El edificio sólo alcanzó a funcionar 13 años tras su reinauguración.
AFP.NUEVA YORK- Sólo 13 años después de la inauguración del nuevo edificio del American Folk Art Museum (AFAM), en el corazón de Manhattan, la fachada de la construcción será demolida para permitir la remodelación de su vecino, el Museo de Arte Moderno (MoMA).
La decisión ocasionó una serie de debates. Muchos neoyorkinos sienten afecto por el edificio afectado, pero el MoMA tiene que crecer, pues en la última década en flujo de visitas se ha triplicado.
En 2004, el arquitecto japonés Yoshio Taniguchi amplió el edificio a casi el doble de la superficie que ocupaba entonces, pero aunque desde el año pasado el museo abre también los martes -y con ello, todos los días-, a sus puertas siguen formándose largas colas.
Ante esta situación, el MoMA adquirió en 2011 el edificio del endeudado AFAM, que alberga la principal colección de arte popular estadounidense. Su director, Glenn Lowry, prometió en aquel entonces que evaluarían cómo conservar el premiado edificio para encuadrarlo en el MoMA. Pero a comienzos de año se anunció que el museo sería derribado, pues según Lowry es la única opción para crear un "campus plenamente integrado". Con ello, el MoMA planea sumar 3.700 metros cuadrados.
La protesta es gigante. Defensores del arte y la arquitectura acusan al MoMA de codicia y apuntan, como hacía uno de ellos en "The New York Times", que el museo parece cada vez más un centro comercial orientado a turistas, en lugar del oasis o esa especie de catedral del arte que solía ser. Otros, en cambio, opinan que el AFAM tampoco era una obra maestra.
La demolición del edificio no sólo divide a los fans de la arquitectura, sino también a los propios arquitectos. El AFAM es uno "de sus principales edificios", señala Tod Williams, autor del diseño de la sede junto a su socia Billie Tsien.
"Por supuesto que todos los edificios acaban un día convertidos en polvo, pero este podría haber sido reutilizado. Por desgracia, faltaron la creatividad y la voluntad de hacerlo". Que un edificio tan celebrado sea demolido tras un plazo tan breve y en vida de sus arquitectos es algo poco habitual, apunta la asesora arquitectónica Karen Stein. "En el sector todo el mundo habla de ello. No conozco otro caso igual".