VIÑA DEL MAR.- No fue la desmesura del año pasado con Maná, cuando Eva Gómez anunció a los mexicanos como "el grupo más influyente en la historia del rock". El apelativo de "el rey del pop latino", con el que insistieron tanto Rafael Araneda como la debutante Carolina de Moras, suena del mismo corte, pero en honor a la verdad, esta vez se puede perdonar el entusiasmo.
Porque en su quinta ocasión en el Festival de Viña del Mar, Ricky Martin evidenció que efectivamente goza de una estatura difícil de igualar en el contexto continental, no sólo por su popularidad planetaria, sino también por el show ajustado y estimulante con que hoy cuenta, y que esta noche hipnotizó a las 15 mil personas que llegaron a la largada del certamen en la Quinta Vergara.
Es cierto que al puertorriqueño le faltan la influencia y la trascendencia que definen también a un monarca, pero eso poco importa en un sitio como éste, donde un arsenal de éxitos y una mejor facha son garantía suficiente de una recompensa en metálico.
Pero Martin no está donde está por eso, y lo dejó en claro en cerca de 120 minutos de show, que comenzaron con la reciente "Come with me", tras una intro de aires dubstep. Se trata de un éxito radial de manual, con compuestos suficientes para instalarse en cualquier discoteca. Sin embargo, fue desenfundado cuando los motores del show y la propia garganta del cantante parecían aún en calentamiento.
Así pasaron "Shake your bon-bon" y un primer momento de comunión con "Vuelve" (tras jurar que "Viña del Mar es un vicio, lo digo en todas partes"), para terminar el encendido del espectáculo en "Livin' la vida loca", apertura del momento más alto de la velada.
Cambio de vestuario mediante (serían incontables a lo largo de la noche), y tras una intro de fondo swing y fachada tango, Martin abrió entonces un segmento de tono cinematográfico, con el soporte firme de sus ocho bailarines y diez músicos. Entre éstos sobresale especialmente un trío de bronces, que luego sigue como protagonista en "She bangs".
Hay aires de Broadway en esos momentos, que giran radicales en "Frío" (de su álbum MAS, de 2011), cuando la sexualidad que atraviesa a buena parte de la puesta en escena finalmente bulle en un cuadro de dominación y látigos. Para entonces, el artista ya había interpretado éxitos como "Fuego de noche, nieve de día", "María" y hasta un set que amarró "El amor de mi vida", "Fuego contra fuego" y "Te extraño te olvido te amo", sus hits más tempranos.
Para ese momento, además, ya había recibido en propiedad las antorchas de plata y oro, dinámica que se repitió en el turno de las gaviotas, que obviamente fueron entregadas con celeridad por parte de los animadores.
Martin las agradeció y dedicó palabras para Venezuela en "Por arriba, por abajo", invitó a Tommy Torres en "Tu recuerdo" y cerró con "Tal vez", regalando a Viña del Mar un show que ya en el arranque aseguró su lugar en los resúmenes del sábado.