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"El folk fue una contracultura"

Estuvo con Luther King y Dylan. Estuvo en Woodstock. Estuvo en Hanoi. Está en la historia mundial de la música folk, y esta semana va a estar en Chile. Es Joan Baez, que aquí, a horas de llegar a Santiago, habla de música y compromiso. "La clave es correr riesgos", dice la cantante, que si es por riesgos también estuvo en Chile, en 1981, cuando estaba Pinochet: cuando era peligroso.

11 de Marzo de 2014 | 09:14 |
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Joan Baez actúa el viernes 14 y el sábado 15 de marzo a las 21.00 horas en el Teatro Caupolicán de la capital.

Habían pasado catorce años de su debut en 1960, once desde que grabara por primera vez canciones de un autor desconocido llamado Bob Dylan, cinco desde la noche en que se había parado ante cientos de miles en el concierto de rock más importante de la historia en Woodstock, dos años desde que había estado en Hanoi para protestar en terreno contra la guerra de Vietnam. Toda esa historia y mucha más había transcurrido cuando Joan Baez decidió grabar por primera vez en su vida un disco cantado en español. Y escogió una canción de un país llamado Chile para marcar ese nuevo hito en el trayecto.


Ya estaba consagrada como cantante fundamental de la música folk y había publicado quince discos cuando grabó ese elepé: Gracias a la vida (1974). Y para la voz del folk estadounidense más atenta a las influencias musicales del mundo que es la de Joan Baez, una mujer que ha cantado canciones de la tradición de EE.UU. pero también mexicanas, inglesas, francesas, españolas, judías y de otras procedencias, ése fue el primero de varios lazos con Chile.


En el disco grabó canciones de los autores y compositores chilenos Violeta Parra, Fernando Alegría, Rolando Alarcón y Víctor Jara, adelantada a la notoriedad universal que este último iba a ganar tras la noticia trágica de su asesinato a manos de militares tras el golpe de Estado de 1973. Años más tarde en 1981 hizo su recordado viaje a Santiago en plena dictadura de Pinochet, una visita que está inscrita en las luchas de la época por la defensa de los derechos humanos en Chile. Y en 2014 está de regreso por primera vez en treinta y tres años, para comunicarse otra vez en directo con el público chileno.


Y en español si es posible, dice ahora Joan Baez por teléfono en esta entrevista previa a su visita. "Si hay algo que quiero decir en una entrevista es mejor que lo diga en inglés. Pero en los conciertos espero hablar en español", avisa. No es un idioma ajeno para ella. Además de las canciones de Gracias a la vida, entre las que figuran "La llorona", "Guantanamera", "Cucurrucucú paloma" y el himno "No nos moverán" entre otras, el español está presente desde el primer día en la carrera musical de Joan Baez. En su disco debut grabó en 1960 el popular son huasteco "El preso número nueve", del autor mexicano Roberto Cantoral, y luego ha incluido canciones como "Pajarillo barranqueño", del también mexicano Alfonso Esparza Oteo, en el disco en vivo Ring them bells (1995), al lado de los éxitos mayores de su cancionero como "We shall overcome" (grabada por primera vez en el LP In concert, part 2, de 1963) o la más reconocible todavía "Here's to you" (1971), de la película "Sacco e Vanzetti" (Giuliano Montaldo), con letra de Joan Baez y música de Enio Morricone.


-Se trata sobre todo de intentar construir el concierto correcto para Chile, así que tengo un plan. Si alguien pide una canción que para mí tiene sentido tocar, a veces puedo hacerlo. Y la lista de canciones en sí cambia, no tengo tanto tiempo como para resolver qué es lo que va a funcionar y qué no, así que es una especie de apuesta. Trato de hacer cosas que sé que la gente espera que haga, y espero que funcione, y también hago canciones que no conocen. Es una forma de viajar cuidadosamente a través del concierto.


-¿Sí estás preparada para incluir más canciones en español que lo habitual?
-Sí, definitivamente. Por supuesto.


-¿Qué significado tuvo para ti el disco Gracias a la vida en ese sentido?
-Básicamente fue una respuesta al régimen de Pinochet. Afortunadamente fui capaz de tener una voz para responder del modo en que pude: canciones con las que sabía que la gente se podía identificar, en un momento en el que necesitaban apoyo desde afuera. Y tenía un amigo de Chile, en el exilio aquí (en EE.UU.), que me ayudó a encontrar las canciones. Fue un esfuerzo en el que tomó parte mucha gente.


-¿Cómo descubriste "Gracias a la vida", la canción? ¿Estabas familiarizada con la historia de Violeta Parra?
-Sí. Diría que a través de mi trabajo con Amnistía Internacional y mis amigos exiliados aprendí muchas cosas. Y todavía permanece. Ahora que lo mencionas no recuerdo cuándo la aprendí, pero sí sé que se volvió un himno en todas partes, en países de derecha, en países de izquierda. Es una canción tan bonita que todos pueden cantarla.


-Ese disco también incluye "Esquinazo del guerrillero", una canción de Fernando Alegría y Rolando Alarcón.
-Ésa fue por Fernando Alegría -explica, a propósito del escritor y profesor chileno, autor de libros como la novela "Caballo de copas" (1957), de poemas como "¡Viva Chile M!.." (1968), publicado en un libro y un disco grabado junto al actor Roberto Parada, y coautor también del disco "Las cuecas" de Ángel Parra y Fernando Alegría (1967). Ya en 1947 Alegría había obtenido un doctorado en la Universidad de California, en Berkeley, la misma donde fue profesor entre 1964 y 1967, y en 1971 fue nombrado consejero cultural del gobierno del Presidente Allende en la embajada chilena en EE.UU. Luego fue profesor hasta 1998 en la Universidad de Stanford del mismo país, donde murió en 2005, en la ciudad de Walnut Creek, California.


"Fue una figura pública muy activa contra el régimen de Pinochet", agrega Joan Baez, quien estrechó en EE.UU su amistad con Alegría. "Ésa fue la historia detrás de esa canción. Fue un deleite descubrirla. Y 'Te recuerdo Amanda' (de Víctor Jara) también surgió de esas tardes de sentarnos a conversar".


-Es casi legendario el concierto que Phil Ochs organizó en homenaje a Víctor Jara en 1974 en Nueva York. ¿Supiste de eso en su momento, tal vez estuviste ahí?
-Sí, existe esa especie de sentido mitológico a propósito de eso. No fui invitada, no estoy segura de por qué, pero el concierto sí se llevó a cabo.


1981 o el milagro del concierto en esa iglesia


El de este año para Joan Baez es un regreso. Su visita anterior fue en el invierno de 1981, aunque en condiciones muy distintas a las actuales. Esa vez las autoridades le prohibieron tocar, orden que no impidió que la cantante diera una actuación casi clandestina en la parroquia Santa Gemita de la capital. Un número especial de la revista La Bicicleta y una cassette publicada por el sello Alerce con el título Joan Baez en Chile quedaron como registros de la visita.


-¿Cómo se dio la posibilidad de entrar en Chile en esas condiciones?
-Fue Fernando (Alegría) y un grupo de gente, con los amigos de Amnesty, quienes decidieron que era un buen momento, porque estaba empezando a haber una pequeña apertura. Fue la palabra que usaron: apertura (lo pronuncia en español). Ellos sugirieron que iba a poder cantar y que el país estaba listo para esto. Yo estaba prohibida donde quiera que fuera, excepto Nicaragua, por supuesto.


-Es sabido que actuaste en una iglesia repleta de gente, pero ¿el plan original era otro?
-Iba a ser el concierto de la gira, oficialmente programado, en una gran sala. Pero cuando llegué todo estaba cancelado. Chile, Argentina, Brasil: todo cancelado. Así que esos conciertos oficiales nunca tuvieron lugar. Pero como resultado la gira fue mucho más interesante.


-¿Fue un estímulo adicional?
-Un estímulo y el milagro del concierto en esa iglesia. Fue un momento realmente milagroso.


-Fue un ejemplo de papel protagónico que jugó la iglesia católica en la resistencia a la dictadura en Chile.
-Exacto. Había una regla de los organizadores, que me dijeron "Puedes tocar cualquier cosa, pero no cantes 'We shall overcome' o 'No nos moverán'. Para que no intervenga la policía". La policía estaba afuera. Pero cualquier otra cosa que cantara iba a estar bien.


-¿Seguiste la instrucción?
-Era importante y complejo, en el estado en que se encontraba América Latina en ese tiempo. Yo podía hacer cualquier cosa, porque luego de eso iba a volver a mi casa. Pero la clave estaba en combatir a la gente correcta, con valentía pero también con sensibilidad. Eso es lo que traté de hacer. Entre la opción de algunas personas radicales que no se preocupaban de los demás, y la postura de alguien demasiado tímido que no hubiera hecho nada, encontré a las personas apropiadas, que pusieron esto en marcha y lo empezaron como un rumor, en un colegio, de que íbamos a tocar en un lugar cuatro días después. Dijeron "simplemente hagamos esto". Y lo hicieron de manera subterránea. Fue la gente adecuada de la que recibir consejo.


-¿Te llama la atención que una canción tuviera esa carga peligrosa, por ejemplo por el hecho de no poder cantar "We shall overcome"?
-Exacto. Y también pasó en Brasil, en el mismo viaje. Allí podía decir cualquier cosa a cualquier diario. En una mañana me podía reunir con el periodista de un diario en el hotel, nos sentábamos a hablar y escuchaban cualquier cosa de la que quisiera hablar: derechos humanos, de todo. Pero no me fue permitido cantar. Y nadie podía explicarlo. Ellos (los periodistas) me preguntaban "¿Por qué no vas a cantar?" Y yo les respondía "Díganme ustedes, ustedes son brasileños. No tengo idea de por qué puedo hablar pero no puedo cantar". Luego alguien me explicó que la música es tan fuerte en Brasil que ése era el peligro.


Rhythm and blues, ópera y una canción sobre prostitutas


Hay credenciales diversas de la importancia de Joan Baez en aspectos como su carrera, su influencia e, incluso antes que en las canciones, el primer plano que suelen tener su compromiso político.


Baez fue una abanderada contra la guerra de Vietnam. Subió a cantar con Bob Dylan al mismo proscenio en el que Martin Luther King habló en la marcha por los derechos civiles en Washington, en 1963. Fue parte del origen del estudiantil Free Speech Movement o Movimiento por la Libertad de Expresión incubado en Berkeley en 1964. Actuó en manifestaciones antinucleares y contra la llamada California's Proposition 6 o Iniciativa Briggs (1978), ley destinada a proscribir a trabajadores homosexuales en escuelas públicas de ese estado. Y los escenarios han sido la platafoma más frecuente de esas causas.


Joan Baez tocó en el precursor encuentro benéfico Concierto para Bangladesh (1971), estuvo en la apertura de la versión estadounidense del festival Live Aid (1985) e integró junto a músicos de nueva generación como U2, Peter Gabriel y Sting el elenco de A Conspiracy of Hope (1986), la primera gira de músicos organizada por Amnistía Internacional. Tampoco se quedó quieta en su país: tocó en Irlanda del Norte (1976), en España tras la muerte del dictador Francisco Franco (1977), en su citado concierto Chile cuando estaba Pinochet (1981), en Checoslovaquia con la presencia del dramaturgo y futuro Presidente de ese país, Vaclav Havel (1989), y fue la primera artista internacional en actuar en Sarajevo tras la guerra civil (1993), invitada a Bosnia-Herzegovina por Refugees International.


Si se trata de influencia musical, como prueba no hay otra mejor: Joan Baez reveló al mundo a Bob Dylan. Fue la primera intérprete que grabó canciones de Dylan, desde 1963, al tiempo que ambos comenzaban a actuar juntos. Y hay más pruebas de esa influencia, en la nómina de canciones popularizadas por estrellas del rock que antes fueron grabadas por ella. Un ejemplo es "Babe, I'm gonna leave you", de Ann Bredon: Led Zeppelin la aprendió de Joan Baez. Otro es "The house of the rising sun", canción tradicional popularizada por The Animals: Baez la cantó en su primer LP. Y lo mismo vale para composiciones como "John Riley" (grabada por The Byrds), "What have they done to the rain" (por The Searchers), "Jackaroe" (por Grateful Dead), "Long black veil" (por The Band) entre otras.


Baez tiene a sus vez a sus maestros. En sus primeros discos aparecen canciones de precursores cantantes y autores folk como Woody Guthrie y Pete Seeger, referencias que se remontan a sus inicios. Nacida en Staten Island (Nueva York) en 1941, hija de padre mexicano y madre escocesa, llegó a los diecisiete años con su familia a Boston, Massachusetts, en 1958. Un año más tarde, a los dieciocho, después de tocar en cafés como el Club 47, debutaba en la primera versión del Festival Folk de Newport en julio de 1959, lo que le permitió en 1960 iniciar sus grabaciones para el sello Vanguard, con el que iba a publicar catorce discos en los siguientes doce años. En el primero de ellos se oyen canciones de bluegrass ("Little Moses"), recopiladas en EE.UU. por John y Alan Lomax (la citada "The house of the rising sun"), de la región de los Apalaches ("Silver dagger"), de origen judío ("Donna donna") y sobre todo escocés ("Mary Hamilton") e inglés ("John Riley", "Fare thee well", "Rake and rambling boy").


-Una breve historia acerca de eso -dice ahora en retrospectiva-. Cuando tenía catorce o quince años casi lo único que escuchaba era rhythm and blues y ópera (se ríe). Ya para cuando tenía dieciséis contaba con una voz bastante afianzada. No pensaba que hubiera algo especial en ella, pero aparentemente lo había. Y ya era político, porque en mi familia eran cuáqueros, y los cuáqueros no creen en matar a nadie. Y eso de inmediato me puso en problemas en el colegio (se ríe), porque no participaba del saludo a la bandera, por ejemplo. Ya estaba politizada.


-¿De dónde salieron esas canciones del primer disco?
-Hay dos lugares en EE.UU. donde había empezado la explosión de la música folk: uno era Nueva York y el otro era Cambridge. Así que ahí es donde me fui, y me enamoré de un tipo en Harvard, y abandoné la política por dos años (se ríe). Y canté esas baladas. Mi madre es de Escocia, así que todo ese lado de mi sangre tiene que ver con baladas inglesas, irlandesas, escocesas en esos dos primeros discos.


-¿Cómo descubriste la canción "John Riley", por ejemplo?
-Frecuentando los cafés. Simplemente encontraba algo y lo tomaba.


-¿Y "House of the rising sun", que después fue grabada por The Animals?
-Ése es un caso un poco diferente. Probablemente la aprendí de algún tipo de blues. Pero la historia en ésa además es bastante tierna, porque yo era tan inocente, y la voz es probablemente demasiado inocente como para cantar una canción acerca de una casa de prostitutas en Nueva Orléans -se ríe-. Y además no soy negra, y realmente tampoco he sufrido. Creo que no había sufrido lo suficiente para cantarla.


-¿Y cómo se dio la opción de grabar "El preso número nueve"?
-Ésa es divertida, porque el mismo novio tenía dos discos de este grupo mexicano del que no recuerdo el nombre, pero en medio de eso aprendí "El preso" de ese disco. Tenía dieciocho años.


Ese extraño y largo intervalo


"En las últimas décadas la música folk ha dado origen a varios artistas -Woody Guthrie, Hudie Lebetter, Pete Seeger, The Weavers, Odetta y tal vez uno o dos más", enumera en las notas del primer disco de la cantante el productor Maynard Solomon. Son todos nombres mayores que Joan Baez, por lejos. En ese mismo orden, Woody Guthrie (1912-1967) se había iniciado a comienzos de los años ’30; Lead Belly (1889-1949) ya estaba tocando a los catorce años hacia 1903; Pete Seeger (1919-2013) formó su primer conjunto en 1939; The Weavers es un conjunto iniciado en 1948 por el propio Seeger junto a Lee Hays, Ronnie Gilbert y Fred Hellerman, y la cantante Odetta (1930) había debutado en los escenarios en 1949.


Folk no era juna palabra nueva. Lo nuevo era el resurgimiento de esa música a fines de los '50, y en especial la aparición de esta cantante de dieciocho años, con la sola compañía de su guitarra acústica y provista de una voz de soprano con un vibrato conmovedor por naturaleza. "Más que ningún otro cantante de la actual revitalización de la música folk (ella) ha cautivado el corazón del público", escribe Solomon en la contracubierta de ese LP debut.


"Era una explosión que ocurrió por distintas razones", recuerda ahora Joan Baez acerca de esa reaparición del folk. "Una fue la atmósfera social y política, que permitió que la gente se uniera. Es decir, una canción como 'We shall overcome', con Pete Seeger y Guy Carawan, apareció de una situación política bullente", dice: Seeger hizo de esa canción una característica de su repertorio, y Carawan es reconocido por ser el músico que en 1960 la transformó en un himno del movimiento por los derechos civiles.


-Había una inspiración de todos esos talentos -continúa la cantante-. Además hubo un período extraordinario de diez años, desde los Beatles a Phil Ochs y a Bob (Dylan), y luego también estaban los cantantes como yo. Ésa fue una gran, una enorme coincidencia, que hayamos estado todos al mismo tiempo. Y toda la atmósfera que nos rodeaba daba a esa música una plataforma. El movimiento de las canciones folk fue una especie de contracultura. No era parte de la cultura principal. Pero creo que por la situación de los derechos civiles, de la guerra en Vietnam, cruzó hasta la cultura de la corriente principal. Eso permitió que público de todas las edades, desde niños hasta abuelos, escucharan esa música.


-Una controversia conocida de esa época es la aparición de Bob Dylan con guitarra eléctrica en el Festival de Newport de 1965, gesto que fue considerado como una especie de traición a la música folk, ¿no? Cuál fue tu actitud al respecto?
-Bueno, yo era imposible. Era como una pequeña justiciera, como Pete Seeger: pensé que Bob no tenía derecho a hacer eso. Y era una locura, porque era su elección, y lo hizo muy bien, me encantó esa música. Existe esa expresión A day late and a dollar short ("un día tarde y con un dólar menos"): si estás un día atrasado es que perdiste el tren. Creo que él tomó ese tren y yo quedé un día atrasada y con un dólar menos -sonríe.


-¿Pero eso muestra que existía una percepción del rock como algo superficial?
-Para mí era comercial. Y a quién le importa. Al final me encantaron los Rolling Stones. Esa música, el rock and roll, se sentía de otra manera.


-El rock, sobre todo el de esa época, ha sido vendido como una revolución, pero al mismo tiempo es cierto que era un producto comercial, ¿no?
-Para mí cada artista está obligado a comprometerse de una forma o de otra en lidiar con nuestras conciencias. Y la clave para eso es que tienes que ser capaz de correr riesgos. Y descubrí que no mucha gente estaba dispuesta a correr riesgos.


-En 1969 actuaste en Woodstock. ¿Dirías que folk y rock ya eran parte de la misma revolución para entonces?
-Creo que, en ese punto, más gente estaba dispuesta a tomar algún tipo de riesgo. Se estimularon unos a otros a ser más frontales. Y al mismo tiempo Woodstock fue como si todos fuéramos una familia. Realmente nos sentimos una familia. Lo que echo de menos, a propósito, no es tanto Woodstock en sí, sino esos días en los que había un sentimiento de comunidad que se volvió internacional, y que finalmente fue capaz de detener la guerra en Vietnam. No fue porque Nixon quisiera, sino porque fue forzado a hacerlo. Pero ese sentimiento, después de que la guerra terminó, se disipó tan rápido que creo que nos choqueó a todos. Me choqueó a mí. Lo que era importante en mi vida fue determinado por las circunstancias políticas y sociales, y eso estaba fluyendo. Pero entonces empezó ese extraño y largo intervalo que de algún modo sigue existiendo.


-¿Y han terminado con ese intervalo noticias recientes como las del Wikileaks, Julian Assange, Edward Snowden o el movimiento de protesta Occupy Wall Street, al que apoyaste?
-En el esfuerzo de Occupy Wall Street hubo algo de esa sensación de que la gente se uniera, esa sensación que habíamos perdido durante cuarenta años. También Obama la trajo. Hasta que presentó su candidatura yo no había experimentado desde (Martin Luther) King esa sensación de que nosotros, la gente, unidos, podemos cambiar el mundo. Tal vez es ingenuo de mi parte -sonríe-, pero si Obama se hubiera quedado organizándonos en las calles y todos hubiéramos decidido que era tiempo de otro movimiento real por un cambio social, creo que podríamos haber repetido lo que King hizo, en muchos campos.


-¿No dirías que corren tiempos revolucionarios en estos días?
-Creo que es algo potencial. No sé si llamarlo una revolución: hay potencial para un cambio, pero ahora está bloqueado con tanto peso por la derecha que parece imposible conseguir nada en la estructura política. Es una situación tan amplia, terrorífica y triste, que creo que la negación es una respuesta posible, porque de otro modo enloqueces. El hecho del cambio climático: no sé si queden muchas decisiones que tomar si no actuamos rápido. Los hielos desaparecen, el tiempo está cambiando, Inglaterra está bajo una sequía que no se había visto en muchos, muchos años, donde creo que van a tener cuatro días de lluvia para todo el invierno. Hay que decir que ése es el tema principal, pero es tratado por tan poca gente y los gobiernos no están haciendo los cambios necesarios.


-¿Crees que es necesario estar en la industria para que un artista se haga escuchar?
-Es una buena pregunta. Creo que lo que hay que hacer es definir cuáles son tus prioridades. Si tu prioridad es llevar un mensaje tienes que encontrar la manera más inteligente de hacerlo. Por ejemplo si eres desconocido y vas a involucrarte en la industria musical, en un sello, puede que eso te tome un tiempo largo. Pero si quieres empezar en micrófonos abiertos en cafés, si eres bueno y comienzas a ser conocido, puedes llegar a alguna parte, y hoy es Internet quien lo va a permitir.


-Ya no necesitas a la industria.
-Claro, ése es un cambio.

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