicen adecuadamente las necesidades de identidad, pertenencia y entretención en fans principantes, más allá de la calidad de su oferta? Al menos en el caso de alguien como Justin Bieber la respuesta puede ser clara: Evolución.

No menos que eso es lo que debería pedirse a un cantante que desde hace dos años observa el mundo desde la cima del monte de la popularidad, que toma parte activa en el proceso de sus discos y conciertos, y que hoy parece empecinado en dejar atrás al mocoso que se dio a conocer al mundo, para mostrarse como un adulto que sabe lo que quiere y que se manda solo.

Para ello no sólo acude al lucimiento de sus centímetros de altura adicionales y sus mayores horas de gimnasio, sino también a un desplante escénico que evidencia que al menos ha hecho esfuerzos por dejar atrás al fenómeno (cosa que aún es), para avanzar en la senda de la profesionalización. Así comienza a quedar claro desde la apertura, cuando el canadiense apareció acompañado de un grupo de bailarines para desatar el delirio de 50 mil seguidoras (ya no tan pequeñas), hasta hacer apenas audible la largada con "All around the world".

Con resabios de eurodance, la canción recrea un molde ad hoc con el carácter que intenta mostrar el Justin Bieber modelo 2013, ése que ya sabe de polémicas de sábanas y escándalos en hoteles. De este modo, los sonidos maquinales se apoderan de la atmósfera, mientras el cantante baila con gafas de sol, futurista vestuario blanco y rostro impenetrable, al tiempo que practica un más que evidente playback.

Es la receta para sostener una puesta en escena de canto y baile, área en la que muestra sus avances, y donde sigue en la medida de lo posible las enseñanzas del que sin duda es su mayor referente, Michael Jackson. Las canciones del "rey del pop" ya habían rellenado buena parte de la espera, y su huella vuelve a hacerse sentir en un tema como "Catching feelings", que se rige por la lectura del r&b hecha por el fallecido artista, y en el que el canadiense sí muestra en directo sus argumentos vocales, tal como en otros en los que la exigencia física disminuye. Es el caso de "Be allright" y el breve segmento que regala guitarra electroacústica en ristre.

Todo es parte de un libreto invariable que la gira sigue en una estación tras otra, y que contempla repasos audiovisuales por la infancia y la escalada a la fama de Bieber, además del ascenso de una fanática a escena en "One less lonely girl", y la salida a torso desnudo para "As long as you love me", ya en la recta final. Para entonces, la devoción está en un punto máximo, y no descenderá demasiado hasta el cierre con "Baby", primer éxito mundial que el cantante patentó cuando era un auténtico imberbe, la imagen que hoy precisamente busca dejar atrás. ¿Lo consigue? A ratos. Tantos como para esbozar un futuro que trascienda su origen viral, y tan pocos como para dejar en claro que ése, de todos modos, es el lugar que hoy sigue ocupando.

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