Ril Editores
SANTIAGO.- Ésta es una historia que por momentos aparenta tener sólo divisiones, y la espera en estas horas pareciera no hacer otra cosa que ratificarlo: A sólo días de que la corte internacional de La Haya se pronuncie en torno al diferendo marítimo que sostienen Perú y Chile, cierta tensión se respira en el ambiente, orquestada cada tanto por declaraciones cruzadas, titulares exaltados, e ideas al menos cuestionables por parte de algunas autoridades, a las que otras buscan poner paños fríos regalando frases de buena crianza.
Es una forma de vinculación subyacente entre ambos países, instalada desde tiempos posteriores a la Guerra del Pacífico, y que en momentos como éstos pareciera quedar totalmente expuesta. Una forma que, por cierto, está lejos de ideales que ubican a la amistad entre naciones como elemento a primar, y que sugieren que los mejores capítulos del futuro no se escribirán al alero del enfrentamiento, sino de la colaboración.
Pero justamente estos elementos muchas veces dados por ausentes parecen ser los que imperan ahora en las más de 600 páginas que conforman el libro compilado por Sergio González y Daniel Parodi, quienes convocaron a diversos académicos chilenos y peruanos para dar vida a "Las historias que nos unen. Episodios positivos en las relaciones peruano-chilenas, siglos XIX y XX" (Ril Editores, $19.000).
Se trata de un volumen que reúne cerca de una treintena de relatos, fruto de la investigación realizada por casi igual cantidad de académicos, quienes recibieron la invitación para dar vida a un libro que "no pretende alejarse ni disentir de las historias diplomáticas de Perú y Chile, sino buscar otras Historias, posiblemente consideradas pequeñas", ya que "son ellas las que han ido construyendo una pátina cultural que (...), en una y otra dirección, ha aproximado a las sociedades".
De este modo, los autores llegan sobre todo a episodios inscritos en las llamadas "Microhistoria" o "historia de las mentalidades", principalmente pequeños acontecimientos y algunas formas de convivencia vinculadas más a la vida cotidiana que a páginas grandilocuentes escritas por héroes militares.
Aunque también hay de ésas. Por ejemplo, un artículo dedicado a la participación chilena en la independencia del Perú, con especial relevancia en la figura de Bernardo O'Higgins, sostén fundamental de la expedición independentista de San Martín.
Pero es el "lado b" el que sin dudas resulta más llamativo en este volumen, y allí se ubican relatos tan archivados como el de un combinado de fútbol peruano-chileno, que en el año 1933 zarpó hacia Europa para jugar partidos contra clubes como Barcelona, Real Madrid y Bayern Munich. La gira de paso sirvió de vitrina: La destacada actuación del colocolino Roberto Luco le valió un traspaso a Boca Juniors, equipo con el que se coronó campeón en los años 1934 y 1935.
La música es otro ámbito, donde destaca especialmente la penetración del vals peruano en la música popular chilena, tras su arribo a los puertos en los años 20. Luego, artistas chilenos (como Palmenia Pizarro) y peruanos (como Lucho Barrios) se encargarían de mantenerlo vivo en lo profundo del corazón popular.
La cocina también tiene su apartado: Ya el tránsito de conquistadores permitió un mestizaje muchas veces común en ambos países, que las oficinas salitreras incrementaron hasta dar origen a una denominación particular: La cocina tarapaqueña, donde había cabida para ingredientes como papa, maíz, ají, cerdo, cordero, legumbres, aves y pescados, entre otros, que daban vida a preparaciones como puchero, cazuela, ceviche, picante de guata con pata, arroz con leche y picarones. ¿Les suenan conocidos?