El cantautor falleció el miércoles 8 de enero, tras un largo tiempo aquejado de las consecuencias que le dejó un accidente vascular encefálico sufrido en agosto de 2012.
El MercurioLa canción con contenido y sentido social desde luego es uno de sus rasgos, como el de buena parte de su generación. El humor es una propiedad todavía más personal y, por la misma razón, distintiva dentro de esa misma estirpe de cantores hijos de los años '60 y de los primeros '70. Pero más íntima todavía es la ternura: el atributo que enlaza a todos los anteriores y que termina de definir el retrato y el recuerdo de Payo Grondona.
Porteño de nacimiento en Playa Ancha, colérico en su juventud, comprometido con el canto, exiliado por la dictadura como miles, retornado más temprano que tarde, persistente y porteño siempre en el regreso, Gonzalo "Payo" Grondona sembró cada una de esas estaciones de su viaje con canciones que hoy son la antología viva y actual de su legado, más allá de la data de cada una. Canciones que recurren no a los manifiestos que abundaban en la época de sus inicios sino a relatos y situaciones, sin acudir a héroes solemnes sino a protagonistas comunes y cotidianos, situaciones y protagonistas unidos por esa forma que adopta la ternura en sus creaciones: El amor por esos personajes e historias.
Payo Grondona canta y envuelve en el mismo cariño a esa interlocutora que es Isabel Parra en la canción a dúo "La conversada", una de sus grabaciones tempranas, viñeta pequeña y entrañable de vida corriente, así como a la señora de pueblo que se presenta como Doña Lucha por la Vida y a todos los integrantes de ese Sindicato de Esperadores de Micros que funda en su primer long play (El Payo, 1970), y tal como a la Nelly y al Nelson, la pareja de pololos de la canción más popular de su segundo disco, titulado por lo demás con esa frase de la vida misma que es Lo que son las cosas, ¿no? (1971). Ni siquiera hay rencor por la persona que le da mal la dirección en otra de sus canciones más recordadas, porque con el ritmo de bolero que Payo Grondona toca "Me diste mal la dirección" nadie puede estar realmente enojado.
En ese segundo elepé es posible encontrar al mismo tiempo la contingencia absoluta de títulos como "Elevar la producción también es revolución" y "Entrevista a Artemio ante su eventual matrimonio", que remiten a la vez al fragor de la Unidad Popular y al personaje de la más famosa tira cómica de la prensa de esos años, de modo que escuchar esta música es una experiencia similar a ver películas de Raúl Ruiz para asomarse a las calles y mirar a las personas del Chile a escala humana de esos años. Y tal como en "Me diste mal la dirección" el protagonista recorrió Tobalaba, Los Leones, Las Rejas o la Costanera buscando un domicilio improbable, a su regreso del exilio es un Chile de verdad extraño, nuevo y por lo demás dañado el que Grondona viene a encontrar: otro paisaje que queda retratado en "Circunvalación Américo Vespucio", una de las canciones de sus cassettes del regreso editadas por el sello Alerce desde los años '80.
Mucho antes que todo eso este hombre aparte había compuesto ni más ni menos que una canción fundacional del rock chileno en "La muerte de mi hermano", con letra de Orlando Walter Muñoz y grabada por Los Mac's en su disco Kaleidoscope men (1967), junto a composiciones como "Con F de fosa" y "Dedos de arena" para el mismo grupo. Y algo de esa frescura juvenil tuvo siempre, antes y después. En "Cuando era guailón", otra de sus melodías ochenteras, el cantor recuerda los Pecos Bill de una juventud marcada por la aparición de los primeros bluyines en la época de Bill Haley. Y la crítica social de "El hombre actual", una canción del primer LP, está envuelta de contrabando en un sensacional sonido pop rock setentero con órgano electrónico y todo, tocado por Sergio Arellano, del grupo Combo Xingú: un sonido que hace más efectiva la ironía.
"Él mismo dice que es un cantautor o un folclorista, pero yo le he dicho que no, que es un rockero", contaba en una entrevista en 2009 David Mac-Iver, histórico fundador de Los Mac's, a propósito de conversaciones que recordaba haber tenido con su amigo Payo. En el mismo sentido Grondona fue el único cantor chileno de su tiempo que tocó y grabó con un banjo, instrumento sinónimo de supuesto pro-imperialismo yanqui si los había. Era un banjo resignificado eso sí. Expropiado, casi. "El banjo me lo regaló un yankee, para que me quedara callado; yo lo acepté a cuenta del cobre", escribe el cantante en primera persona en una post-data de las notas de contraportada del primer long play, impresas con esa característica tipografía cursiva de los discos de la Discoteca del Cantar Popular, Dicap, diseñados y fotografiados por Vicho + Toño Larrea.
Tal vez por eso en los últimos años, antes del accidente cerebral que sufrió en agosto de 2012 y que desde entonces deterioró su salud, Payo Grondona fue sintonizado por nuevas generaciones de músicos de rock. En febrero del año pasado, mientras la mayoría estaba ocupada viendo cómo los animadores del Festival de Viña interrumpían a Elton John, a poca distancia de ahí, en el Cine Velarde, actual Teatro Municipal de Valparaíso, un elenco de músicos daba un concierto solidario con Payo Grondona, y entre ellos estaban Patricio Manns, Ángel Parra, Gloria Simonetti e incluso el uruguayo Daniel Viglietti, pero también una banda histórica del punk porteño como Ocho Bolas. Antes, cuando todavía era posible verlo en vivo, Grondona compartió escenarios por cuenta de las porteñas Escuelas de Rock con músicos de generaciones más jóvenes como Chinoy, Nano Stern, Manuel García o Andrés Godoy. Con los últimos dos actuó en 2010 en el festival Rockódromo, en el mismo viejo cine Velarde de Valparaíso.
Pero ni en la edad de los reconocimientos Payo Grondona estaba para solemnidades. "Ah, sí, este caballero, pero está muy viejo ya, además, mira, un guatón y pelado", sonreía con escepticismo acerca de esos homenajes en una entrevista de ese año, y además aprovechaba de desmitificar la historia del banjo, que en realidad fue regalo de un amigo gringo en Valparaíso. "El gringo se tenía que ir (...) y nos juntamos en su despedida, y yo le llevé unos cachos de buey y le dije 'Ya, te cambio los cachos por el banjo'. Ésa es la verdad". La vida misma antes que el manifiesto. No por nada otro de sus himnos es "Il Bosco", grabado en 1970: en medio de un tiempo en apariencia marcado por la canción política y de protesta, ésa es canción social por definición, de sociabilidad, cuya historia gira en torno a uno de los lugares recordados de la bohemia santiaguina. Y no por nada ese mismo viejo elepé del '70 trae otra melodía más inadvertida con el título de "La brujita": una miniatura en melodía e historia que algún niño cualquiera de la época podría haber hecho suya. En esa canción, tal vez la más pequeña de todas, cabe toda la infinita ternura de Payo Grondona.