Ante unas cinco mil personas volvió a presentarse la banda de Alex Kapranos en la capital.
Foto: Carlos Müller / LotusCon la profusión de festivales y conciertos internacionales registrada hace años en Chile, la audiencia local ya tiene claras las diferencias entre asistir al show completo de un grupo o músico, y ver al mismo grupo en versión más resumida y apurada, como parte de un festival. Pero Franz Ferdinand es uno de los nombres capaces de borrar esa diferencia.
La banda escocesa ha estado en Chile en una variedad de modalidades posibles, entre teloneros (de U2 en 2006) y número para la TV un par días más tarde (en el Festival de Viña del mismo año), o entre atracción única (en sus shows de marzo de 2010, poco después del terremoto de ese año) y en festivales de rock (en Lollapalooza de 2013). Y al menos en las últimas de esas fechas ha conseguido desencadenar la misma fiesta sin importar las diferencias.
Es lo que volvió a pasar en su regreso a Chile la noche de este domingo 28 de septiembtre en Santiago. Incluso en un recinto de Movistar Arena acondicionado esta vez a alrededor de un tercio de su capacidad —es decir, para unas cinco mil personas—, el cantante y guitarrista Alex Kapranos y sus compañeros pusieron en movimiento constante al público fiel convocado a verlos, con una energética muestra de rock de guitarras, que sacó provecho del numeroso contingente de éxitos conseguido a lo largo de los cuatro discos grabados por el grupo entre 2004 y 2013.
Bien escogida para abrir los fuegos fue "Bullet", una de las canciones del más reciente álbum de la banda, Right thoughts, right words, right action (2013), que de entrada estimuló el recibimiento caluroso del público. Desde ahí Franz Ferdinand dispuso una andanada intensa de primeros éxitos probados para partir con la energía en alto, entre "The dark of the matinée", "The fallen", "Do you want to" y, un poco más adelante, "Walk away", todas muestras de esas ágiles guitarras detonadas entre Kapranos y Nick McCarthy, y propulsadas por la batería de Paul Thomson como base.
Es un sonido hecho para el baile, o más específicamente para el salto, que es lo que practica la gran mayoría de la gente en la platea y las graderías; saltar al ritmo de Franz Ferdinand es un acto casi reflejo. Y bien desenvuelto al frente de la banda, Alex Kapranos hace el resto en comunicación distendida con el público, por encima de cierta dificultad para llegar en vivo a las notas altas de algunas canciones. Es parte también del fragor de la entrega sobre el escenario, que llega a un primer clímax con el éxito iniciático "Take me out", antes del cierre de la noche.
No menos de tres finales falsos tiene el concierto, entre "Ulysses" justo antes de un primer bis de rigor; luego un nuevo momento climático con los cuatro integrantes a cargo de percutir la batería en "Outsiders", con el mismo efecto tribal que consiguieron en la visita anterior al cierre de su show en Lollapalooza; la despedida literal a bajas revoluciones que es "Goodbye lovers & friends" y, ahora sí, el adiós definitivo con "This fire". "Este fuego está descontrolado / voy a quemar esta ciudad", dice el coro de esa canción del primer disco, recreada por un Kapranos posesionado y vibrante en su piromanía eléctrica, para volver a cerrar con fuego otra de las visitas de Franz Ferdinand a Chile.