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Bachata con ambición pop

El cantante neoyorquino Prince Royce confirmó su arrastre en vivo este sábado 26 de julio en el escenario de Movistar Arena en la capital.

27 de Julio de 2014 | 12:32 |
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El bachatero se presentó en Movistar Arena ante cerca de diez mil personas.

Catherine Arenas

"Ésta es una canción nueva", anunció Prince Royce en un momento del primer tramo del show que dio anoche en Santiago. Y aunque se trataba de "Solita", que en efecto es una de las pistas de la edición expandida de su más reciente disco, publicado hace menos de un año, no hubo diferencia entre esa novedad y los éxitos más probados de su trayectoria previa que el cantante presentó en vivo. Porque el resultado fue siempre el mismo, un coro masivo y constante de fans que le demostraron su devoción cantando a voz en cuello durante todo el concierto.


Unas diez mil personas, con una mayoría ostensible de mujeres, llegaron a ver este sábado 26 de julio al cantante neoyorquino de origen dominicano en el escenario de Movistar Arena, según la estimación de los organizadores. Prince Royce arribó esta vez a un terreno abonado para su popularidad tras sus actuaciones en el Festival de Viña de febrero de 2012 y de su posterior retorno en pleno a la misma arena del Parque O'Higgins, para corroborar que la base de su show está en el género melódico dominicano de la bachata, pero que el revestimiento y el motor de su espectáculo es música pop por definición.


Si para su primera vez contaba apenas con un primer disco ("Prince Royce", 2010), como argumento, en esta venida el cantante tiene a su haber producción suficiente para armar un show de largo aliento y sin pausas con veinte canciones, seleccionadas también de sus álbumes "Phase II" (2012) y "Soy el mismo" (2013). De ese modo el repertorio pasa por éxitos del primer disco como "Corazón sin cara", "El amor que perdimos", "Mi última carta", del segundo como "Las cosas pequeñas", "Te me vas" y en gran parte del más reciente, desde singles iniciales como "Darte un beso" y "Te robaré" hasta "Me encanta", "Tu príncipe", "Te regalo el mar".


Ha sido una carrera de apenas cuatro años suficientemente meteórica como para que en vivo no haya grandes diferencias en la identidad de las canciones. Todas quedan unificadas por el sonido de la banda de nueve integrantes que acompaña al cantante sobre el escenario en coros, guitarras, teclados, saxo, bajo, batería y percusiones,. "Los dos solos en un cuarto / Tan enamorados, de fondo Juan Luis", son dos líneas de otra de las canciones del disco nuevo, "Nada", y ese guiño posible a Juan Luis Guerra trae consigo además el contraste entre el ritmo de bachata que el astro dominicano globalizó por primera vez a fines de los '90 y el producto que, más de dos décadas después, Prince Royce elabora a partir de esa fuente.


El inicio del concierto por cierto no suena a bachata sino a música pop sobre un pulso de batería y un arreglo de teclados y guitarras. Solo después de esa fanfarria inicial llega el característico juego de timbres entre el bongó y las cuerdas agudas de la guitarra, para llevar el sonido hacia ese origen dominicano y cadencioso. Y de ese sonido casi no se va a mover durante toda la noche, salvo algunas pinceladas a ritmo de reggae y de un episodio a ritmo de merengue. Y a la vez todo en el show del cantante gira en torno su figura, desde las imágenes en la pantalla de fondo previas a su aparición en escena hasta el cuidado jopo que trae encima, los tres cambios de vestuario, las coreografías ocasionales que comparte con un grupo de cuatro bailarines, su interacción constante con las fans, pauteada a cada minuto por frases reiteradas como "Te quiero, Chile" y por besos a la platea ("muac" es el monosílabo más pronunciado por Prince Royce durante el show) y los minutos que comparte con una fan invitada a subir al escenario.


Por más que el foco del show esté por completo puesto en el culto al cantante, llaman la atención en la base musical el modo en que tocan entre sí ambos guitarristas y ambos percusionistas del grupo. Los dos primeros entretejen esa madeja de figuras melódicas de guitarra que forman la base armónica de la bachata, con especial énfasis en el primer guitarrista, que es capaz de mostrar su técnica en un solo casi metalero al final de una de las canciones si es necesario. Y en particular precisos se muestran los dos percusionistas de la banda, uno a cargo del güiro y el otro del bongó y las congas, dos hombres que juntos en ese discreto segundo plano ponen en juego una serie constante e infatigable de patrones rítmicos ajustados y sincronizados a la perfección durante todo el concierto.


No sólo adolescentes, sino mujeres de diversas edades llegaron a ver a Prince Royce a la arena, para probar que él también puede apelar a un público transversal. Una sola vez en el concierto pasa lo mismo con el repertorio: "Éste es un clásico", dice en un momento el anfitrión antes de presentar el cover del éxito "Stand by me", de Ben E. King, que grabó en su primer disco y que en vivo queda acompañado por imágenes al azar de gente como Martin Luther King en las pantallas. Sólo entonces el espectáculo da la impresión de salir del contexto inmediato de la carrera de Prince Royce, un cantante que, si bien no representa el fenómeno de popularidad en vivo de su colega Romeo Santos, quien este año abarrotó tres veces consecutivas la capacidad de este mismo recinto, volvió a confirmar su arrastre en directo y a dejar en claro que viene a tomar un nuevo relevo en la saga de productos juveniles globales.

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