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One Direction corona el fenómeno chileno con una noche de devoción en el Nacional

Cerca de 50 mil personas llegaron esta noche al recinto de Ñuñoa, donde el quinteto mostró sólo trazos de los sellos que lo llevaron a la cima de las boy bands, en el primero de sus dos shows en Santiago.

30 de Abril de 2014 | 22:41 | Por Sebastián Cerda, Emol
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One Direction se presentó ante 50 mil personas en el Estadio Nacional.

Cristián Soto, El Mercurio

SANTIAGO.- Han protagonizado el mayor fenómeno juvenil del último tiempo, tanto como para agotar entradas a sus conciertos de esta noche y mañana con un año de anticipación, y al día de hoy mantener más que viva la llama entre sus nóveles fanáticas.

Así de potente e inusual es lo que ha logrado generar One Direction en el target infanto-juvenil chileno, tal como quedó demostrado en días previos con los cientos de adolescentes que llegaron a gritar al hotel Sheraton por unos artistas que ni siquiera habían llegado a suelo nacional (lo hicieron sólo horas antes del concierto), y que hoy prácticamente repletaron el Estadio Nacional, para el debut de los británicos en el país.

Las cerca de 50 mil personas que llegaron al recinto de Ñuñoa continuaron así con la devoción en el interior de éste, y ofrecieron la postal clásica ante ídolos de este corte: Chillidos por montones, chuchería luminosa en su máximo esplendor, respuesta a todos los incentivos emanados desde el escenario, y coro en todas y cada una de las canciones.

Porque aquí (se sabe de antemano) lo musical, lo hormonal y lo simbólico se mezclan en partes similares, y de este modo se vuelve completamente soslayable un detalle tan relevante como que el sonido sea apenas suficiente para cubrir los requerimientos de un estadio, tanto en volumen como en nitidez.

Menos importante aún es que el quinteto no logre plasmar en escena las señales que venía dando, en torno a ser un proyecto algo menos desechable dentro de la predecible familia de las boy bands. Porque lo que hoy se observó fue un sentido de grupo prácticamente ausente, el desorden escénico como matriz imperante, y una banda de apoyo apenas discreta.

Así quedó en claro desde la apertura cerca de las 20:00 horas (buenísima hora para iniciar un concierto, a todo esto), y se hizo más notorio en temas como "Right Now", donde se evidencian los roles de cada uno: Zayn Malik y Liam Payne aparecen como los más dotados vocalmente, mientras que Harry Styles es definitivamente quien se lleva el peso hormonal y el favoritismo de las fans.

En "Little things", en tanto, tratan de mostrar algo de madera, con Niall Horan en la guitarra acústica y los cinco a voz descubierta en el inicio de una tarima que les permite llegar hasta prácticamente la mitad de la cancha.

Eso y una gran pantalla de fondo para proyecciones básicas son los únicos detalles estéticos, aunque el mejor de todos vino paradójicamente tras el final del concierto, con un extenso show de fuegos artificiales que hubiera parecido más pertinente con los cinco cantantes aún en escena.

¿El desborde? Reservado para hits como "Live while we're young", "One thing" y "What makes you beautiful". ¿La interacción? Antes de "Strong", con una extensa y desprolija dinámica de preguntas de fans pregrabadas y respuestas en vivo, coronadas con una alusión a Alexis Sánchez y una "selfie" en tarima. ¿La despedida? Con el relativamente reciente éxito "Best song ever", a las 21:45. Y eso sería todo.

Es cierto que con este tipo de números el sentido común obliga a que la vara sea moderada y los criterios ablandados, pero no deja de haber algo de frustración al ver a un equipo apurado en rentabilizar al máximo estos 15 minutos, cuando había piso y material para intentar algo mejor. En tres álbumes, One Direction parecía haber dicho que desde el colorido y la chispa (y no sólo desde las aspiraciones de barrio y la balada) también se podía intentar asaltar la cima de las boy bands. Lástima que en vivo, eso sea sólo una leve ventisca.

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