Pixies nunca ha sido una banda que se caracterice por su comodidad. Desde los inicios, Black Francis y compañía buscaron todos los medios para alejarse de cualquier definición, y el resultado de ello fue que mientras los medios tradicionales trataban infructuosamente de ubicarlos dentro de alguna etiqueta, cientos de otros jóvenes músicos se dejaban llevar por su distorsionada mezcla de furibundo ruidismo con sensibilidad pop a la beatle. El resultado de ello es que hasta el día de hoy no son pocas las bandas que han tomado eso y lo han copiado hasta la saciedad, como si fuese el mantra musical por excelencia a la hora de presentarse al mundo como un conjunto de rock indie. Si a eso sumamos que Nirvana construyó su legado, en parte, tomando estos elementos, pareciese ser que en la actualidad es casi una obligación para ciertos grupos el ser alternativo tratando de imitar esta fórmula sonora. La de Pixies.
Lo cierto es que cuando Black Francis, Joey Santiago, Kim Deal y David Lovering anunciaron su retorno en 2004, muchos esperaban lo que podría salir de tener a estas cuatro disímiles personalidades una vez más en un estudio, y ver si el grupo podía recrear un momento al estilo de Surfer rosa (1988) o Doolittle (1989), piezas angulares del rock alternativo del último tiempo. Quizás ésa era la gran presión detrás de Pixies, que recién una década después de su reunión lanza Indie Cindy, adelantado por tres epés editados entre septiembre de 2013 y marzo de este año. Puede que haya sido por esto que el nuevo elepé de la banda no posee el impacto de su brillante pasado. O que la fórmula que otrora fuera innovadora, en esta ocasión suene a constante lugar común. El abuso de la misma, por parte de otros conjuntos, también puede haber agotado la capacidad de sorpresa ante este álbum, el primero con material original desde Trompe le monde (1991). O, simplemente, puede ser que la salida de la bajista Kim Deal durante los registros del primer material original del conjunto privó al mismo de un elemento esencial en su lenguaje sonoro.
Cualquiera de esas razones sirve para explicar el poco impacto de Indie Cindy. Los trucos que exhiben Black Francis y sus compañeros en esta ocasión suenan ya tan comunes, aún cuando hay temas como "Magdalena 318" y "Greens and blues" que pueden colarse entre el repertorio más clásico de Pixies. Aparecen también cortes con menos fortuna, como "Andro queen", que pone en duda las decisiones ejecutivas del conjunto. Y también se muestran intentos por tratar de llevar las cosas un poco más lejos en el experimento de "Bagboy", como si se buscase un punto de discordia en un álbum más bien plano.
Porque ésa es la sensación que deja Indie Cindy: La de ser un registro en el que la banda puso piloto automático y se preocupó más de cumplir que de otra cosa. Y aunque hay canciones que satisfacen y que incluso podrían pasar la siempre peligrosa prueba de la trascendencia —como en el caso de "Blue eyed hexe"—, lo cierto es que este registro es un esfuerzo demasiado menor si se le compara con un pasado que, hasta el día de hoy, sigue sirviendo de inspiración para muchos.
—Felipe Kraljevich M.