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Jesus and Mary Chain se internaron en un viaje retrospectivo más allá del ruido

El grupo escocés se presentó por segunda vez en Santiago este jueves sobre el escenario de La Cúpula, donde hizo una privilegiada muestra de poder de síntesis en el mejor sentido de la expresión.

23 de Mayo de 2014 | 17:15 | Por David Ponce, Emol
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Jesus and Mary Chain tocaron este martes por segunda vez en la capital tras su debut de 2008 en Chile.

Imagen de Twitter: @galemajix

SANTIAGO.- En más de una forma el principio que queda resonando hoy después de un concierto de Jesus and Mary Chain es la certeza del trabajo cumplido. En cuatro formas al menos, para ser más precisos. Se advierte en las canciones que el grupo escocés formado por los hermanos Jim y William Reid elige y descarta para armar el repertorio. En el orden en que tocan esas canciones elegidas. En el modo en que administran hoy el sonido con que desde su aparición en los '80 dejaron su marca en la trayectoria de la música rock. Y por último no es cuestión de clarividencia ni adivinanza porque queda claro en la frase final que pronuncia el cantante Jim Reid antes de anunciar el término del concierto.

-Primero que todo no nos gusta ensayar, así que no tenemos más canciones que tocar -avisa, para zanjar cualquier consideración.

En ese instante faltan minutos para las diez y media de la noche de este jueves 22 de mayo, está por cumplirse apenas una hora de concierto sobre el escenario de teatro capitalino La Cúpula del Parque O'Higgins y es el momento de escuchar la última canción de la jornada. Y de apreciar también una última muestra del desenfado del cantante, rasgo famoso que comparte con su hermano. Pero no es sólo eso. Desenfado puro es, por ejemplo, el que ha mostrado Jim Reid un par de veces antes esta noche, cerveza en mano y en otro diálogo con alguien en el público.

-¿Qué, quieres mi cerveza? -pregunta en su inglés de acento escocés-. Es mi fuckin' cerveza. Cómprate la tuya.

En cambio en el gesto de tocar deciséis canciones durante una hora de show y no tener nada más ensayado hay algo tan bueno como el desparpajo. Es poder de síntesis. Jesus and Mary Chain es un grupo que este año cumple tres décadas exactas de historia desde que empezó a tocar en 1984, cuando con su irrupción en medio del rock de la época alcanzó una nueva frontera sonora para esa música, sobre la base de la electricidad y el ruido aplicados a la canción, y que desde ese punto de partida ha ejercido desde entonces influencia sobre generaciones de músicos y bandas hasta el nuevo siglo. Y en vivo, el grupo hace un concentrado preciso de toda esa historia.

Ahí están los rasgos principales de sus canciones, entre las entonaciones que Jim Reid sigue delineando con ese timbre vocal distendido y profundo, y las frases y solos de guitarra eléctrica sin nunca una nota de más que William Reid administra desde un instrumento cruzado por acoples y efectos de ruido. O el pulso cansino y la economía de acordes que representan la consabida influencia de Velvet Underground en melodías como "Some candy talking". O el juego básico de tres acordes que es la razón por la que esta música puede recordar también a Ramones y que sustenta una y otra vez canciones como "Slidewalking", "Some candy talking", "Happy when it rains", "Halfway to crazy" o "Taste of Cindy", todas de diversa data en la discografía del quinteto.

De los dos discos más recientes en esa historia apenas se escucha una canción en vivo. Si el concierto de Jesus and Mary Chain fuera un gráfico, sería una línea que se inicia con la canción "Snakedriver", de 1993, y que avanza hacia el pasado. Sin embargo, hay en ese trayecto tres saltos considerables en el tiempo. De "Slidewalking" (1988) avanzan diez años justos hasta "Cracking up", única selección que hacen en escena de su último disco a la fecha, "Munki" (1998). Y desde ahí cruzan otros diez años exactos hasta "All things must pass" (2008), que es la creación más nueva que han mostrado hasta hoy. Y aparte de las diferencias entre el pulso más ágil de esa composición reciente y la aspereza del sonido original de "Slidewalking", hoy todo el repertorio queda cohesionado con naturalidad por el mismo sonido del quinteto en vivo.

Desde ese punto del concierto en adelante, el efecto retroactivo va a ser drástico para volver en el tiempo a la citada "Some candy talking", una melodía contemporánea de las del primer disco del grupo. A partir de entonces Jesus and Mary Chain se encomendarán a cuatro canciones de sus dos elepés iniciales, "Darklands" (1987) y "Psychocandy" (1985), entre ellas "Just like honey", consagrada décadas después como el mayor éxito del grupo a raíz de su inclusión en la banda sonora de la película "Perdidos en Tokio" (2003), de Sofia Coppola. Y el cierre será climático, con Jim Reid entonando los versos controvertidos y célebres de "Reverence" (1992), en los que el cantante pide morir como JFK y como Jesucristo sobre un muro casi monocorde de guitarras como tormenta eléctrica de fondo.

Es claro que no hay urgencia por un disco nuevo: el grupo echa mano a su historia. No es indispensable tocar canciones recientes: terminan el concierto internados en sus raíces más tempranas. No es preciso tocar más largo: con una hora de síntesis queda claro (y por lo demás a esta banda no le gusta ensayar). Y por último, pero no menos importante, no hay necesidad de hacer el mismo ruido de sus inicios, según está registrado en la historia. Gente tan diversa como Mogwai, en su recordada primera venida de 2002, o como los canadienses Metz, por citar una visita de hace una semana en 2014, han hecho más ruido físico que el de los hermanos Reid esta noche en Santiago. No hace falta tocar más fuerte porque con Jesus and Mary Chain, hombres que en su momento contribuyeron a poner la palabra noise en el vocabulario de la música rock, esa barrera del sonido ya está cruzada. El trabajo está hecho, y está ahí para invocarlo más que para reproducirlo. Es el ruido, y ese ruido hoy es menos una experiencia física y más -y mejor- una abstracción.

Las canciones

Jim Reid (voz) y William Reid (guitarra) junto a Mark Crozer (guitarra), Phil King (bajo) y Loz Colbert (batería) conforman la actual alineación de Jesus and Mary Chain. El de este jueves fue su regreso a Santiago tras el debut del grupo aquí en 2008, cuando compartieron escenario con The Ganjas y R.E.M. en Movistar Arena. Tal como esa vez, ahora tocaron un repertorio con énfasis en los discos Psychocandy (1985), Automatic (1989) y Honey’s dead (1992).

"Snakedriver", del EP Sound of speed (1993).
"Head on", del disco Automatic (1989).
"Far gone and out", de Honey’s dead (1992).
"Between planets", de Automatic (1989).
"Blues from a gun", de Automatic (1989).
"Teenage lust", de Honey’s dead (1992).
"Sidewalking" , del compilado Barbed wire kisses (1988).
"Cracking up", de Munki (1998).
"All things must pass" (2008).
"Some candy talking" (1986).
"Happy when it rains", de Darklands (1987).
"Halfway to crazy", de Automatic (1989).
"Just like honey", de Psychocandy (1985).
Bis
"The hardest walk", de Psychocandy (1985).
"Taste of Cindy", de Psychocandy (1985).
"Reverence", de Honey’s dead (1992).

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