Una golondrina emprende el vuelo en la portada del nuevo disco de Emilia Díaz, parte de la flora y fauna que la rodea en esa imagen junto a girasoles, hojas, una mariposa y la madera de una guitarra entre otros elementos. Es un retrato fidedigno porque la cantante chilena regresa en su segundo disco rodeada de ese tipo de texturas, que llevadas a sonido se traducen en los timbres acústicos y de raíz folclórica con que ella enriquece en Vuela, pajarito (2013) el repertorio de nuevos autores y compositores chilenos dedicados a la música latinoamericana.
Cuatro años después de su debut con Semilla y girasol (2009), Emilia Díaz multiplica aquí sus opciones. Es una brisa andina la que corre desde el soplido de esa zampoña que es lo primero que se escucha en el disco, y a partir de ahí el abanico incluye la revelación a pulso lento de "La que suspira", que es cueca con todas sus sílabas, o la calidez de "Qué será de mí", que es bolero con todas sus letras, para avanzar luego por tonadas pobladas de armonías contemporánas en "Busco" y "Mañana será otro día", por la expedición instrumental y afroperuana de "Chacay" y por incursiones en ritmos del Caribe o Brasil en "Son de la luna" y "Aguacero e' mayo".
Guitarrista por formación, Emilia Díaz toca y además compone y arregla todo esto con una delicadeza afín a la de otros exponentes chilenos de repertorios latinoamericanos como Juan Antonio Sánchez y Elizabeth Morris, con quienes queda emparentada con la mayor naturalidad. Completa el paisaje el timbre de voz suave con el que despliega los juegos de palabras de "Busco" y en especial las alusiones al vuelo que recorren todo el disco. Su corazón va trinando cada día una canción en la letra de "Mañana será otro día", y las suyas son invitaciones diversas a volar hasta la luna en "Palomito", a volar alto y volver al nido en "Vuela, pajarito", o a volar con el canto en "Laila": "Canta con tus dos alas / con tu belleza sólo canta".
