VIÑA DEL MAR.- Podrían haber caído en diversos tipos de tentaciones, a propósito de su regreso a la Quinta Vergara y de los 52 años de historia que cumplen hoy mismo, pero la Sonora Palacios sabe bien de qué se trata lo suyo: Si hay que festejar, hay que hacerlo bajo sus reglas.
Por ello, la orquesta liderada por esa leyenda local que es Marti Palacios optó por no mover demasiadas piezas en su maquinaria, ésa que opera semana tras semana en los más diversos puntos y escenarios del país. De este modo, cumbia tras cumbia amarradas sonaron desde el escenario, como si bajo éste no hubiera un palco, sino una enorme pista de baile.
Cerca de cuatro mil personas resistieron hasta las 03:10 de la madrugada, cuando tras las competencias vino el turno de la primera sonora de Chile. Y no se equivocaron, porque el frío habitual que a esa hora impera en la Quinta Vergara fue rápidamente aplacado por la numerosa agrupación, que despachó todos los éxitos que gobiernan la fiesta popular chilena, y que aquí se hicieron irresistibles.
"La peineta", "Pedacito de mi vida" y "Candombe para José", fueron sólo las del tridente de entrada, y ya con ello tenían la noche en el bolsillo, lo que ratificaron más tarde con antorchas y gaviotas entregadas en las contadas pausas que se permitieron.
Pero la Palacios también regaló, con la presentación de "Viña, Ciudad Bella", el tema para la comuna anfitriona que hicieron por encargo, y "Chile va al Mundial", que registró el grupo Pasto Seco (cuyo vocalista estuvo en escena) para musicalizar la clasificación de la Roja a Brasil 2014.
Y querían seguir, porque los que permanecieron hasta el final no tenían ni la menor intención de moverse cuando ellos se despidieron. "¿Quieren desayuno bailable? ¿Quieren consomé?", preguntaron tras una foto que sólo se entiende en la confianza que da estar fuera de transmisiones. Y como la respuesta fue abrumadoramente afirmativa, a las 04:10 los músicos ya estaban listos para un nuevo acorde, pero vino la orden de arriba. "No nos dejan", se disculpó uno de los vocalistas, en medio de protestas. Sólo así podía finalizar una celebración que, de otro modo, seguro era interminable.