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El retorno de la cantautora mestiza

Chilena de nacimiento, española por domicilio y viajera por naturaleza, la cantante y compositora grabó en Santiago durante el verano su más reciente disco, Huesos de mar, y lo presenta los días 1 y 2 de agosto en Puerto Varas y Puerto Montt.

28 de Julio de 2014 | 08:19 |

Una exclusividad y un rasgo de carácter guardados para el final del disco son dos de los varios atractivos de Huesos de mar, el trabajo que acaba de lanzar Cristina González Narea. La cantante dejó constancia de los agradecimientos de esa grabación no en un párrafo escrito, como pasa con millones de discos publicados en el mundo, sino en la última pista de la grabación, donde se pueden escuchar como si fueran una canción más. Y ella da cuenta de esos agradecimientos con un acento que no es el de ningún país en particular y que sin embargo pertenece probablemente a más de un lugar.


Un acento propio, a fin de cuentas. Chilena de nacimiento, española por domicilio y viajera por naturaleza, Cristina González Narea ha vivido repartida con estadas sucesivas entre la infancia en Santiago hasta 1972, parte de esa niñez y la adolescencia en España entre 1973 y 1981, luego de regreso en Chile entre 1981 y 1988 y otra vez de vuelta a España desde 1988 en adelante, sin contar las giras con diversos destinos que ha emprendido como solista y como corista de varios grupos y músicos españoles, entre los que se cuentan Joaquín Sabina, Miguel Ríos y Luis Eduardo Aute.


Y su discografía es en parte un registro paralelo de esos movimientos. Sus primeras grabaciones se remontan a comienzos de los años '80 en Chile. Fueron dos singles, con las canciones "Tres minutos", de Nino García, y "El despertar" / "Y sin embargo", de Hugo Moraga, ambos autores y compositores chilenos. Luego vino la cassette Mensajero del amor (1986), publicada por el sello Alerce también en nuestro país, y, tras su regreso a España en 1988, reanudó su catálogo personal con los álbumes Al otro lado (2004) y Agua (2010). Tras esos antecedentes, el flamante Huesos en el mar es su cuarto disco y está encaminado a señalar un nuevo regreso.


Cristina González vino a pasar las últimas semanas del verano y las primeras del otoño a Santiago para grabar ese disco entre febrero y marzo, junto a cuatro músicos chilenos: los hermanos Claudio Pajarito Araya en cuerdas y Francisco Araya en vientos, ambos integrantes del grupo de fusión y música andina Huara; Federico Faure en contrabajo y Raúl Aliaga en percusión, dupla que a su vez es parte de la alineación de Congreso. Luego de completar el disco en España junto a los músicos de su banda en ese país, Cristina publicó el disco el pasado 4 de julio y este lunes 28 lo presentará en vivo como invitada del trovador Eduardo Peralta en el escenario de El Mesón Nerudiano (ver recuadro al final de la entrevista), del capitalino barrio Bellavista.


"Fue echar a andar esta locura que hemos inventado, de venir a grabar y luego volver a girar por aquí", explica la cantante, que inició este regreso en vivo el pasado 19 de julio con una presentación en La Piedra Feliz, en Valparaíso. "Tiene sentido hacerlo, aunque lo único es que, tal como está la situación económica y laboral en España, es una locura invertir como estoy invirtiendo en venir aquí y luego volver a hacerme una gira. Pero creo que es una sana locura. Tengo la intención de estar viniendo más, y para eso tengo que estar más, para dar a conocer mi música, tocando y tocando. Hay que hacer carretera".


Ese color folclórico


Doce nuevas canciones incluye Huesos de mar, todas cruzadas por timbres acústicos y naturales de vientos, cuerdas y percusiones andinos y latinoamericanos, además de detalles de pianos y guitarras eléctricas que suman notas de jazz, rock o blues al repertorio.


-Venía con las canciones aquí en mi cabeza -recuerda la autora acerca de su viaje para grabar el disco a comienzos de año-. Traía algunos arreglos y el concepto, la idea: iba a grabar aquí lo más folclórico, con Raúl (Aliaga) en las percusiones, con Claudio (Araya) en los charangos, tiple y cuatro y con Pancho Araya todos los vientos.


Pero la idea sufrió algunos cambios sobre la marcha, explica. "Al final terminé grabando en Chile las bases, la batería, el contrabajo con Federico Faure y me fui a España con el disco hecho, casi. Faltaba meter la voz, un par de pianos y un par de guitarras eléctricas. En España metí cuatro pinceladas. Importantes, pero cuatro".


-¿Fue bueno que al final el plan original tuviera esa flexibilidad?
-Sí, fue todo muy fluido. Porque al comienzo no dejaba de ser un proyecto, y venía en el avión pensando "en la que me estoy metiendo". Y en el estudio empezó todo a fluir, a sonar, sabes, a crecer. Yo lo traía todo bastante claro, pero lo ves sonando, y fue maravilloso, porque era la fusión que yo quería. Era mezclar el folclor pero sin que me pusiera folclórica, porque no lo soy. Intenté mantener la composición original, pero darle ese color folclórico, ¿no? Fusionar, arriesgar. Puede que esté hecho, pero siento que tengo una forma personal de componer, de armonizar y de meter la melodía.


-¿Tiene que ver con esa definición de "cantautora mestiza" que has acuñado?
-Sí, porque en este disco, desde el momento en que lo compuse, estaba intentando volver a mi raíz. Pero claro, en esa introspección era ¿volver a qué raíz? Si realmente nací aquí (en Chile), me crié allá (en España), luego volví en época de dictadura aquí y tuve a mi hija, una época muy importante de mi vida, y luego otra vez allá. Pero hay una raíz, es evidente, todos la tenemos. Y en esa búsqueda de repente dije "mi folclor latinoamericano", pues, está ahí. Y también está lo otro, mis influencias jazzy, esa cosita, esa actitud rockera, eso no es una postura, eso está ahí desde hace muchos años.


"Por eso digo cantautora mestiza", continúa: "porque tampoco soy ni muy chilena ni muy española, viajo un montón. Aparentemente falta la identidad, pero a través de mis canciones y de mi poesía la voy encontrando, porque es necesario tener de dónde agarrarte, saber de dónde eres. En esa búsqueda compuse estos Huesos de mar, y tiene que ver con el título, con los sedimentos, el paso y el peso de la historia, en esa idea poética, en esa metáfora, en esa imagen de los huesos de mar donde está todo el tiempo, la vida, la sangre, la ceniza".


-Has dicho a propósito de ese título que te sugiere la imagen de montañas, de formaciones rocosas. ¿Eso no tiene más que ver con tierra que con mar?
-Sí, pero eso fue agua, pues. De repente te das cuenta de que estás ahí donde antes estaban los peces. Cuando estás en espacios de naturaleza te imaginas que eso era todo océano, y ahí está la memoria de este planeta, ¿no? Y la memoria de su gente, la historia de las personas, las familias, la tribus, hay cantidad de energía acumulada. Este planeta también fue agua y esa memoria nadie la borra.


Ciudadana de ningún sitio


-¿Una cosa era que te interrogaras sobre esa raíz, pero otra era saber dónde buscarla? ¿La encuentras en un lugar físico, geográfico, o tienes que rastrear en otra parte?
-Tengo esta suerte de ser un poco mestiza, o sea de haber nacido aquí y de identificarme con estos olores, paisajes, aromas, sabores. Parte de mi cultura genética está ahí. Pero luego también es una construcción de vida en España, ¿no? Mi hija se crió en España, tengo algunas amistades allá. Y al final se siente un poco que no eres de ningún lado. Es una cosa que a veces duele un poco. Hay un cierto… no diría tristeza, pero sí un dejo de nostalgia, que también estoy descubriendo ahora en mi forma de cantar, en cierto recogimiento. Viajas mucho y entonces estás así como ciudadana de ningún sitio.


-El disco está lleno de versos sobre eso, como los de la canción "Atmósfera".
-Sí. Es que en las letras de este disco me permito hablar de algo en lo que hace mucho tiempo estoy poniendo el foco, que es el presente, el ahora, desde la meditación, pero también el vacío. El vacío es algo muy zen: es un espacio donde está todo, esa energía vital gira en medio del vacío. Ahí está toda la vida. La nada es todo, y en eso está mi reflexión y sobre todo mi sensación cuando intento respirar tres veces consciente y darme cuenta de que soy toda la vida y de que está todo latiendo. Entonces relativizas bastante los conflictos, los dramas, los problemas personales, y te permites vivir con mucha más alegría, más ánimo. Vas en medio de esos huesos de mar y te das cuenta de que todo lo demás es transitorio, es bello, o veámoslo bello.


"Y luego están los problemas sociales en el planeta, una y otra vez, que no terminan  de solucionarse nunca porque no le da la gana al sistema dejar de ser el sistema", agrega. "Y habemos los del otro lado, que de distintas maneras intentamos rebelarnos contra eso. Pero nos falta algo esencial: ponernos de acuerdo en lo que los une. Y creo que la toma de conciencia personal propia, el estar situado, centrado, te ayuda mucho a mirar, compartir, amar, valorar. Ese es el espacio en el que ando".


-¿Pero ese vacío es sinónimo de libertad o de desarraigo?
-No, no, desarraigo, no. Vacío en el sentido de vida, de libertad, de energía que late. No el vacío de pérdida. He tenido la oportunidad de viajar y darme cuenta de que los seres humanos somos bastante más parecidos que lo que nos hacen creer, por encima de las razas.


-"Soy raíz del universo entero" cantas en "Página en blanco". O en "Cruz del viento" hablas de "pasajeros de un andén interminable". Y la idea del río aparece en dos canciones seguidas del disco. ¿No es casual?
-No, el disco tiene un porqué, y me gustaría que la gente, si quisiera, lo pudiera escuchar de arriba a abajo, a pesar de que ahora está muy de moda comprar o escuchar un tema suelto. Pero por algo uno coloca las cosas en un orden. En este caso intento que tenga un concepto global, que lo escuchen de arriba abajo para que el disco te lleve por una propuesta.


Tomar la micro aquí y no allá


Las canciones más tempranas de Huesos de mar son "Blues del viento" y "Más allá", con unos diez años de guarda, mientras la mayoría data de 2012 y 2013. Más atrás en el tiempo se remontan los vínculos de Cristina con los músicos que la acompañan en el disco, exactamente a la grabación de esa primera cassette de 1986, Mensajero de amor, en la que participó Claudio Araya.


-En mis primeras canciones tocaba con Claudio Araya y con Bernardo Contreras, de los Huara -recuerda-. Y ahora Claudio me ayudó mucho en el concepto del folclor, para fusionar esa esencia con lo mío. Luego está Pancho (Araya), que es un capo en los vientos, tiene una sensibilidad brutal. Y con Raúl (Aliaga) habíamos tocado en la época del Café del Cerro. Por eso llegué a todos ellos, porque son mis compañeros naturales.


-Es un reencuentro entonces.
-En un reencuentro y era como "coma, como te iba diciendo…" Como si nos hubiéramos visto ayer y hubiéramos estado tocando juntos. Ha sido un regalo, el aporte de ellos ha sido una maravilla.


-¿En ese sentido se parece a la canción "Cerro Los Placeres" que también está en el disco? En esa letra mencionas lugares y recorridos de Valparaíso. ¿Reencontrarse con una ciudad es como reencontrarse con unos amigos?
-Sí, y ésa es una canción que adoro, que me emociona. Todas las canciones del disco me dicen algo, pero particularmente me emociono mucho con ésa, con "Hija de Madre Tierra", con "El blues del viento" y con "Nuestro paraíso". Además ésa es la ciudad donde nació mi madre (Myriam Von Schrebler, integrante del histórico dúo melódico chileno Sonia  Myriam) y esa canción es un homenaje a mi mamá en el fondo. Aunque ella no nació en el cerro Los Placeres sino en el cerro Playa Ancha.


-¿Qué va a pasar con este disco en España? ¿Con tus músicos de allá suena distinto a como fue grabado?
-Voy a intentar hacer algo muy similar. Osvi Grecco (su guitarrista) toca charango, tiple y cuatro perfectamente, es argentino y tiene la raíz folclórica. El pianista es Tito Dávila (ex integrante del popular grupo mendocino Los Enanitos Verdes) y tiene sus discos de folclor. Y el contrabajista es argentino también, Fernando Lupano. Viven allí, son amigos hace años y son la banda con la que toco. De sonar bien va a sonar. Y aparte mi intención con este disco es meterme en la ruta de los festivales internacionales de world music, ¿sabes? De músicas del mundo, donde no tienes que ser famoso para estar en el elenco, realmente son los festivales los que tienen el prestigio.


-¿Menos culto por la personalidad y más por la música?
-Claro, te encuentras con un músico de Colombia, otro de Japón, de Venezuela, de Ucrania y de Mali en el mismo escenario. Y hay un público al que le gustan mucho las músicas del mundo, que no van a ver una cara famosa, sino a oír una propuesta musical. Esa es la intención que tengo.


-¿Entonces este disco en España no lo han conocido todavía?
-No, lo presento el 4 de septiembre en Madrid.


-¿Y era parte del plan también estrenarlo mundialmente en Chile?
-No era el plan, pero en España no estaba haciendo nada y decidí armame esta mini-gira en Chile para presentarlo aquí. Como en esta especie de conquista, de reconquista con el país donde nací, a partir de cantar, componer, de trabajar con los músicos con los que grabé, de tomar la micro aquí y no allá. Es ese reencuentro, ese pololeo, si quieres. Mi intención es venir a tocar más seguido, y para tener hay que dar.

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