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Retrato iluminado

Debo partirme en dos: Manuel García presenta el primer disco doble de su carrera, entre pop rock e inspiración folclórica, y entabla un diálogo fructífero con la tradición de la familia Parra actualizada al siglo veintiuno.

10 de Julio de 2014 | 11:07 |
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No es primera vez que Manuel García recurre a un símbolo para dar a conocer una nueva propuesta musical. Éste es el hombre que en 2010 inventó la guitarra libélula para uno de sus discos y que en 2013 acuñó las guitarras diamante para un concierto doble en el santiaguino Teatro Caupolicán. El quinto disco del cantante y autor chileno viene a mostrar en todo caso cómo el lenguaje de esos signos se hace más certero. Si una guitarra libélula o unas guitarras diamante pueden ser ideas algo poéticas o hasta crípticas, cualquiera de esos viejos retratos de padres o abuelas coloreados a mano y enmarcados que suele haber en las casas chilenas es una imagen mucho más cercana para hacer partícipes a los demás de la invitación a escuchar nueva música. A esa artesanía de fotografías hogareñas y venidas de otro tiempo se refiere la canción "Retrato iluminado" y por lo tanto el título del nuevo disco de García. Y funciona bien como símbolo porque tiene que ver con los dos hemisferios que dan forma a este trabajo.

Un hemisferio por disco. Retrato iluminado es el primer álbum doble en la carrera del cantante. Es también el resultado de la producción conjunta con Ángel Parra Orrego, quien emprende aquí su primer trabajo personal tras alejarse de Los Tres. Y es además la prueba de las afinidades que García y Parra descubren entre sí, en las inclinaciones compartidas por el folclor, el rock de viejo cuño o lo más popular del jazz que se escuchan en el primer volumen del disco. Como los buenos árbitros, Parra no protagoniza el partido ni disputa el primer plano. Sí monitorea desde un segundo plano con prudencia pero también con propiedad, y ahí está la marca indeleble del sonido deslizante y con vibrato sobre las cuerdas de sus guitarras eléctricas que se escucha en "La aguja", o en las notas cristalinas que destila de esas mismas cuerdas entre el carácter pop rock de "La flor rubí" o "La luz". Su rúbrica definitiva se oye en "El clan Parra", donde el productor se encomienda al Sid Ramin que compuso "Música para ver pasa las chicas" con guitarras surf sesenteras sobre órgano electrónico y ritmo a gogó, en un sonido que suena familiar a su trabajo con Ángel Parra Trío e incluso con Los Tres.

"Medusa" no es sólo el primer single de Retrato iluminado. Es además el puente para cruzar de un disco a otro en este volumen doble. Con ese ritmo y esas armonías de bolero es la bienvenida a un segundo hemisferio donde el pop y el rock ceden espacio a las cuerdas acústicas y a la inspiración en el folclor. Ahí se encuentra "Retrato iluminado", la canción, con sonidos de organillo y charango y con compás de tonada o cueca, así como hay guitarrón en "El diablo" y así como "Cachimbo pues" invoca un ritmo que remite hasta el neofolklore de comienzos de los '60, y que con esa melodía de quena trae consigo además un eco de "Deja la vida volar", de Víctor Jara. Es aquí donde entra en juego el Ángel Parra mayor, el hijo de Violeta Parra convocado a cantar varias de estas melodías. Y es interesante escuchar a Manuel García hablar -cantar- por la voz de Ángel Parra, y escribir versos con motivos rurales como los de un caballo que corre veloz por el sendero en "Noche montuna", por ejemplo, canciones donde parece aprender un idioma para ser capaz de entablar ese diálogo. Así como en su último disco Gepe eligió la música del altiplano mediada por su filtro personal, García se encamina aquí a un folclor mediado por la familia Parra, que a su vez lo heredó de Violeta Parra, quien a su vez la aprendió en los campos.

Así tiene sentido que la canción "El negro Manuel" sea hot jazz de guitarra y violín, es decir lo que Roberto Parra reinventó en Chile como jazz guachaca, y también es coherente que en la bonita melodía de "El huerto de los dioses" García cante flanqueado en estéreo por las voces de Javiera Parra y Ángel Parra (padre), para no mencionar la canción de Violeta Parra que hay al final. Es a fin de cuentas un disco consistente también con la historia de Manuel García. Se presentó como un trovador aventajado y con nombre y apellido (Manuel y García, pero también Silvio y Rodríguez) en Pánico (2005). Se emancipó de esa raíz con lucidez encaminado hacia cierto desaliño rockero en Témpera (2007). Escribió los primeros himnos para un coro fiel de masas bien ganado en S/T (2010) y vistió de sonido pop esa misma aptitud en Acuario (2012). Ahora es el turno de lo más parecido a una síntesis, además de un diálogo con la tradición de los Parra actualizada al siglo veintiuno. Si "Ángeles Parra Violeta" fue el nombre que Ángel Parra padre e hijo acuñaron para el concierto de homenaje que dieron este verano, esto es una especie de continuación inesperada. Ángeles Parra García.

—David Ponce.

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