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El corazón en la guitarra

El guitarrista inglés hizo un recorrido personal desde sus canciones en The Smiths y Electronic hasta su reciente disco The messenger (2013) a su paso por Lollapalooza.

25 de Abril de 2014 | 23:39 |
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Si se trata de hacer caber más de tres décadas de música, una hora de show puede ser lapso breve, y definitivamente lo es si se trata de música relevante como la de Johnny Marr. Pero el guitarrista inglés logró el cometido pese a que, a raíz de la reciente fractura que sufrió en su mano derecha, su show  en Lollapalooza duró diez minutos menos de lo anunciado. Con una actuación en la que hubo espacio para sus inicios en los años '80 y para su reciente disco publicado hace menos de un año, el músico dio una breve clase sobre historia y vigencia en el festival.


Remitidos a la sola estadística, Johnny Marr es el cuarto nombre con más trayectoria de esta cuarta versión del encuentro, sólo por debajo de esas instituciones que son The Wailers e Inti-Illimani y de Joe Vasconcellos. Es la huella de haberse iniciado ya entre 1982 y 1987 en The Smiths, el grupo de rock independiente inglés que Marr encabezó junto a Morrissey, y que ha sido influencia sucesiva sobre generaciones de músicos y grupos. Pero en directo el guitarrista hizo ver que, además de proporcionar un catálogo cuantioso, la experiencia se traduce en la capacidad de administrar y balancear en un concierto los componentes más nobles del rock, entre la energía, la destreza y la emoción.


No es sólo historia. Johnny Marr supera la prueba de la vigencia al destinar cinco de sus once canciones a la nueva música de The messenger (2013), el disco con el que hace algunos meses debutó como solista después de treinta y dos años de carrera. La urgencia rockera de "Generate, generate" fue un ejemplo de la excelente forma en que el guitarrista se mantiene vigente, secundado por un trío en guitarra, bajo y batería. Y su versión para "I fought the law", pedazo de historia popularizado por The Clash, fue en contraste el momento de más antigua data en el repertorio.


La memoria de The Smiths es algo que Marr no se permite dejar fuera del programa. Ya el segundo título de su lista es "Stop me if you think that you've heard this one before", del último disco grabado por el grupo (Strangeways, here we come, de 1987). Luego puso en escena versiones siempre fieles de "Bigmouth strikes again" (1985) y de "How soon is now", que la audiencia reconoció al instante por el trémolo de la guitarra, y que fue coreada en masa por la considerable base de fans, en su mayoría jóvenes, que llegó a verlo en vivo.


La voz es una de las mejores sorpresas del concierto. Guitarrista y compositor por definición, con una vida dedicada a colaborar con gente que va desde Bryan Ferry o The Pretenders, hasta Oasis y Modest Mouse, Marr no sólo canta bien sus nuevas composiciones. Además se hace cargo con igual propiedad de las letras de The Smiths, que el mundo ha conocido en la voz de Morrissey. Y hacia el final es una revelación escucharlo cantar y tocar "There is a light that never goes out", la canción más conmovedora del celebrado LP The queen is dead (1985): La revelación de estar en presencia del músico que con las mismas manos sobre alguna guitarra creó a mediados de los '80 esas melodías y acordes, destinados a marcar a generaciones.


Y tan o más significativa es la posibilidad de ver en directo ese desempeño como guitarrista. Con las seis cuerdas destinadas siempre a envolver la composición en armonías, y nunca al lucimiento técnico, el músico se muestra coherente con la convicción de toda su carrera: La melodía y la canción como norte. El mejor ejemplo es el modo en que toca "Getting away with it", el hit con que debutó en el dúo Electronic junto al cantante Bernard Sumner (de New Order) en 1991. Cualquiera que la haya escuchado en la radio recordará el sonido electrónico de la versión original. Pero hoy, en vivo en 2014, el músico la traduce a la guitarra eléctrica, y en un momento hace oír en vivo esas armonías desnudas, sin más verdad que la delineada en las cuerdas. Y en este festival en que casi todo se paga, y caro, ese solo minuto sí es un regalo: El momento de escuchar cómo suena el corazón de la música de Johnny Marr.

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