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Turn blue

A primera oída, en su octavo disco el dúo de Ohio incursiona en diversos sonidos más allá de su aproximación vintage al rock de escuela blusera que fue su primera marca. Pero el cambio no es tan radical. Sean más rock o más pop, si hay algo que The Black Keys no dejan de ser es retro.

17 de Mayo de 2014 | 15:46 |

Su paso por Chile hace poco más de un año fue la ocasión de constatar a domicilio al menos un par de cosas, entre la más llamativa, es decir la impactante colección de guitarras eléctricas del cantante Dan Auerbach, casi a razón de una por cada canción del show, y, más importante, el status de estrellas ganado por The Black Keys, la banda de rock estadounidense contratada para cerrar en 2013 una de las jornadas de la franquicia chilena de Lollapalooza, marca rockera festivalera de alcance mundial. Dos discos superventas y bendecidos por el Grammy entre Brothers (2010) y El camino (2011) son los antecedentes de ese impacto, el mismo que hoy permite con mayor razón a este grupo hacer lo que quiere a la altura de su octavo álbum en Turn blue (2014).


Y lo que quiere, según cómo suenan las nuevas canciones, bien puede ser terminar de sacudirse los supuestos sobre los que construyeron los inicios de su carrera, basados en el gusto por un rock con influencia blusera y con sonido de garaje, si es por sintetizar en diez palabras al menos la primera mitad de su discografía entre su debut con The big come up (2002) y Magic potion (2006). No parece casual en Turn blue, disco que ya suena bastante emancipado de esas raíces, haber escogido como primer single la canción más distinta de todas, y aparte una de las más adictivas: "Fever", basada en un ritmo bailable de efecto inmediato y con una melodía de teclado tan brillante como autoadhesiva. Un hit pop instantáneo.


The Black Keys siguen siendo oficialmente un dúo, entre las voces y guitarras de Dan Auerbach y el estilo libre y siempre suelto de Patrick Carney en la batería. Pero en los hechos por lo bajo son un trío, a juzgar por la importancia de los teclados desde el inicio del disco, con timbres de piano, órganos, sintetizadores o vibráfonos que en la canción "10 lovers" terminan por desplazar a las guitarras. Es literalmente la mano, o son las manos, de Danger Mouse, productor de los últimos cuatro discos del grupo, quien se encarga de tocar esas teclas. Y la variedad se expande luego con la inclinación soul de "In time", los violines en "Year in review", los coros femeninos que recorren todo el disco, y por cierto la voz de Auerbach, entregada como nunca antes al falsete en otro de los efectos sorpresa de Turn blue.


Las letras teñidas de desengaño y en apariencia motivadas por una separación conyugal reciente de Auerbach son el guión de este disco, con ejemplos como "¿Por qué siempre quieres amar a quienes te hieren?" (en "Year in review") o el más burlesco "I went from San Berdoo to Kalamazoo / just to get away from you" en la canción final, "Gotta get away", que por lo demás es el único episodio rocanrolero en Turn blue, al modo de una escapada en plan Rolling Stones. Salvo eso, es claro que éste no es ya el dúo estricto que alguna vez se limitó a tocar rock de escuela blusera con base en la guitarra y la batería. Y sin embargo siguen siendo consistentes en su búsqueda retro, sólo que en otras fuentes. La mejor prueba es ese teclado con vibrato de "Fever", como sampleado de algún viejo órgano italiano setentero marca Farfisa. Es un sonido que tal vez no va a caer en gracia a los fans rockeros de vieja guardia, pero al final ahí está una identidad más genuina de The Black Keys: un grupo que ahora puede renunciar al rock tradicionalista, pero no a la idea general de sonar vintage.

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