SANTIAGO.- Año par es año de Premio Nacional de Literatura en Chile. Y si en su última edición fue para un poeta, la ley no escrita del galardón dice que esta vez debe quedar en manos de un narrador o narradora. Por lo mismo, la carrera ya está lanzada y los candidatos suenan en el ambiente.
Sin embargo, uno de ellos opta desde ya por moderar el entusiasmo, y tomar palco para observar un desenlace que, cree, ya está escrito en alguna oficina capitalina. "Ya está cocinado, de antemano. Sé a quién se lo van a dar", asegura.
Es Hernán Rivera Letelier, uno de los mencionados en listas que también incluyen a Antonio Skármeta, Diamela Eltit, Germán Marín y Patricio Manns, entre otros. Pero el nortino (aunque nacido en Talca) no se hace expectativas, ni para esta vez ni para las siguientes. "Sé que no me lo van a dar nunca", afirma.
-¿Por qué lo afirmas con tanta convicción?
-Porque Chile es así. Porque soy de provincia, y el premio nunca se ha ido a provincia. Porque no tengo título. Y lo peor de todo: Porque no tengo pituto. Puede que mi obra esté publicada en todos los países de habla hispana, traducida a 21 idiomas, presente en los cinco continentes. Puede que mis libros se lean en colegios y universidades de mi país y el extranjero. Pero adolezco de algo: De pituto en las altas esferas. Por eso es que estoy frito. Como dije por ahí, es más factible que me elijan Miss Chile a que me den el Premio Nacional de Literatura.
Por eso, entre las preocupaciones literarias de Rivera no hay espacio para el galardón. Menos cuando ese lugar hoy está completamente dominado por un título en particular: "El vendedor de pájaros" (Alfaguara, $10.900), su décimocuarta novela, que llegó a librerías cuando ni siquiera había pasado un año desde la edición de la anterior ("Historia de amor con hombre bailando").
"Es mi ritmo habitual. Cuando publiqué ese libro ya tenía éste listo. Yo voy así, un libro adelantado. Ahora ya tengo listo el que viene y lo publicaré el próximo año", adelanta.
Una periodicidad que en otro iría contra los esquemas tradicionales de promoción, pero que a Rivera lo tiene sin cuidado porque —afirma— "lo mío es una obra completa": Nada menos que "la gran novela de la Pampa". A ese territorio regresa una vez más para narrar la historia de un vendedor de aves, amigo de Luis Emilio Recabarren, que llega hasta una oficina en decadencia, y en la que las mujeres alistan su propia revolución.
Un sólo tejido
"Estaba escribiendo la novela del bailarín y una amiga acá en Santiago me dice 'acabo de leer la Malarrosa ('Mi nombre es Malarrosa', 2008) y hay un personaje, un vendedor de pájaros, que es precioso. Creo que está pintado para una novela'. Y cuando estaba escribiendo la Malarrosa pensé lo mismo, pero ahí quedó la idea. Mi amiga me la revivió, así es que llegué a Antofagasta y empecé a tomar apuntes", cuenta el escritor, acerca del inicio de su reciente obra.
-Cuando tu amiga te habla de este personaje, ¿retomas la idea que te surgió mientras escribías en 2008, o partes de cero con el vendedor?
-Pensé que este personaje se merecía una novela para él solo, pero no sabía qué historia iba a contar. Sólo tomé el personaje, un huaso de Colchagua que canta, revolucionario, anarquista, amigo de Recabarren, y que es una idea que me dio Alfonso Calderón. Y para el comienzo me inspiré en una escena de la Malarrosa, cuando la niña va de su pueblo a una oficina en tren, y pasa por la estación de una oficina abandonada. Y al pasar ve en el andén a un tipo con una pirámide de jaulas de pájaros. ¡Qué hacía un vendedor de pájaros en una estación abandonada! Entonces dije "ésta es la imagen para empezar la novela", con ese único pasajero que desciende del tren en la oficina Desolación.
-¿Y hubo otros elementos que quisiste abordar de antemano, como la organización de las mujeres en las salitreras?
-Fue muy raro, porque cuando hago que baje este vendedor en la estación, aparte de los niños y los viejos que van a ver el tren, de pronto veo a cinco mujeres jóvenes y bellas, sentadas. "Chucha, ésta es una novela erótica", dije. El vendedor de pájaros y cinco mujeres (risas). Pero no, porque estas mujeres eran revolucionarias, y estaban alistando una revolución dentro de la oficina. Ahí empecé a pensar que ésta era una novela de homenaje a las mujeres de la Pampa, que se las debía, porque en mis novelas nunca había hecho un homenaje a la mujer pampina, luchadora, que estaba al lado del esposo en las buenas y en las malas, que incluso iba a las calicheras a ayudar a partir piedras. Que estaba en las huelgas, en las marchas, las ollas comunes. Esa mujer necesitaba un homenaje, y aquí está.
-¿Es una novela política?
-Creo que es mi novela más política, pero siempre cuidándome de no caer en lo panfletario. Es histórica y política.
-Así como el vendedor de pájaros estaba presente en "Mi nombre es Malarrosa", hay otros personajes que también han aparecido en más de una novela tuya, como el Cristo de Elqui. Pareciera que tus novelas empiezan a formar un solo gran tejido...
-Yo creo que sí. En este libro aparecen varios personajes de otros, y aparecen solos, no es que yo los llame. Y me gusta mucho que aparezcan, y a los lectores les encanta. En el fondo, como dices, estoy tejiendo una sola obra, un solo libro, en el que cuento la historia de la Pampa, del salitre, publicada en volúmenes. Yo le digo a los críticos que tal vez "La Reina Isabel cantaba rancheras" no sea la gran novela de la Pampa, que el "Himno del ángel parado en una pata" no sea la gran novela de la Pampa, y tampoco la "Fatamorgana de amor con banda de música", "Los trenes se van al Purgatorio" o "Santa María de las flores negras". En fin. Pero si juntamos todas mis novelas, ésa sí es la gran novela de la Pampa.